Capítulo 5: Un Cambio Radical

177 32 7
                                    

???: Tengo que estudiar –protestó una hermosa joven rubia de 17 años y medio.

Le había dicho a un joven que se acercó a ella, tirando de las riendas de dos caballos. Se trataba de un bello muchacho alto, cabello rubio y largo, lindos ojos verdemar que mostraban un brillo optimista. Era un año mayor que la chica, y estos dos se conocían muy bien desde niños.

???: Vamos, Jaina –insistió el joven con una sonrisa– Hasta el estudiante más diligente necesita tomarse un descanso de vez en cuando. Hace un día muy hermoso y deberías estar disfrutándolo.

Jaina: Lo estoy disfrutando.

Y era cierto; se hallaba en los espectaculares jardines de la ciudad de Dalaran acompañada de sus libros, en lugar de estar encerrada en una antigua habitación de lectura.

???: Un poco de ejercicio te ayudará a despejarte.

El chico se acercó más a la muchacha que yacía sentada debajo de un árbol, después le extendió su mano. Jaina sonrió a su pesar.

Jaina: *supiro* Algún día serás un rey magnífico, Arthas –dijo de manera burlona, mientras correspondía a su agarre y se ponía de pie– Nadie parece capaz de negarte nada.

Arthas se rió ante el comentario y sujetó las riendas del caballo para que Jaina pudiera montar. Como aquel día vestía con unos pantalones, ella pudo montarse fácilmente. Un instante después, el príncipe se subió con la misma facilidad a su montura.

Jaina echó un vistazo al caballo que Arthas montaba; se trataba de una yegua zaina, y no del semental blanco que el destino le había arrebatado.

La joven rubia le habló en voz baja, con algo de tristeza y comprensión.

Jaina: Creo que nunca te he dicho lo mucho que lamento la muerte de Invencible.

El júbilo abandonó el rostro del príncipe, como si una sombra hubiera ocultado el sol. No obstante, enseguida volvió a dibujarse una sonrisa en su rostro, aunque menos amplia.

Arthas: Gracias, a-aunque ya lo he superado..... Bueno... he traído viandas para poder disfrutar de una comida campestre, y tenemos todo el día por delante. ¡En marcha!

Era uno de esos perfectos días típicos de finales de verano, donde la luz del sol parece tan densa y dorada como la miel. Arthas impuso un ritmo muy alto, pero como Jaina era una jinete experta, no tuvo ningún problema en seguirle el paso. La llevó lejos de la ciudad, con el fin de recorrer las amplias campiñas verdes e infinitas praderas. Los caballos parecían estar divirtiéndose tanto como los jinetes. Ambos rubios disfrutaron sin cesar el gran paseo por el campo, dando carreras y disfrutando de la vista preciosa de la naturaleza, hasta que después de un rato pararon cerca de unos árboles para así armar un picnic.

La comida campestre fue sencilla a la par que deliciosa. Después de comer, Arthas se recostó en el suelo boca arriba, apoyando su cabeza contra sus brazos; entretanto, Jaina se quitó sus botas para acariciar con sus pies la suave y espesa hierba, mientras se recostaba contra el árbol con la intensión de leer un rato.

El libro se titulaba "Tratado sobre la naturaleza de la Teletransportación", y para ella era muy interesante... Pero debido al lánguido calor de aquel día, al vigoroso ejercicio, al tranquilo soplido del viento y al suave canturreo de las cigarras, ella acabó cayendo en un sueño profundo.

...

...

...

Jaina se despertó con un poco de frío, dándose cuenta de que el sol ya se estaba ocultando poco a poco. Se enderezó, se frotó los ojos con fuerza, y se percató de que el chico rubio había desaparecido. Tampoco se divisaba por ningún lado su yegua. Entretanto la montura de la chica, cuyas riendas estaban atadas a las ramas del árbol, pastaba feliz y contenta.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 17, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

¡Bendito sea este príncipe caído!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora