Ordinary life

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Sus pupilas se habrían dejando pasar luz, de la poca que había, el hombre adulto miro hacía arriba extendiendo un poco su mano para mirar su anillo, este incluso en la obscuridad resplandecio con su fulgor carmesi profucto de su querida Poison.

Izuku miro con recelo su anillo, este estaba algo sucio. Agarró un paño con una fina seda y lo limpio lentamente, este de poco en poco resplandecia más y más, era obvio que la persona dentro del anillo estaba contenta, mucho si se puede decir.

El joven adulto de pelos verdes se paro de su cama, la luz seguía golpeando su anillo, no había cerrado bien sus cortinas y por es una luz carmesi se reflejaba en este.

Él adulto de pelos verdes se pusó un poco de la ropa nueva que le dio su madre, nada interesante realmente. Solo un pantalon deportivo totalmente verde obscuro y una playera verde lima con las iniciales de la escuela de heroes UA.

Izuku salió de su habitación con algo de molestias, su hogar era pequeño, no era tan grande como cabría esperarse. Akatami Midoriya era una mujer adinerada, y demasiado. Sus familiares son antiguos miembros de diferentes mafias, incluyendo a la Italiana, carteles en centro y sudamerica, Yakuzas y otros tantos.

Akatami era la una de las ultimas herederas de toda la riqueza Midoriya, ya que los que trabajaron para las Mafias la mayoria murieron sin dejar decendencia, y los que dejaron decidieron tomar caminos separados de estas y desconectarse del todo del mundo criminal, pero la excepción fue Akatami. Ella nació como cualquier otra persona, fue criada por su abuela tras el fallecimiento de su madre y su padre, todo culpa de un error de los mismo al estar bebiendo mientras conducían. Akatami tomo costumbres de la Yakuza y otras mafias para honrar a su abuela y llevar honor a su familia.

Actualmente Akatami estaba separada del todo de la Mafia, tras perder a su hijo en una excursión de la escuela se aislo en un pequeño departamento en el cual pasaba la mayor parte de su día y salía pocas veces hasta incluso se creía muerta.

Afortunadamente un rayo de luz golpeo su puerta. Su hijo había vuelto a ella desde hace pocos días, por no decir que una semana. Este era su hijo, pero había cambiado ¿pero qué importaba? Lo tenía devuelta, eso era lo unico que importaba.

Izuku salio de su habitación con tranquilidad, pronto se tendría que mudar a una mejor casa, su hijo era demasiado alto y se chocaba con el techo, su gran estatura era un problema, pero aun asi lo amaba mucho. Como dice el chico, "A mayor tamaño mayor problema", su hijo era la prueba de ello.

Izuku lentamente se aparecio en la cocina mirando a su madre, él le dio la sonrisa más linda que le pudiera dar, desgraciadamente su aspecto intimidante no ayudaba, cuando su madre le miro solo vió a un asesino desalmado(no tan alejado de la realidad) sonriendole, de todas las sonrisas que ha visto, está por mucho era la peor(es basicamente la sonrisa de Guts).

Akatami tomo un plato lleno de huevos revueltos y lo acento en la mesa. Izuku como pudo se sento en una silla y le agradecio la comida. luego tomo un tenedor y empezo a comer rapidamente.

Akatami se sentó a su lado, ellá comía con más calma, pero igual andaba apresurada tenía que ir a una junta con la mafia. Si, después de recuperar a su hijo decidió volver con una de las ultimas Midoriyas, su madre. Akatami se había distanciado de ella tras la supuesta muerte de su hijo, pero ahora que estaba de vuelta necesitaria un trabajo que le dejara dinero, y de los pocos lugares que le darían un trabajo tras su desaparición casi completa de la sociedad era ese.

Akatami terminó sus de comer sus huevos revueltos y se paro de la mesa, antes de abandonar la habitación le dijó a su hijo que llegaría a más tardar  8 de la noche. Akatami tomó su bolso y se dirigió a la puerta, la abrió y procedio a tomar su camino hasta un carro negro reforzado, cristales obscuros y blindados. El carro se fué del edificio dejando solo a el joven adulto peliverde.

El telar de un cazadorWhere stories live. Discover now