Vivir Con La Perthes

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Nadie me subió la escalera. Descubrí cómo colgar las muletas en mi brazo y subir mi trasero de un escalón al siguiente con los brazos y la pierna sana. A la mañana siguiente tiré las muletas por la escalera y bajé de la misma manera. Se me hubieron instruido llamar a mi padre a que me ayudara a ponerme el cabestrillo, pero eso lo logré solo. Me hice muy hábil en hacer las cosas a mi manera, y todo empezó a parecerme normal y natural. Mamá trabajaba de 7 a 3. Ella dejó una nota para llevar al director de la escuela, junto con la nota que el médico había escrito, explicando mi condición. Papá me indicó firmemente que lo llevaría  a la oficina de la escuela a primera hora, mientras que preparó un desayuno rápido para nosotros antes de irse al trabajo, poco antes de las 8:00.

Los niños se quedaron mirando mientras caminaba media cuadra hasta la parada del autobús escolar. Cuando llegué me hicieron muchas preguntas. Les conté lo que me hubo pasado el día anterior. Algunos de los niños querían probar las muletas pero les dije que no, que las necesitaba para caminar o estar de pie. Cuando llegó el autobús, Lonnie, un robusto estudiante de quinto grado, me recogió junto con las muletas y me colocó en la parte superior de los escalones del autobús. Los primeros asientos estaban vacíos y me desplomé allí mismo. Lonnie se sentó a mi lado. "¿Vas a tener que caminar de esa manera para siempre?" preguntó.

 "No," dije. "Solo un par de años".

"Wow!", dijo. "Mucho tiempo".

"Sí", dije.

 "¿No estás molesto por eso?" preguntó.

 "No," dije. "Pues, quizás un poco."

Para cuando llegamos a la escuela, yo hube averiguado cómo bajarme del autobús, plantando mis muletas en el siguiente escalón y empujando la parte superior de ellas mientras agarraba la barandilla con la otra mano y me bajaba. No más duro que las barras de mono en el patio de recreo. La Sra. Stokely, la conductora, dijo: "Eso fue impresionante, pero mañana viajarás en el autobús para discapacitados".

"Aww," dije. "No soy discapacitado, solo un poco diferente".

"De todos modos, Jimmy," dijo ella, "así será".

Las miradas me rodearon mientras me dirigía a la oficina de la escuela y entregaba las cartas. La Sra. Barnes, la secretaria, dijo: "Tu madre dejó un mensaje telefonico anoche sobre tu situación. Ahora vete a tu clase".

En el momento en que entré en la sala de clase la mayoría de mis compañeros de kinder ya estaban. Me rodearon con muchas preguntas. Entonces entró la Sra. Flora y nos dijo que tomáramos nuestros lugares. Luego dijo: "Vemos todos que Jimmy tiene un desafío especial. Jimmy, ¿nos lo podrías explicar?". Les conté brevemente lo que había sucedido en el hospital el día anterior. La Sra. Flora preguntó: "¿Alguien tiene una pregunta para Jimmy?"

Dina Mae levantó la mano. "¿Por qué tienes que tener la pierna atada así?"

"Para mantener mi pierna fuera de uso, a permitir que mi cadera pueda sanar".

Toby, el agitador, "¿Cuánto tiempo?"

"Dos años, tal vez tres".

Toby dejó escapar un silbido agudo. "Fueron solo seis semanas para mi hermano cuando se rompió la pierna".

Mary Anne levantó la mano. "¿Es difícil caminar con esas cosas?"

"No," dije. "Bueno, quizás un poco." La inflamación muscular que los esfuerzos del día anterior causaron se había impuesto en mis brazos y hombros. El silencio invadió la sala. Mis compañeros aparecieron sumidos en sus pensamientos.

La Sra. Flora dijo: "Está bien, niños y niñas, todos ayudaremos a Jimmy cuando nos diga que lo necesita. En todo otro momento es solo otro niño más, ¿de acuerdo?" Los niños asintieron con la cabeza y la clase continuó. Cuando llegó la hora del recreo, la Sra. Flora me llamó a su escritorio y dijo en voz baja: "Jimmy, no tienes que salir si no quieres".

El Ciego y El CojoWhere stories live. Discover now