12. Mirar la belleza descansar

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Desde el momento en que se acostó en ese sillón sabía que sucedería después de un rato. Su respiración tranquila me decía que tenía razón, y cuando me acerque para verla confirme lo sabido.

Estaba profundamente dormida.

Dixon la miraba con curiosidad, en especial a su característico y llamativo pelo rojo. Nunca había visto ese color en nadie más, no era naranja o un color de un tono parecido. Era rojo, intensamente rojo.

Bueno, si lo había visto... Pero había estado tratando de ignorar ese hecho.

Le corrí unos mechones para observarla mejor. Era hermosa. La necesidad de guardarla dentro de un frasco para protegerla creció una vez más en mi pecho, de tenerla siempre conmigo.

Pase un brazo por abajo de sus rodillas y otro por su nuca. La levanté entre mis brazos sin hacer mucho esfuerzo y caminé hacía las escaleras para subirlas. Fruncí mis labios cuando metió su cabeza en mi cuello, no por el acto, si no porque se sentía bien. Su respiración chocaba con mi piel.

Me causaba gracia verla tan tranquila, siempre era muy energética.

Había varias habitaciones en la mansión para huéspedes, pero mis pies se encaminaban solo a mi cuarto. Mi cuerpo iba a descansar mejor si estaba conmigo, a mi lado nada le pasaría.

La sostuve con un mano mientras abría con la otra las puertas de la habitación. Con cuidado de no despertarla la dejé en mi cama, sintiéndome tranquilo por tenerla aquí.

Mire su vestido, probablemente sería incómodo dormir con el, pero no se lo iba a sacar. No sin que ella me diera permiso y no quería despertarla, se que está cansada.

Por mi parte, si me cambie, saque todo mi traje y me quede solo con un pantalon gris de algodón. Odiaba dormir con ropa.

Me acosté a su lado sin poder evitar quedarme viéndola. Las sensaciones que me causaba me agobiaban, más por saber lo que significaban y lo que iba a terminar pasando.

No le conté toda la historia de mi familia, me faltaron varias partes, como la del amor. Pero no quería asustarla, así que solo guarde silencio.

Mis dedos se fueron a su mejilla, las cosquillas se fueron de mis manos a todo mi cuerpo. Sonreí, sabía que Dalia estaba dando vuelta mi mundo.

La pequeña y caótica pelirroja.

Solo esperaba que mi suerte no arruinara nada, toda mi vida se basó en tener y perder. Pero se lo había prometido, la protegería de todo.

Incluso de mí.

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La Debilidad Del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora