ᥫ᭡ Parte uno. Claridad solar.

774 69 3
                                    

Los rayos del sol que se colaban por el espacio entre las persianas, traían consigo un calor reconfortante que despertaba a Jimin cada mañana al impactar al costado de su sereno rostro. La luz solar le daba la bienvenida como todos los días, la tranquilidad de la ciudad apenas desapareciendo en el exterior de las calles.

Temprano para ser un sábado sin pendientes que hacer, estuvo tentado a dormir el par de horas restantes hasta el mediodía. Sin embargo, se vio obligado a levantarse de la cama y seguir con su rutina de los fines de semana. Por mero hábito ahora, volvió su cara al otro extremo de su cama, esperando ver una bola de pelusa gris dándole los buenos días, pero no estaba ahí. No lo había estado desde los últimos tres meses.

Guk, su gato, una tarde se escapó por la ventana de su habitación y no vino de regreso. Estuvo por semanas preguntando a sus vecinos y pegando volantes en las manzanas alrededor de su departamento, solo para encontrarse con que los resultados no fueron alentadores.

Ese sábado, como muchos otros, saldría a continuar su búsqueda en los albergues para animales sin hogar; dentro suyo la esperanza de hallar a su mascota no se desvanecía y en compañía de su mejor amigo, Taehyung, se aventuraban cada vez más lejos en la inmensa ciudad de Seúl. Jimin vivía en un pequeño edificio de tres plantas, ubicado no tan cerca del centro ni de avenidas turísticas, simplemente un acogedor complejo para jóvenes universitarios y algunos adultos mayores, accesible para su bolsillo y con una buena seguridad en el barrio.

Viendo la pared blanca crema frente a él, se puso de pie preparándose para el largo día que le esperaba. Un suspiro cansado se entrelazó con un gran bostezo a medio camino, la noche anterior había estado despierto hasta bien entrada la madrugada realizando proyectos pendientes y el estrés por los finales del semestre le tenía con una horrible jaqueca casi toda la semana.

A sus 24 años, experimentar la punta del iceberg de lo que era la vida adulta se convertía en una carga pesada con la que debía sobrellevar por un año más, esperaba. Su graduación a la vuelta de la esquina justo después de completar con las prácticas sociales y el servicio social le tenía pidiendo auxilio a gritos. Se resignó en el estrecho pasillo que le llevaba a su modesta cocina, pero se detuvo frente al umbral de la puerta, la fotografía en un marco de madera hizo a sus orbes picar por las lágrimas. Jimin y su gato posaban frente al lente de una cámara, con la enorme sonrisa del joven haciendo a sus ojos medias lunas y el chocolate intenso brillante en los orbes felinos. Genuinamente, Jimin pensaba que Guk sonreía junto a él, por ello aquella foto era su favorita. Unas siete fotografías se repartían más en todo su departamento, las que solían destacar eran las de su sala, pero Jimin ya no se la pasaba tanto por allí. Una táctica poco favorable para el dolor que sacudía su corazón cada vez que salía de su habitación y tenía que enfrentarse a la realidad.

Volviendo el tiempo atrás, su pequeño Guk había llegado a su vida en una mañana ruidosa al lado de una tienda de convivencia que siempre solía frecuentar poco después de ingresar a la universidad, una caja de cartón con una bola grisácea llena de energía y maullidos le dieron a la vida de Jimin un grandioso vuelco. No dudó en tomar al diminuto gatito entre sus brazos y llevarlo al hogar que apenas iba en construcción. Cuando su primer sueldo después de su llegada fue puesto en sus manos, Guk tuvo su primera visita al veterinario, poco más de dos meses era su edad en ese entonces.

Guk creció de la misma manera en que el departamento de Jimin fue tomando forma, los espacios vacíos y sin muebles fueron sustituidos por algunos artículos de segunda mano y marcos de madera. Una tarde de abril fue un total caos entre la pintura y un minino exigente por comida. Las paredes crema fueron el primer paso para una mejor vida. Siempre había amado la serenidad que le traía el color de las paredes, pero en escasas ocasiones, sentía que todas ellas se cernían sobre él hasta el punto de asfixiarlo. Así como eran un consuelo, también se volvían un tormento angustioso a su alrededor.

ATARAXIA | KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora