FINAL

1.2K 76 3
                                    

Porchay despertó en el departamento de Kim, su corazón latiendo con ansiedad. El grillete en su pie era un recordatorio constante de su terrible situación, mientras los recuerdos dolorosos del pasado lo invadían. La habitación era un sombrío recordatorio de su pesadilla, asustado y sin saber qué hacer, pasó las horas, días y algunas semanas en ese departamento, sintiéndose atrapado y vulnerable. Los días se volvieron una pesadilla, con Kimhan continuando su comportamiento posesivo y controlador. Cada vez que intentaba escapar, era detenido y amenazado con consecuencias más graves si se resistía.

Un ruido lo alertó y, fingiendo estar dormido, Chay escucho a su captor acercarse a la cama. Era el mismo hombre que lo había acosado implacablemente durante semanas, real mente parecía una pesadilla, un mal sueño. Aquel hombre que en el pasado lo hacía sentir amado, ahora se encontraba afirmando que era su única posesión. El miedo paralizaba a Porchay, pero su determinación comenzó a surgir desde lo más profundo de su ser.

El captor, con voz suave pero dominante, intentó persuadir a Chay una vez más. "Mi angelito, se siente tan bien tenerte aquí, solo para mí. Nadie nos separará", susurraba al oído de Porchay y acariciaba su cabello y su rostro. Aparte de impotencia, se sentía invadido, violado, pero la ira lo estaba llenando. Kimhan se percató de lo tenso que se encontraba el cuerpo del menor, pudo deducir que solo tenía los ojos cerrado y eso lo hizo enojar.

"Me pregunto cuándo será el día que empieces a aceptar esto, te cuido bien y te trato como un príncipe o como mi princesa. Podemos hablar pacíficamente o por las malas, sabes muy bien que pasa cuando me haces enojar", el captor continuó hablando, justificando su posesividad y tratando de convencer a Porchay de que no había escape. Pero esta vez, algo cambió dentro del menor. Un destello de valentía se encendió en su interior y ya no podía permitir que el miedo y la opresión lo controlaran.

Las lágrimas rodaron por las mejillas de Chay, mezclándose con una determinación inquebrantable. Susurros ahogados escaparon de sus labios temblorosos mientras se dirigía a su captor. "Eres egoísta, narcisista y demente. Te alejaste y ahora crees que puedes controlarme. Pero estás equivocado. No permitiré que sigas dañándome. No te tengo miedo, eres tú el que tiene miedo de mí; eres tú quien teme perder el control".

Las palabras de Chay resonaron en la habitación, llenando el espacio con un desafío audaz. Su captor se vio sorprendido por la determinación que emanaba de él. Chay se liberó de la parálisis del miedo y, con un último esfuerzo, gritó: "¡Quiero volver a mi casa! ¡Quiero regresar el tiempo y evitar haberte conocido!". El captor se quedó atónito ante la furia y la valentía de Chay. Su dominio sobre él comenzó a desmoronarse mientras Chay encontraba la fuerza para enfrentarlo. "No tienes derecho a tocarme ni a controlar mi vida. No te pertenezco. Quiero que esto termine ahora".

El captor, desconcertado y desafiado, se retiró de la habitación. Chay quedó solo, temblando, pero sintiendo una liberación en su interior. Sabía que la lucha no había terminado, pero había encontrado su voz y estaba dispuesto a luchar por su libertad.

Una tarde, mientras Kimhan estaba fuera del departamento y este mismo había olvidado su teléfono, Chay aprovechó ese momento de descuido y tomó su teléfono para buscar el número de emergencia. Con manos temblorosas, marcó el número y explicó su situación a la policía. Las autoridades respondieron rápidamente y se dirigieron al departamento de Kimhan. Al llegar, encontraron a Chay en un estado de angustia y liberaron al joven de su cautiverio. Kimhan fue arrestado y llevado ante la justicia por sus acciones abusivas y acosadoras. Aunque todos sabemos que fue llevado con su hermano mayor, Kinn.

A partir de este suceso, Porchay comenzó un proceso de sanación y reconstrucción. Recibió apoyo de profesionales y de su círculo cercano, quienes lo rodearon de amor y comprensión. A medida que sanaba, se fortaleció emocionalmente y aprendió a valorarse a sí mismo. Porsche y Kinn, conscientes del sufrimiento del menor, se unieron a él en la lucha contra su captor. Juntos, buscaron justicia y protección para Chay, asegurándose de que nadie más tuviera que pasar por el horror que él había experimentado.

Obsessed - KIMCHAY                           Where stories live. Discover now