Capítulo 2

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EL DE LA LUCHA EN EL PATIO


Cada mañana, al despertar para dirigirse a la escuela, su rutina comenzaba con una carrera apresurada hacia la radio, su fiel compañera en aquel pequeño cuarto. Con la maestría de quien conocía cada rincón del dial, sintonizaba ansiosamente el éxito del año, aquel que en ese momento resonaba con energía en todas las calles: "Donde, Donde", interpretado por la renombrada agrupación Los Darts.

En aquel modesto cuarto del niño, repleto de sueños e ilusiones, los pocos adornos que decoraban sus paredes eran testimonio de su amor por "Los Darts". En especial, guardaba con orgullo un póster que había logrado adquirir de manera furtiva, arrancado de los postes de las calles de Mérida, ciudad que había tenido la suerte de acoger a sus adorados ídolos en una presentación reciente. Con el peine en la mano, el pequeño se miraba en el viejo espejo de cuerpo completo, que a pesar de sus numerosas rayas, aún lograba cumplir su función. El reflejo del niño, con su cabello peinado al estilo de sus ídolos, ligeramente hacia un lado, desprendía una alegría inocente y esperanzadora.

A medida que el niño se observaba en el espejo, se percataba de las marcas que él mismo había dejado allí, añadiendo una nueva rayita cada día. Era su peculiar manera de medir su crecimiento, no solo físico, sino también en ese sentimiento embriagador que lo había llenado de ilusión: el amor por la música, la pasión que Los Darts despertaban en su joven corazón.

Contemplándose en el espejo, sus ojos curiosos no solo buscaban rastros de su crecimiento, sino también indicios de músculos incipientes en sus delgados brazos. Aunque todavía se veían las costillas asomando a través de su piel, el niño creía haber engordado ligeramente, una señal de progreso en su constante deseo de fortaleza y madurez.

En aquella humilde habitación, donde las carencias y la pobreza eran palpables, el niño encontraba refugio en su pequeño santuario lleno de música y esperanza. Sus sueños, enredados entre las notas de Los Darts, le permitían escapar, aunque solo fuera por un instante, de la dura realidad que lo rodeaba.

Como en cada mañana, el bullicio del hogar despierta con la voz de su madre resonando por los estrechos pasillos.

¡Neneeee! - exclama con cariño, sin dejar de tratarlo como el niño que una vez fue. Aunque ya ha cumplido diez años, su nombre evoca el eco de sus abuelos, aquellos que solo conoce a través de las historias maternas.

La respuesta del muchacho no se hace esperar - ¡Ya estoy despierto! - grita con energía, despidiéndose así de los sueños que aún revolotean en su imaginación. Apaga la radio, la fiel compañera de sus mañanas, y se viste con el uniforme escolar, cuidadosamente colocado por su madre en la puerta de su habitación la noche anterior. Los zapatos encuentran su lugar en sus pies pequeños pero decididos.

Al salir de su cuarto, se adentra en el corazón de la modesta morada familiar. Es entonces cuando su madre, con un amor inquebrantable, busca al "grandote de la casa", ansiosa de abrazarlo. Como hijo único y sin la compañía de mascotas, todos los mimos y atenciones se concentran en él, aunque en ocasiones sienta cierta vergüenza al ser tratado de esa manera, pues ya se percibe como un muchacho mayor.

Feliz cumpleaños, mi amor. Diez años no se cumplen todos los días. Ven, cómete una arepita antes de irte - le dice su madre con ternura.

Responde con determinación - Me la como en el camino - Toma la arepa en sus manos y se despide apresuradamente, aferrando su mochila en la entrada de la casa.

Desciende ágilmente por las escaleras del barrio, dejándose llevar por el ritmo acelerado de sus pasos y el sabor de la arepa que degusta con ansias. A medida que avanza, su entorno cobra vida ante sus ojos. Las fachadas de vivos colores se alzan con orgullo, salpicadas de grafitis que otorgan personalidad a cada rincón de San Anita. Las risas y juegos de los niños llenan las calles, mientras el aroma del pan recién horneado flota en el aire, entrelazándose con la música que emana de las radios que resuenan en cada esquina. El barrio vibra con una energía contagiosa, invitando al protagonista a sumergirse en su esencia.

MacheraWhere stories live. Discover now