Dulzuras y demonios, Aemond

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Pasar con Lucerys todo el día contenta su corazón.

Lo ve en la mañana dónde desayunan, lo ve en la tarde y en la noche, en todo el día y en el atardecer, lo ve reír, hablar o simplemente sonreír.

Usa vestidos solo de la Casa Targaryen desde que fueron comprometidos, le toma de la mano y cuando nadie ve le da un suave beso en la mejilla.

Estar con Lucerys es como leer un libro, agradable como un pastel de moras y dulce como pastel pero sin llegar a empalagar, gentil y suave como algodón, mientras más tiempo pasa con Lucerys más cae en la dicha de sus encantos.

Aemond es demasiado feliz, está gira por el reino junto a su prometido es lo mejor que le pido pasar, lo puede ver sin restricciones y pasar a conocer su reino juntos.

Lucerys lo toma de la mano aveces, otros momentos lo contenta con su risa y los momentos más atrevidos, dónde lo abraza con delicadeza, cada sensación se siente como gozar de los rayos del sol cálido en su piel, una felicidad tan linda.

Esta tan lleno de gracia por sus vivencias.

Hoy es un día muy especial, lleva toda la tarde recorriendo en caminata junto a Lucerys las tierra de los ríos, su lugar natal, el Omega está feliz y totalmente entusiasta mientras le muestra atracciones o habitantes que solía mantener cercanía.

Las personas de los ríos está tan gozosa y satisfecha de saber que la reina consorte tiene sangre de su tierra, aunque no se crío con ellos, mantiene alegremente sus costumbres y no se avergüenza de su sangre Strong.

Harwin no está tan contento de ver a su hijo menor de la mano todo el tiempo de su cuñado, sin embargo la felicidad en el rostro de su hijo suele desacelerar su furia, calmando momentáneamente su ser.

Cuando el día finaliza, están en un balcón de Harrenhal, observando el atardecer en un silencio cómodo, el cielo tintado en tonos naranjas y violetas.

Aemond aparta su vista del atardecer para observar a su Omega, Lucerys tiene su rostro lleno de la luz cálida, sus ojos verdes resaltan mayormente y su belleza lo deja embobado por unos segundos.

— ¿Se le he robado algo, mi señor? — habla con suavidad Lucerys, sin mirarlo.

—Creo que me ha robado el corazón — confiesa con las mejillas al rojo ardiente.

Lucerys enfoca está vez su mirada dulce en Aemond, quien solo siente su cuerpo flojo ante tan cálido sentimiento.

— ¿Puede permitirse ser atrevido con mi futuro esposo?— pregunta bajo, cerca del rostro del menor.

Aemond asiente de inmediato, expectante de cualquier cosa.

Lucerys entonces acerca su rostro al alfa menor, con una gracia que parecía bendita pega sus labios a los contrarios, sin moverse, solo manteniendo el contacto.

Las piernas de Aemond están débiles y su corazón late a toda dar, su mente vuela y por un instante Aemond siente que está en el cielo.

<<Así debe ser>> piensa <<así deber ser como uno se siente cuando vuela en dragon, en el cielo mismo>>

Lucerys aparta con delicadeza su rostro del menor y toma su mano, se acerca más al cuerpo de su tío y apoya su cabeza en el hombro contrario, simplemente contemplando la vista.

Aemond siente que está viviendo las más dulces de las vivencias justo ahora.

La mente de Lucerys observa todo Harrenhal, le hubiera pertenecido de casarse con su hermano, pero ahora todo dónde toca el sol y donde no, le pertenece, cada persona y cada Casa contesta a sus peticiones, todos ellos están tan debajo de él, lejos de tocarlo, lejos de siquiera saber una mínima del poder que ahora tiene.

Todo le pertenece, aún no es reina, pero es bueno que uno conozca su poder, sepa que le pertenece y como cuidarlo.

La forma de cuidar todo esto, todas estas personas, su subditos y nobles, es sencilla ; debe cuidar el corazón de su tío, en sus manos Aemond jamás sufriría y él en cambio tendría todo el poder, riquezas y reconocimiento deseado.

Con una dulzura engañosa, Lucerys casi ha logrado hasta convencerse así mismo de ser un ángel enviado de los siete cielos para este pueblo, para este alfa.

Se atreve a soltar más de su aroma está vez, más dulce y sabe que tiene éxito en encarar a su tío cuando esté se relaja aún más contra su mejilla, hipnotizado y cazado sin saberlo, estando en las garras del demonio.

—Mi corazón te desea Aemond — confiesa en silencio.

No miente, realmente desea a su tío, en todo aspecto.

—Mi alma y ser están dichosos de saber que somos correspondidos en eso mi precioso Lucerys — con algo de valla, Aemond de atreve a apretar más la mano de Lucerys, en un acto cariñoso.

Una sonrisa conforme se posa en el rostro hermoso del Omega.

Siempre obtiene lo que quiere.

Se busca un buen alfa - lucemondWhere stories live. Discover now