ᥫ᭡ Parte cuatro. Tormenta en Júpiter.

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Fueron días bastante... peculiares desde lo sucedido.

Park Jimin tuvo el giro radical más brusco de toda su vida. Había rezado a cualquier ser existente que le trajeran de vuelta y sin un rasguño a su gato, pero... ¿tal vez no se especificó demasiado? ¿En qué se supone que se había equivocado? Porque el hombre cercano al 1.80 de estatura, de marcados músculos, mandíbula envidiable y cabello rizado y azabache definitivamente no se parecían en lo absoluto en lo alguna vez fue su pequeño gato.

Aunque sus ojos...

Sip, el único parecido entre Guk y este hombre llamado Jeongguk eran esos orbes grandes y expresivos, de un color chocolate oscuro y en ellos el brillo de las estrellas parecía ser una constelación que ni una sola noche despejada podría igualar. Tuvo que acostumbrarse a no desviar su mirada cada que sus ojos coincidían, se sentía melancólico nada más de verlos y pensar en todas las cosas que estaban saliendo muy distinto a lo planeado.

Fueron semanas donde también se volvió monótono el tener a una persona más orbitando a su alrededor las veinticuatro horas del día. Jeongguk se convirtió en el felino que le acompañaba desde siempre, solo que el cuádruple de tamaño y con un aspecto muy humano. Jeongguk solía pasar su tiempo dormitando en su sofá o viendo la televisión, no hablaba mucho y no hacía más que observarle por minutos. Jimin comenzaba a sentirse demasiado nervioso en su presencia, algo en el hombre lo desconcertaba, retrocedía asustado a su caparazón como un caracol cuando le tocaban un ojo de sorpresa.

Al estar a intermedios del semestre, tuvo que tragarse la pena y no descuidar mucho más de lo que lo había hecho ya sus estudios, Jeongguk ya conocía su rutina, así que lo despedía al lado de la puerta por las mañanas y lo recibía en las tardes como un reloj, Jimin volvía a irse a su trabajo cerca de las 5 de la tarde y regresaba por la madrugada. El bar se hallaba tranquilo en aquellas semanas, con el universo al fin poniendo las cosas a su favor para no volver tan desastrosa su vida. Jimin se repetía a sí mismo el tener que enfocarse y hacer lo posible por mantenerse en sus cinco sentidos; trabajaba con esmero e incluso les sonreía a sus clientes, lo que conllevaba a tener mayores propinas por su eficiencia. Ahora con una boca más que alimentar en su casa, su corazón no era un ingrato como para siquiera sugerir el echar de su hogar a Jeongguk. No podía, porque era su responsabilidad.

Jimin se encontraba cautivado y curioso por la forma en la que Jeongguk pudo haber percibido el mundo en su vida felina y el cambio a su humanidad. Las conversaciones que habían tenido en aquellos días fueron pequeñas y al mismo tiempo largas, Jeongguk apenas se estaba acostumbrado a su voz, aparte de que su vocabulario era limitado. Así que Jimin se apiadó de su persona y se tomó sus ratos libres al salir de sus clases para encontrar libros sobre el aprendizaje del idioma y algunos otros más que podrían serle interesantes a Jeongguk. Matemáticas, lectura, redacción y ciencias, más específicamente, las estrellas y el universo.

En sus memorias se dio cuenta de tantas cosas que fueron señales de que su gato no era uno común y corriente, las pasó desapercibidas por el hecho de que nunca tuvo a su cuidado a un felino, solo perros e incluso peces. Un gato fue algo nuevo y refrescante, un ser pequeño que hacía de las suyas y dormía y comía para después acurrucarse en su regazo. Al ser primerizo en ese aspecto, se leyó todo tipo de información, videos, notas, consejos y más fueron parte de su aprendizaje, Jimin deseaba darle una buena calidad de vida a su gato, cosa que se vio reflejada en los juguetes, en el rascador en la esquina de su sala y en la camita al lado de la suya en su habitación, bueno, Guk nunca la utilizó con ganas, prefería dormir en el pecho de Jimin o en el sofá individual.

La noche anterior mientras ambos veían la televisión, Jimin se fijó en la mirada llena de añoranza que Jeongguk le dedicaba al rascador, a Jimin le sacó una sonrisa. Para alguien cuyo aspecto físico parecía ser mayor que el propio Jimin era graciosa la forma en la que se comportaba. ¿Como un niño atrapado en el cuerpo de un hombre? Por días su pensamiento fue ese, las preguntas surgían con rapidez hasta volverse tantas que su cerebro no podría encontrar suficientes respuestas. Por ello comenzó a introducir otra vez datos e información sobre gatos a su cabeza. Guk tenía cuatro años humanos, lo que en edad gatuna se conducía a... ¿32 años? Se atragantó con su café helado a mitad de su descanso. Tendría que preguntarle a Jeongguk.

ATARAXIA | KOOKMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora