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Recargado en una venta de la segunda planta, de la institución Lune, el ejemplar estudiante Kazutora Hanemiya, que empezaba su primer año de universidad, moría de nervios debido a que ese día tenía que reunirse con Manjiro, en una cafetería Cerca de ahí, argumentándole que era  momento de conocer a sus amistades. Él nunca fue bueno socializando y el imaginar que se iba a encontrar con tantas personas le alteraba, aunque solo eran cuatro, pero aquello le seguía aterrando.

—Hanemiya-kun, ya es hora de ir a casa, nuestros compañeros ya se fueron desde hace rato… solo queda usted —La linda chica que le saco de su debate interno, se encontraba total mente apenada al hablarle, pero Kazutora no lo noto.

—Gra-gracias por avisarme —No pudo evitar tartamudear. Que una mujer le hablara lo ponía el doble de nervioso

—No hay de que Hanemiya-kun, es un placer —El pelinegro  se levantó repentinamente del asiento, asustando a la femenina, y dando una pequeña reverencia salió de su aula a paso veloz, dejando a la pobre joven con el celular en la mano dispuesta a pedir su número telefónico.

Su corazón le bombeaba a mil y el rostro parecía un tomate, con gran velocidad caminaba hacia la salida, para de una vez ir con Sano y conocer a sus amigos de los cuales apenas le había hablado el día anterior, prosiguió su caminata dos cuadras más hasta que chocó  contra las espalda de dos hombres.  Era muy frágil, así que casi cae a la banqueta; pero logro estabilizarse.

—¡¿Qué mierda te pasa pendejo?!, que acaso no ves —Uno de los  tipo con los que se golpeó, volteo a encararlo, dejando al descubierto una  cicatriz que adornaba el lado izquierdo de su labio.

—Pe-perdónenme, no fue mi intención lastimarlos —Sentía que su alma salía de su cuerpo, al ver a esos dos chicos intimidantes y en cuanto miro un puño levantado cerró los párpados con fuerza en espera del golpe, pero este nunca llegó, porque el acompañante del que le insulto le estaba deteniendo el brazo.

—Cálmate pah, si lo golpeas lo vas a destrozar. Además míralo se está cagando del susto —Los dos  observaron al pobre pelinegro que temblaba en su lugar, pero no movía ni un músculo para escapar de tal situación, y aquello fue lo que irritó al azabache

—Ah…oye tú, cara de bebe, vete a la mierda, o si no yo seré el que te golpeare —Todo su ser dio un respingo, cuando escucho al de grandes colmillos y haciendo una reverencia en forma de disculpa e agradecimiento salió de ese embrollo en el que se había metido por estar tan distraído pensando en tonterías.

—Idiota, idiota, porque tienes que ser tan idiota —Se insultaba entre susurros mientras caminaba en dirección a la cafetería, ahora si que tenía que dar una explicación por llegar tan tarde.
Al entrar en el establecimiento, analizo el lugar completo, pero no encontró a su amigo. Checando de forma fugaz   su teléfono suspiro resignado, como lo suponía ya era la hora acordada– en realidad ya pasaba de la hora citada–y ni luces de Sano, dio media vuelta para salir de ahí, hasta que escucho que alguien le llamaba y volteando a ver de dónde provino, observo a un peli-lila que le saludaba e incitaba a que fuera con él, se apuntó para quitar las dudas de que si de verdad le hablaba y al ver que asentía, se decidió en caminar aquella mesa. En cuanto llegó, el joven de orbes-lila le saludo.

—Hola Kazutora, soy   Mitsuya Takashi, amigo de Mikey —Extendió su mano en espera de que el apenado pelinegro la tomara. Juntando en seguida sus extremidades.

—U-un gusto Mitsuya —El orbes-ámbar se maldijo mentalmente por siempre tartamudear. Dejo los insultos a su persona de lado, cuando escucho unos pasos acercarse.

—¡Ey tora!, que haces ahí paradote, siéntate de una vez —No hubo necesidad de voltear a ver–pero lo hizo–pues rápidamente reconoció a esa  voz, ¡era Mikey!, el cual venía en la espalda de un tipo 

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