Capítulo treinta

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Nunca me había sentido tan desesperado como en estos momentos en los que corro hacia esas puertas de emergencia en ese sucio hospital, nunca había sentido ese vacío tan grande como en este instante

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Nunca me había sentido tan desesperado como en estos momentos en los que corro hacia esas puertas de emergencia en ese sucio hospital, nunca había sentido ese vacío tan grande como en este instante.

Mis piernas me impulsan a buscarla, a comprobar que aún respira, pero una parte de mí quiere hacer arder el mundo tan solo por haberle echo daño, solo por haberla echo sufrir.

Sabía que nada de esto terminaría bien, pero aún así luché por mantenerla a mi lado, desde aquel día no pude separarla de ahí.

Se había convertido en mi nueva obsesión, en la persona que llenaba el vacío que desconocía que existía dentro de mí.

Al llegar a las puertas del salón donde se encuentran operando a mi mujer me detengo, doy un vistazo fugaz a los asientos de la derecha donde se encuentran sentados los padres de Miranda.

Arrastro lentamente los pies, su madre levanta la vista y en cuanto me ve comienza a llorar de nuevo.

-Lo siento-tragando fuerte me arrodillo frente a su madre que pasa sus brazos por los míos y me abraza fuerte.

Le devuelvo el abrazo.

-Ella estará bien-me susurra.

Asiento.

-Seguro lo estará, es toda una guerrera-cierro los ojos por un momento -. ¿Cómo está ella?

Fabiola mira las puertas del salón y niega.

-Aun no nos han dicho nada, pero al parecer hubo una complicación hace menos de quince minutos entraron varios enfermeros corriendo -sorbe de la nariz -Y no entiendo que le pasó, ¿por qué a ella? Prácticamente infarte cuando recibí esa llamada del hospital diciendo que mi hija había tenido un accidente, mi esposo y yo no estábamos preparandos para eso.

Miro al señor a su lado, y le regaló una tensa mueca, es la primera vez que coincidimos y me temo que este no es un muy buen momento.

Pero aún así estiro mi mano para saludarle, el me devuelve el saludo algo tenso.

-¿Que fue lo que le pasó?

-Según me dijeron, mi niña había pedido un taxi para regresar a casa, no entiendo muy bien la situación, pero creo que el taxista intentó secuestrarla y ella saltó del auto por eso se hirió con una especie de chatarra del camino, un chico la encontró mientras huía y la trajo al hospital contándole lo poco que sé al doctor.

Asiento apretando mis manos con enojo.

Maldito cabrón de mierda, en cuanto te atrape te arrepentirás de haber nacido algún día y me encargaré personalmente de ello, te haré revolverte en el lodo como la rata sucia y asquerosa que eres.

Se metieron con quién no debían y hirieron a la persona equivocada, debieron ponerse a jugar con la candela y no ququear al mono. Ahora verán de lo que soy capaz. Su provocación surtió efecto, los haré arrepentirse de cada cosa que han echo, los haré arrepentirse de todo.

Señor Walker  [+18] ©Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum