Capítulo 6

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—¿Cómo lo conseguiste? —pregunta el nombrado Ladón mientras con su mano desarma la oscura nube donde el primer sujeto comienza a gritar nuevamente.

—Los muertos viajan deprisa —responde con dramatismo el sonriente tipo.

Pero el resto de su conversación se me vuelve incomprensible porque no puedo quitar mis ojos del inmóvil cuerpo de mi hermana.

—¡Eva! —grito mientras intento levantar mi cuerpo.

La desesperación por llegar a ella hace que logre ponerme de pie, pero Ladón también deshace aquella nube y con un único golpe en mi vientre me hace doblar en dos y caer de rodillas.

—Ahora sí serás de utilidad, mierdecita —dice con sorna.

Hace aparecer una oscura puerta y me dejo arrastrar por él hacia la misma. El hilo alrededor de mi corazón está apretado con fuerza, sé que voy hacia Eva.

Lo primero que me recibe es el viento junto a unas cuantas gotas de la tormenta que se encuentra paseando por los cielos de este mundo. Lo segundo es el lodoso suelo al momento que este tipo me lanza sin contemplaciones a un costado. Mientras le veo acercarse al otro sujeto, aprovecho para sacar las llaves de mi bolsillo y esconderlas en mi puño.

Prestando más atención a sus pies hay dos cuerpos. Uno que pareciera de una campesina y el otro es de Eva, ambas tendidas en un fango rojizo y por un momento ruego egoístamente que esa sangre le pertenezca a la primera solamente.

—¿Qué fue lo que te dije, Paole? —dice con un gruñido Ladón.

—¡Me atacó cuando estaba almorzando! ¿Qué se supone que hiciera? ¿Dejarle morder mi cuello?

—La información que tiene es más valiosa que tu estúpida vida, además un espejo no es capaz de nada mientras tenga forma humana —dice para pasar a señalarme y agregar—: Ve a controlar a aquella otra y no molestes.

Le veo palmear el rostro de Eva y es la reacción que noto en la misma lo que evita que me mueva mientras el supuesto Paole camina hacia mí.

—Son bastante estúpidos ustedes ¿no? —me dice mientras se acuclilla, quedando a la altura de mis ojos—. Si yo tuviera en mi poder al Malus jamás intentaría llevar esa inútil vida de mortales, sino que me impondría como un dios dador de vida. Pero, lo han escondido tan ingeniosamente, es lo único que hicieron bien.

—No sé de qué estás hablando —le digo y me sorprende la ronca y deformada voz que sale de mi garganta.

—Ese también es una putada que tienen ustedes, qué es eso de que uno solo permanece consciente mientras los demás fingen ser ser humanos —dice medio riendo para luego, utilizando una voz aguda y rodeando su torso con sus propios brazos, agregar—: ¡Me siento tan solo, quiero ser un humano y sentir también, no quiero ser un monstruo!

Entierro la llave de clavo justo en uno de sus ojos y me obligo a introducirla hasta que la base de mi puño hace tope con su cara. Ignoro sus gritos y esquivando su brazo me lanzo hacia Eva, pero en ese instante el hilo se corta y veo a la muerte apoderarse del brillo de vida de aquellos ojos que se encuentran mirándome mientras la asquerosa mano de Ladón le sostiene el rostro.

No llegué a tiempo, no logré salvarla.

La garganta se me llena de un grito que suelto con su nombre, pero nada sale ya y la misma se me cierra. Estoy sola, mi mundo ha muerto y la nada se apodera de mi pecho.

No me entero en qué momento el que dejé tuerto me lanza hacia atrás, ni cuando la máscara de la vida se cae de su rostro dejando unos pocos cabellos pegados a su cráneo al igual que su amarilla piel.

Ese vacío sigue pero algo más está allí, algo aparece y los recuerdos inundan mi mente como si una presa se hubiera roto. Son vidas y más vidas, almas devoradas y cuando recuerdo la manzana todo queda en silencio en mí. Sé lo que soy, soy un monstruo, uno que descubrió que la soledad de la inmortalidad solo se puede sobrellevar acompañado de alguien igual y no va a abandonar aquello.

Paole se lanza hacia mí ignorando lo que sea que le grita Ladón. Yo solamente lo espero, sé lo que debo hacer.

Cuando está lo suficientemente cerca le salto al cuello y de un solo mordisco arranco la seca carne que luego escupo a un lado. Mi cuerpo cambia, la piel se vuelve gris, mis extremidades crecen, mi cabello cae y mi mandíbula se estira hacia delante como la de un perro.

En un solo movimiento abro su estómago con las filosas garras que han surgido en el lugar de mis dedos y brota la sangre que debió ser de aquella mujer, su llamado almuerzo. Baña mis manos y no siento gusto ni disgusto por esto.

Si no fuera porque Ladón corre hacia mí mientras lanza una de sus armas, me hubiera dado tiempo de arrancarle la cabeza.

Corro a su encuentro también, pero es más fuerte y fácilmente quiebra, cual rama seca, uno de mis flacos brazos que intentan golpearle, aunque con el otro logro romperle la máscara de escamas. Retrocedo y es el aroma a amoníaco lo me hace saltar a un costado evitando así la llamarada de fuego que brota de su boca.

No puedo ganarle ni dejarlo atrás, lo sé, él es mucho más fuerte que yo.

Así que me lanzo al suelo y aparezco justo donde quiero, al lado de mi hermana. Veo la incredulidad en sus ojos al volver y verme lejos de su alcance, pero no le doy tiempo, hace rato el mismo se me acabó.

Con mi brazo todavía útil, abrazo el pesado cuerpo ya sin vida de Eva y me dejo caer de espaldas sobre el imperturbable reflejo del cielo que produce el charco que la sangre de aquella inocente y la reciente lluvia dejaron atrás.

Del otro ladoWhere stories live. Discover now