ℂ𝕒𝕡í𝕥𝕦𝕝𝕠 𝟛

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Me sentía como una vasija recién comprada , caminando al lado de ese hombre enigmático, así lo llamé en mi memoria, puesto que eso era lo único que demostraba en ese momento.

Entramos a la mansión no muy lejos de mi padre y Alexander. William me susurró algo.

— Ve por tus cosas, te estaré esperando aquí.

Después caminó hacia ellos como si nada. Me di la vuelta y volví a la cocina, ahí estaba Pamela tomando jugo, me sonrió y la correspondí, entré a mi pequeño cuarto cerrando la puerta. ¿Que podría tomar de aquí? No tenía nada, absolutamente nada; me senté sobre el borde de mi cama, tratando de digerir todo lo que me estaba pasando; mi vida estaba a punto de cambiar no sabía en qué lío me había metido, pero ya no importaba, ignoraba todo lo que estaba pasando sin embargo, no podía preguntar nada, fue una condición por parte de él.

Después de unos minutos, salí, así como entré, Pamela limpiaba la mesa, me miró y frunció el ceño al ver que no llevaba nada entre mis manos.

— ¿Está usted bien señorita? — me preguntó.

— Si — respondí — ya es hora de irme.

Sentí un poco de pena por Pamela, conocía el temperamento de Giselle y sabía que esta le haría la vida imposible , era una mala persona, pero en fin, ese no era mi problema, me despedí de ella y crucé la puerta, ellos ya no estaban solamente mi padre, Giselle y también Miguel.

No supe que decir, despedirme o no, bueno, los ignore como ellos lo habían hecho conmigo, caminé sin ver a ninguno de ellos. Fue hasta cuando llegué a la puerta, que mi padre habló.

— Mucha suerte Sofía, la necesitarás.

Esas palabras fueron más una advertencia que deseos, no vi hacia atrás, enfrente de mí estaba William, recostado sobre el auto, con esas gafas oscuras, mirando hacia el jardín, respiré hondo y llegué hacia él.

— Estoy lista, vámonos.

Él volvió en si, al ver que no llevaba nada se sorprendió pero tampoco dijo algo, justo a su lado había otro hombre no menor que él, a quien ordenó amablemente.

— Es hora Elvin, vámonos.

Se llamaba Elvin y era su chofer, dicen que los empleados toman el mismo carácter de su jefe, pero Elvin no sentí que fuera así, me sonrió amablemente haciendo una leve reverencia y abrió la puerta trasera del auto.

— Gracias — dije para después entrar.

William también entró, se acomodó sobre el asiento desde la otra esquina, evitando que lo tocara, hice lo mismo, no lo miré ni un solo segundo y me dispuse a ver la ciudad a través de la ventana del auto. Era una vista que jamás había tenido, no había tenido la oportunidad de ver más allá de la cocina, no me agradó ver tanta gente en las calles, suspiré y recargué mi cabeza sobre el asiento cruzando los brazos.

La elección de amarNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ