CAPÍTULO 38

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La Mansión Makris se sentía terriblemente solitaria después de que las dos hijas salieran del nido.

Decir que sus padres las extrañaban era poco, estaban comenzando a deprimirse... Lo único que les mantenía cuerdos era la compañía del otro.

Para Nadia era un calvario no saber nada de Elora. La muy ingrata ni siquiera se había dignado a llamarlos la primera vez desde que se había fugado; pero eso ya no le importaba a su madre. A Nadia lo único que le importaba era saber dónde estaba su hija; si su pequeña había comido bien en los últimos meses y si estaba siendo feliz con lo que había escogido.

Nadia extrañaba a su hija menor también, pero para ella en cuestiones de sangre no se mandaba y su dolor era no tener a Elora con ella.

Pietro era otra historia.

Comenzaba a sentirse desesperado... Cada vez que el sol se asomaba en el horizonte, comenzaba un nuevo calvario.

Extrañaba a sus dos hijas, las amaba con su vida y quería volver a tenerlas en casa... Pero no era eso lo que lo desesperaba, sino el hecho de que había visto a Iris Tholos el mes anterior y no había pegado ojo durante las noches siguientes a eso.

¡Él sabía que el pasado tenía la mala costumbre de regresar cuando menos se le esperaba!

Tenía mucho tiempo sintiendo un mal presentimiento, desde la boda de Anastasia con el Vasileiou, para ser exactos.

Era ese terror el que le paralizaba e impedía ir a visitar a su hija y saber cómo le iba en su vida de casada.

Esa mujer lo tenía en la mira, a él y a su esposa. Lo sabía.

Había regresado por ella y ya no había nada que Pietro pudiera hacer para mantener a su pequeña a salvo... Ahora, el único que podía mantenerla a salvo, oculta de Iris, era Keelan Vasileiou.

Pietro sólo le pedía a Dios que ese Vasileiou quisiera a su hija lo suficiente como para alejarla de allí en cuanto él se lo pidiera.

No veía la hora de encontrarse con su yerno para ponerlo al tanto de lo que sucedía... O estaba por suceder, pensó al tiempo que miraba la noche desde la ventana de su despacho.

A Keelan se le antojaba que el día estaba siendo demasiado perfecto para ser verdad. Caluroso pero con mucho viento, como era común en costas e islas... El pensar en el clima caluroso le trajo recuerdos de cómo fue su despertar esa mañana. Había amanecido con la mano de Anastasia descansando sobre su pecho.

El calor de sentir su mano en su pecho, el contacto piel con piel, le había dejado estático por unos segundos luego de despertar.

No sabía qué hacer... ¿Se movía o se mantenía allí?

Miró hacia un lado, posando su atención en Anastasia, quien dormía plácidamente a su lado.

Ella estaba en el centro de un desastre de colchas, mantas y almohadas. Su cabello estaba revuelto, desparramado en distintas direcciones sobre la almohada.

De nuevo sintió que ella era una niña, una pequeña mimada que dormía a gusto entre plumas después de conseguir hacer lo que se le antojaba con él... Qué jodido estaba.

Muy jodido, pensó regresando a la realidad, mientras entraba en su departamento de soltero.

Anastasia lo sacaba de quicio, pero sorprendentemente parecía disfrutar un poco del pequeño jueguito de poderes que estaban jugando los dos.

Moría de la curiosidad por ver quién caía primero.

Recordó la forma en la que ella había explotado la noche anterior, cómo le dijo lo que pensaba en su cara, y se le escapó una risa seca al tiempo que se dirigía a su habitación.

ESPOSA SUSTITUTA (Saga Vasileiou I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora