Temporada 3

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El fin del mundo acaba de desatarse en el interior de ese coche donde el aire acondicionado es incapaz de aplacar el calor que emana el rabioso cuerpo de Bakugou.

Abre la boca para hablar pero de ésta no sale nada.

Tantas cosas por decir.

Tantas cosas por gritar.

Tantas cosas por las que necesita una explicación.

Y nada.

Se ha quedado mudo de la impresión.

-Ya estás a salvo, hijo.

El pecho de Bakugou sube y baja tembloroso arrancando una sonora carcajada que explota en el habitáculo no dejando ser escuchado en el exterior.

-¿A salvo?

No puede parar de reír.

Oculta sus ojos limpiándose lágrimas de risa y otras con distinto sentimiento.

-Hijo de puta... - y como si Masaru lo hubiera previsto, se deja golpear por su hijo. Recibiendo la ira acumulada en ese ardiente puño que se hunde en su pómulo hasta que sus guardias de seguridad logran reducir a Bakugou – Maldito hijo de puta... ¿A salvo, dices? – balbucea – Mataste a Touya. ¡Pediste que lo asesinaran! ¿Y dices que estoy a salvo? Valiente cabrón... - Bakugou intenta soltarse pero ya no puede alcanzar el rostro impasible del que un día fue su héroe mientras se limpia las gafas y se las coloca dándole igual la sangre que tiñe su rostro.

-Vendrás conmigo, tanto si te gusta como si no. Hay alguien que desea conocerte.

Con un chasquido de dedos, Bakugou siente un latigazo eléctrico en la espalda.

Le han hecho dormir con una pistola táser.

****

Cuando Bakugou despierta no lo hace atado en una silla con el demonio enfrente como le hubiera gustado, todo lo contrario. Se encuentra en una blandita cama completamente solo.

Por un momento cree que todo lo vivido ha sido un sueño. Que se encuentra en la cama que a duras penas ha resistido en sus encuentros pasionales con el rey del infierno y que de un momento a otro aparecerá saliendo del cuarto de baño totalmente desnudo, con restos de gotas recorriendo su apetitoso cuerpo, encontrándose con su mirada y elevando de nuevo el placer en su entrepierna.

Pero no.

El demonio no aparece por ninguna parte.

Y no es la misma habitación que ha visto de todo.

Llaman a la puerta y un par de hombres que no conoce le piden que les acompañen. No tiene más remedio que obedecer.

Mirando todo a su alrededor sabe que allá donde esté no se parece en nada a la jaula a la que quiere regresar. Escalofríos recorren su espalda como el gélido aliento de la muerte advirtiéndole que acaba de entrar en dominios peligrosos. Guiándose por su intuición, graba en sus retinas todo lo que está viendo. Y a todos los que se encuentra en su camino. Hombres vestidos de negro con pinganillos en sus oídos. Memoriza cada rincón. Cada pasillo. Cada escalón. Cada cuadro. Cada jarrón. Cada ventana. Cada árbol que asoman tras éstas. Todo puede serle de utilidad para escapar.

Si es que le dan dicha oportunidad.

Sus pies se detienen en seco ante una impoluta puerta de roble.

Los dos hombres le piden que entre. Al hacerlo, sabe que no es su primera vez en esa habitación inmaculada... Pero esta vez no hay ningún conejo, ni tiene entre sus manos un arma con el que le tiene que darle muerte. Tan solo hay dos hombres. Uno es su padre que le observa de pie, de medio lado, por encima del hombro. El otro alguien a quien no le encuentra parecido alguno con Midoriya. Nada en absoluto. Ni siquiera el olor a muerte que desprende es el mismo de aquel que creyó que era el rey del infierno cuando tan solo era el príncipe destronado...

InfiernoWhere stories live. Discover now