Capítulo 7- Un hombre afortunado.

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La escena que tenía frente a mi carecía del menor de los sentidos.

—Was zum Teufel ist das? (Que diablos es esto?)— preguntó un igualmente impactado Yuri. Le miré y negué con la cabeza, llevándome la mano a la boca. Allí estaba, era Klaus. Estaba en una cama de hospital, en una habitación preparada para tales fines, con un suero conectado al brazo, inconsciente según veíamos desde donde Yuri y yo estábamos parados.
No me detuve a pensar mucho más y corriendo me acerqué a él. Tenía que hacerlo. El cabello le cubría el rostro, lo aparte para poder comprobar que efectivamente se trataba de no otro más que él mismo, el único Klaus Schmidt.

—Klaus…— susurré con una lágrima a la puerta del lagrimal.

Miré entonces a Yuri

—Por Dios… es él. Yuri que está pasando?— pregunté, él negó con la cabeza. Ninguno tenía idea de porque estaba allí, así.

Procedí a quitarle la intravenosa con cuidado.

—Qué estás haciendo?— preguntó Yuri enseguida.

—Tú qué crees que hago? Ayúdame, hay que llevarlo con nosotros, rápido— respondí.

—Klaus! Despierta, Klaus! Me escuchas?—

Respiraba por sí mismo pero no se movía a pesar de que le sacudimos. Llamamos a uno de los hombres quien me ayudó a colgar a Klaus a la espalda de Yuri, fue allí cuando noté un vendaje en su abdomen.

—¿Está herido?— me pregunté.

—¡Vamos! Vamos Sam!— dijo Yuri, teníamos poco tiempo para salir de la casa.
Bajamos con él rápidamente, los refuerzos de Bajar ya estaban cerca. Yuri subió a Klaus a la parte trasera de nuestro auto. Conducía a toda velocidad, nos estaban persiguiendo.

—Cuidado!— grité cuando nuestros cuerpos fueron sacudidos violentamente luego de volar un tope.

—No puedo, nos pisan los talones Sam. Sujeta a Klaus bien— respondió.

Recosté entonces la cabeza de Klaus de mi hombro, su cara se rodó con el movimiento y sus labios casi besaron los míos. Olía como siempre, la piel de su mejilla tan suave contra la mía.

—¿Qué te pasó Klaus?— le susurré.

Yuri logró esquivar a los lacayos de Bajar, llevándonos así devuelta a la mansión luego de horas de camino. Klaus aún no despertaba cuando lo cargaron hasta la casa. Sus hombres le recibieron igualmente alegres como sorprendidos.

—Lo hizo. Ella lo encontró — comentaban. Andros se quedó en shock al vernos llegar.

—Valla…— pronunció.

Se hacía la luz del día cuando llevaron al emperador de Aussenwand hasta de su habitación. Lo colocaron en su cama y enseguida mandé a buscar un médico para que lo revisara. Llegó pasada una media hora.

—Tiene una herida de bala entrante cercano al corazón y otra de entrada y salida en el abdomen, fue sometido a una cirugía— dijo el médico.

—¿De cuánto tiempo? ¿Hace cuánto?— pregunté.

—Por la cicatrización, yo diría que un mes más o menos — expresó el doctor.

—Es exactamente….— decía Andros.

—Ya lo sé — repliqué.

—Pero por qué no despierta? — preguntó Yuri notablemente preocupado por su jefe y amigo.

—Debo hacer pruebas sanguíneas pero puede deberse a algún sedante o calmante de alta duración. El efecto se pasará en un par de horas, no se preocupen— explicó.

Marcada: Imperio. Libro I: Dos caminos, un corazón.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant