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En un columpio se podía divisar a un chico meciéndose a altas horas de una madrugada fría. Era Kazutora, el cual lloraba desconsoladamente debido al pleito que tuvo hace una horas con su padre. Lamentaba el no haber cerrado su cuarto con llave. Cuando escucho el ruido de la puerta al ser abierta, se tapo con la camisa que se iba a poner, pero esto no evitó que  se divisaran los múltiples moretones que adornaban su piel.

—¡Kazutora, acaso te estás dejando golpear otra vez!. Por qué yo ya no te he reprendido —El nombrado no contesto el reclamo  y solo se puso su prenda, ya no le importaba que le viera el torso desnudo, al fin de cuentas, en problemas ya se encontraba ahora mismo.

—Vaya cobarde que tengo. Esa estúpida de tu madre, no sirve ni para educarte adecuadamente —Esas palabras dichas por el hombre, le molestaron, de él puede decir lo que quiera, pero de su mamá no.

—¡Ella no tiene la culpa de lo inservible que soy, así que no la metas! —Un grito salió de su garganta inevitablemente. Cubrió su boca al instante, pero está acción ya no lo iba a salvar  y cuando observo como su padre se acercaba a  él, se tenso, no podía moverse, sentía como si se hubiera paralizado por completo. Reaccionando hasta que el dolor de ser alzado por el cabello llego.

—A mi no me gritas, escuchaste —Aquel, tenebroso susurro le anticipo de lo que vendría. Y como lo predijo, llegó, por qué su padre lo estampó en el piso para propinarle unas cuantas patadas. El pelinegro solo se hacía bolita para mitigar el impacto.

—¡No es mi culpa, el que me molesten mis compañeros! —No podía más, el dolor le carcomía y no era el físico, si no el emocional, así que mientras intentaba sentarse después de los golpes,  la impotencia le ganó, haciendo  que  gritara aquello  para desahogarse, pero se arrepintió en ese mismo instante. Sus hebras negras volvieron a ser agarrados con fuerza, siendo azotado otra vez en el piso.

—¡Ya te dije que a mí no me gritas!, Si te golpean es tu culpa por ser un debilucho… Como me arrepiento de haberte dejado nacer y no obligar a tu madre  abortar —El orbes-ámbar se incoó,  dejando al descubierto su nariz con sangre, pero esto era lo de menos. Su vista estaba perdida,  observando  como el piso se mancha  de gotas color carmín,  mientras contenía el llanto acumulado, ya no quería volver a ver, a ese ser que le lástima tanto, y el deseo de decir lo que pensaba salió.

—Pues yo maldigo el tener un padre de porquería como tú —Susurro, pero su progenitor lo escucho. Tal vez, el día de hoy le tocaba morir por los tantos golpes que recibió y va a recibir por su insolencia.

—¿Qué dijiste escoria?, ¡atrévete a repetirlo! —Kazutora se levantó lo más rápido que pudo, no iba a dejar que le lastimarán otra vez, nunca más, nadie le va a volver a  dañar. No importa que su cuerpo le doliera como la mierda, aún así salió corriendo de la habitación mientras él monstruo que se hacía llamar su padre le perseguía. Logro entrar en el elevador antes de que su progenitor llegará y cuando  se iba a cerrar, pudo gritar a todo pulmón, sin importarle las consecuencias.

—¡MALDIGO EL TENER  UNA MIERDA COMO TÚ, DE PADRE! –No escucho lo que su progenitor respondió, más  no le importaba ni un carajo. Al llegar hasta el piso final, corrió lo más rápido que pudo–era tanta su adrenalina que no sentía dolor–llegando al mismo parque donde pasó un agradable rato con Baji, el día de su cumpleaños.
Ahora mismo, se encontraba con frío , debido a que solo salió con su  uniforme puesto, ni siquiera zapatos traía y también el cuerpo le mataba, en espera de que le atendiera. La conciencia  carcomía a su mente, temía que su padre se desquitará con su progenitora y le hiciera un daño irreversible físicamente, porque con el mental ya contaba.

—Kazutora, eres tu —Una voz dulce le saco de sus pensamientos, limpiándose las lágrimas se decidió a contestar, pero no volteo a encararlo.

—Si — El sonido de su garganta salió quebrado, estrujando al corazón de Keisuke.

BajitoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora