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Rojo.

Rojo pasión.

Rojo el deseo.

Rojo el peligro.

Rojo el placer de ser consumida en tus manos.

Veo las gotas rojas deslizarse por la frente de la persona que esta de rodillas ante mi, muevo mi pie jugando con el tacón mientras observo mis uñas rojas en perfecto estado. Dejo de mirarlas para mirar a la persona enfrente de mi, me levanto de mi asiento y empiezo a caminar hasta quedar a su altura.

- Non ridi più, piccola arpia? - ( Ya no te ríes, pequeña arpía? )

Sus ojos brillan de miedo mientras sonrió, tomo su rostro entre mis manos para apretarlo un poco y mirar la marca roja que deje en su frente. Deslizo mis dedos hasta sus ojos para clavarlos en ellos escuchando su grito doloroso, sus manos intentan soltarse de las esposas pero no puede, llego hasta donde mis dedos me permiten para retirarlos con fuerza viendo como cae de espaldas sobre los otros cuerpos muertos. Tomo el pañuelo que me entrega una de las mujeres en traje que me siguen hasta la salida.

- El club " Infierno " estara cerrado el día de hoy, se que varias personas tenían reservaciones que costaron mucho, por eso mi agencia se encargará de reembolsar el dinero para brindarle entradas para la próxima reapeltura. - digo escuchando todas las quejas de los adolescentes que llevaban tiempo esperando a que abrieran, no me molestaría dejarlos entrar.

Pero después verían los cuerpos y sería todo un dolor de cabeza callar a cada uno de estos niños mimados.

- Quédate aquí y toma los datos de cada una de estas personas, haz que le envíen el dinero de las entradas a cada uno y asegurate de que les lleguen las próximas de forma gratuita.- digo a la misma chica que me entrego el pañuelo y que sostiene una tableta en sus manos, varias chicas más usan sus aparatos para tomar los datos de las personas.

Doy un suspiro largo viendo como el aire queda congelado, sonrió de lado para caminar hasta mi moto sintiéndome relajada al escuchar el ruido de mis tacones, tomo el casco el cual coloco sobre mi cabello negro.

Enciendo mi moto para terminar de ponerme los guantes y cerrar mi chaqueta, lo único que se me apetecía era darme un baño y descansar, el cuerpo me dolía después de todo el día de mierda que tuve.

Todos suelen decir que tengo una vida fácil, que sólo tomo la tarjeta negra de mi papi y compro todo lo que quiera porque el me da todo. Y la verdad, es que para nada eso es cierto.  Las personas me suelen dar un poco de risa, creen que los padres suelen ser buenos solo por tenerlo todo y realmente, no es así.

Mis padres están lejos de ser los mejores, desde ese día lo comprendí.

Todos sufrimos traiciones, y algunas, nunca se perdonan.

Aceleró mi moto lo más rápido que esta me deja ignorando la calle mojada, lo único que quiero es borrar el sentimiento de perdida y de igual forma borrar todos los recuerdos dañinos que mi mente guarda, tal vez la clave de la vida sea olvidar y dejar ir todo.

Pero soy una Morreti.

No perdono.

No olvido.

Atacó y asesino.

El dolor punzante crece en mi pecho pero lo ignoro hasta llegar a mi casa, blanqueo los ojos al ver todos los guardias en el jardín y en la puerta, un poco más y parezco la hija de un presidente.

Y casi lo sería.

Luego de que a mi padre se le diera la gran idea de a sus 48 años postularse para alcalde solo porque ya no tenía nada que hacer, ese era mi padre.

Un señor con tatuajes, capaz de matarte con la mirada, sarcástico y dominado por una mujer que no le llega ni al hombro.

Mis padres eran la pareja perfecta y por un tiempo, creí que eran los mejores padres del mundo, hasta esa noche, claro.

— Señorita Morreti, su padre vino en la tarde pero se fue al notar que no estaba, le dejo un mensaje adentro.— le doy una mirada al guardia pero se queda mirando fijo a la nada mientras otro guarda mi moto, saco mi casco de la cabeza para ver como todos bajan sus miradas.

Esas son las ordenes de mi padre.

Nadie me mira, nadie me toca, nadie me habla.

Y en parte, lo agradezco.

Luego de la pelea tan grande que tuvieron mis padres, quedamos divididos.

Malick esta con mamá en Rusia.

Papá y yo estamos en Italia.

No era algo que adoraba, nisiquiera soportaba la idea de estar lejos del único hombre en mi vida que dejaba que me abrazara, extrañaba a mi hermano con mi vida.

Era mi todo, todo por lo que vivía y todo por lo que limpiaba las calles llenas de ratas traidoras para que él estuviera tranquilo.

— Quiero que hagan tocar la alarma cuando llegue mi padre, olviden que alguna vez fue el rey, solo recuerden que quien dirige la Mafia Morreti, soy yo. — comentó para subir las escaleras con seriedad y firmeza en cada paso.

Al llegar a mi cuarto coloco el seguro regular y otra que prohíbe mi padre entre cuando no le quiero hablar, claro está. Ese es el mismo seguro que costo me comprara varias puertas diferentes por su gusto a dispararle a las cosas cuando se enoja.

Empiezo a quitarme las cosas para dejar mi arma en la coqueta y mirar mis uñas, alzo mi cabeza con orgullo para caminar hasta el escritorio en donde tengo varias notas, empiezo a quitar las fotos y los mensajes en ella ya que logre dar con la persona que le había puesto cierta piedra al camino de mi padre.

Adoraba ser su niña, pero más adoraba tener la satisfacción de poder cuidar de él, siendo sincera.Mi padre no debería ser alcalde, no con el pasado que tuvo y mucho menos con su paciencia, pero es su nuevo entretenimiento y eso me resulta mejor que su anterior hobby que era practicar su puntería a las 3:00 de la madrugada.

Termino en el baño para limpiar mi rostro y retirar mis aretes, me coloco el jabón para la cara el cual dejo mientras entro a la ducha, abro el grifo y me dejo calmar por el agua. Limpio todo mi cuerpo evitando tocar la herida en mi vientre, nisiquiera tenía pensado contarle a mi papá sobre ella. En cuanto me siento bastante limpia salgo de la ducha y empiezo a ponerme mi ropa interior.

Eso hasta que noto algo importante, mi computadora está prendida y yo nunca la dejo prendida. Frunzo un poco mis cejas hasta que escucho un ruido atrás de mi, antes de resivir el golpe me muevo a la derecha sosteniendo la mano de mi atacante. Llevo mi mano hasta su  garganta la cual golpeo con tanta fuerza que la persona pierde fuerza, aprovecho para golpear su pierna por la parte trasera y llevarla hasta el suelo en donde le logro someter.

— Puedes ya, dejar de ser una puta salvaje?— pregunta, la voz me resulta familiar por lo cual aflojo mi agarre hasta desvanecerlo, aplaudo un poco para observar el rostro de mi atacante.

— Eres estúpida o por qué entras a un cuarto que no es tuyo?— pregunto enojada, no estaba nada de humor y que invadan mi privacidad me resultaba incomodo y molesto.

— Hoy es martes, siempre vengo los martes Caeli.— habla, yo solo veo como camina por mi cuarto hasta llegar a mi computadora y poner un video en donde veo como alguien intenta estrangular a mi madre, estaban en la mansión que mi padre le dio en Rusia.

Una sonrisa de lado crece en mi boca cuando veo que toma a la persona del cuello y empieza a golpear su cabeza contra la mesa hasta que su nariz se rompe y queda inconsciente, luego de eso llama a unas personas que reconozco bien.

Linda y Simone, esas dos eran leales a mi madre hasta la puta muerte.

— Ve a Rusia, quiero cambies la seguridades de mi madre, si es necesario cambia los del mismo presidente, pero solo quiero lo mejor y lo más leal para ella.— digo, ella asiente.

Aún tengo ira acumulada contra mi madre, pero después de todo, era mi madre.

Y la mujer que me quito algo precioso.






La hija del Rey #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora