43. Conexión de sangre

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8 meses después

Mi pierna se movía de arriba abajo sin cesar, los nervios y el miedo me paralizaban todo el cuerpo mientras esperaba sentado en el hospital. Esperando que mi prometida y mi bebé salieran sanos y salvos.

Bailey estaba parado en el medio del pasillo, mirando fijamente en dirección de la puerta doble por dónde se habia ido Dalia hacía horas. Cada tanto movía las ojeras, como si estuviera escuchando algo. Dixon, acostado a su lado, lo imitaba.

Claramente no estabamos solos. Toda nuestra enorme familia estaba en el hospital, dentro y fuera, estaba indundado de toda nuestra gente, esperando el nacimiento del próximo líder. Del próximo príncipe esmeralda.

Princesa esmeralda...

Sacudí mi cabeza poniendo mis manos en ella, no podía ser.

—Va a estar todo bien, ya saldra—Trato de tranquilizarme Tania, sentándose a mi lado. Malcom apretó mi hombro ayudando. Pero nada funcionaba.

No entendía por qué tardaba tanto, por qué ningún doctor salía a decirnos algo. Mis ojos se fueron a Denayt, la cual estaba en la pared de al frente, recostada en ella, se mordía el labio con ansiedad. Trate de respirar.

Las puertas de afuera se abrieron dando a paso a... Lerentia. Y Olivia detrás con cara de pocos amigos. La mirada quebrada de la primera mencionado se fijo en mí, parpadeo un par de veces para acercarse. Hizo una pequeña reverencia.

—Señor. Lo felicito. Yo... Estoy feliz por tí, por ustedes. De verdad—Solo asentí. Sus palabras no sonaban sinceras. No me importa, nada que haya pasado entre nosotros me importaba. O lo que ella se imaginaba que haya pasado.

—Familiares de Dalia—Me pare al instante. La enfermera que llamo me analizó de arriba abajo, parecía agitada. Hasta asustada—Necesitamos ayuda, esta muy alterada y demasiado violenta—Fruncí el ceño comenzando a caminar al pasillo por el cuál se la llevaron, la enfermera no intentó detenerme.

Cruce la puerta doble sin saber dónde ir, pero los gritos de Dalia me ayudaron a encontrarla.

—No la toquen!—Mis pasos se relantizaron al escucharla. Mi corazón latía desbocado. Sentí mi cuerpo temblar. No la toquen.

—Va a ser una niña, te lo digo para que te prepares.

No podía ser, una niña. Aunque intente no aceptarlo, muy en el fondo, siempre supe que Dalia decía la verdad.

No me importaba que sea una niña, iba a ser mi niña, mi hija. Lo que me importaba eran las leyendas, las historias, el sufrimiento. No quería eso para mis hijos.

A pesar del miedo que me daba ese hecho, sentía como algo me tiraba hacía la sala de parto. Como me guíaba.

Escuche tantas veces sobre la conexión del hijo y padre esmeralda, tantas veces. Más nunca la tuve. Ahora, mientras caminaba a la sala, mi sangre cosquilleaba, mi corazón no podía esperar a tenerla en mis brazos. Incluso en los meses de embarazo de Dalia, aunque no estaba ni cerca de nacer en ese entonces, podía sentir en cada músculo de mi cuerpo, como mi hija calaba dentro de mí, haciendo que la ame sin todavía verla. Sin conocerla.

No importaba ninguna leyenda, siempre estaría bajo mi manto, no permitiria que nada le pase. Así como se lo prometí a su madre.

Los gritos de Dalia se escuchan desgarradores a medida que me iba acercando.

Entre cauteloso encontrándome con ella acostada en la camilla, en uno de sus brazos sostenía a nuestra... Hija. Y con la otra mano apretaba un bisturí.

La Debilidad Del DiabloWhere stories live. Discover now