Capítulo 4: Queridos Schell.

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Presioné el botón al que los dos íbamos

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Presioné el botón al que los dos íbamos. Mi mano temblaba. No podía creer la persona que tenía a mi lado. No había cambiado en nada, todo en ella seguía igual. Su cabello marrón, sus ojos color avellana y el lunar debajo del ojo izquierdo. Todo seguía exactamente igual.

Pareciera como si no hubiera envejecido jamás.

Exactamente. Marissa seguía igual a la última vez que la había visto.

De repente todos los recuerdos de mi niñez regresaron. Marissa curándome las rodillas cuando me había caído de mi pequeño triciclo naranja, pero también había una Marissa gritando y recordándome como se avergonzaba de tenerme.

Posé mi vista en la pequeña pantallita que muestra los pisos esperando impacientemente a que llegara al piso donde quería estar.

¿Quieres huir?

Si, quiero salirme ya de este estúpido elevador, pero no por cobardía, sino porque estaba poniendo el máximo de mi parte en no lanzarme contra ella y hacerla sentir todo lo que en su momento me hicieron sentir a mi.

¿Por qué no lo haces?

Por qué echaría a perder el plan y no puedo darme el lujo de eso. No permitiría que mis impulsos fueran un impedimento para llegar a lo que deseo, por muchas ganas que tenga de hacerla pagar, no lo haré. Al menos no por ahora.

¡Maldita Jane! Todo lo que tengo que pasar para llegar hasta ti.

Comencé a lamer mis labios de forma estresante y tal parece que esa mujer lo notó porque me dirigió una mirada de confusión y un poco de preocupación.

–¿Se encuentra bien? – la voz que alguna vez creí la más dulce ahora la escuchaba como la más frustrante.

–Estoy bien – dije secamente para controlarme.

–Jamás lo había visto por aquí – mencionó – ¿Es nuevo?

–Soy residente.

–¿Servicio social?

–Así es – mentí nuevamente.

Fue un infierno y sentí que el tiempo se pasaba extremadamente lento estando ahí dentro. Las puertas se habían abierto y salí del elevador como si mi vida dependiera de ello.

La tuya no, pero la de ella si.

Salí sin decir nada más y estaba a punto de encaminarme al sanitario cuando su voz volvió a detenerme otra vez.

–Espera – gritó desde atrás –¿Está todo bien?

No, no lo estaba, pero lo podía estar si desaparecía de mi vista antes de que yo lo hiciera. La fulminé con la mirada, pero de manera discreta –manera que solamente yo sabía hacer –y con una sonrisa falsa dije:

–Tengo trabajo que hacer.

Me fui corriendo al baño y dejé mi pequeña mochila negra que se hacía pasar como de trabajo sobre el lavabo. Abrí la llave mientras me quitaba los lentes falsos y mojé mi cara mientras trataba de que mi respiración volviera a estabilizarse.

HENRY✔- [PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora