Finalmente I

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Pasó un mes desde lo sucedido y estaba empezando a enfermar, me sentía débil y tenía una fiebre que no me dejaba ir, mi ciclo de celo se retrasó por eso, me sentía terrible. Mi madre había estado cuidando de mi, su expresión preocupada la veía la mayor parte del día, tampoco era algo que me gustase.

-Tu padre debe llevarte junto a ella de inmediato -dijo tocando mi frente- a este paso es posible que mueras.

-Ella no quiere estar conmigo -cubrí mi rostro para que no me viese- estaré bien mañana.

-He escuchado esa frase todos los días y no ha habido mejora Ochako.

-Da igual, metí la pata por una estúpida trampa, se acabó madre.

Con algo de dificultad me senté en mi cama, ella solo podía mirarme, ya había hecho de todo y nada funcionaba, quizás ella estaría mucho mejor o peor, no lo sé, no habíamos hablado nuevamente, en ciertos momentos de rabia había intentado herir mis glándulas de feromonas, esta tonta casta podría ser la más fuerte pero a la vez era la más susceptible a las drogas, si no sintiera nada, si no liberara nada, quizás sería mejor, e incluso pensaba que así podía hacerle sentir a ella que de verdad estaba sufriendo.

-Si marco a otro Omega -dije- quizás esto termine.

-Pero tu no quieres a otro Omega, la quieres a ella.

-¡Ya lo sé! -apreté mis puños molesta- pero todo el maldito mundo está en contra de que seamos destinadas, quise largarme de aquí con ella y ves como resultó.

Toqué mi cuello por la parte de atrás, las heridas no cicatrizaban del todo y dolían todavía, no podía percibir mi aroma y no le había querido preguntar a mi madre, al ser una Omega le resulta molesto si no se trata de su alpha.

-Tu padre tendrá que escucharme -sentenció mi madre- no estoy dispuesta a perderte por su maldita reputación.

No le tomé importancia, solo me acomodé en mi cama otra vez, ella comprobó mi temperatura por última vez y tras un suspiro frustrado salió de mi habitación, al rato sentí la puerta principal, se había ido.

Con un poco de medicamento había logrado que la fiebre disminuyera, había sido capaz de levantarme e ir a la sala de estar, me senté en el sofá y me coloqué mis lentes de descanso, mis ojos pesaban más que de costumbre y la luz me molestaba, no había dormido bien este último tiempo así que podía imaginarme las ojeras que tendría.

-Himiko.

Constantemente la llamaba, si nuestra conexión existía todavía, ella lo habría sentido y probablemente sentiría que las cosas estaban mal. Pensaba una y otra vez lo que ocurrió aquel día, era mi culpa por donde lo viera, ella me lo advirtió ¿Por qué fui tras él? Mi cachorra estaba ahí, las tenía a las dos y cedí, que tonta.

Unos golpes algo demandantes en la puerta me hicieron reaccionar, mi cabeza dolió al instante, no estaba repuesta del todo como para atender más visitas.

-¿Quién es? -balbuceé- no es buen momento.

-Niña tonta, abre, es urgente -su voz solo me enfureció más pero no tuve opción. Abrí la puerta- estás muriendo.

-Lo dice tan natural, como si fuese algo de cada día -chasqueé la lengua- no es usual verlo aquí, señor Toga.

-No vendría aquí si no fuese una emergencia.

Me sorprendí al ver que se arrodillaba y bajaba su cabeza, uno de los grandotes guardias que lo seguía hizo lo mismo, no estaba entendiendo.

-Himiko está muriendo también.

Lo que el destino quisoWhere stories live. Discover now