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Mi nombre es Maximiliano Morreti, te lo recuerdo solo por si tu mente lo olvido. A lo largo de mi vida, hice cosas malas pero nunca tan malas como las personas en la política.

Debo admitir que tome un gusto en la política pero no por sus leyes, mucho menos por el dinero. Siendo honestos tengo más dinero del que ellos pueden tener, más poder del que tienen y del que sus mentes pequeñas pueden obtener. Aún así, me resultaba intrigante observarlos a todos en sus sillas, en la mesa redonda con sus máscaras falsas y sus ideales de por sí ya corruptas.  Eso era lo que me encantaba, poder usar mi poder sobre ellos y que ellos no se dieran cuenta, aparte, era demasiado fácil poder tener la llave de la ciudad y pasar toda mi droga por los clubes, las calles y todo.

Nadie nunca espera que el ratón se meta a la boca del lobo y menos, cuando el ratón se convierte en un animal más listo y más rápido que el lobo.

Bajo de la camioneta sintiendo la mirada de todos, sus armas se alzan sobre mi pero solo camino por donde único no hay nieve, mis hombres apuntan a las mujeres de Nayla mientras yo camino como si fuera mi casa. Una sonrisa de satisfacción crece cuando abro las puertas y veo a Linda con su arma directo en la puerta.

Simone esta en una esquina con un cigarro en su boca, trae pantalones cortos, medias gruesas hasta el muslo y una camisa corta que deja ver el arete en su ombligo, sonrió al ver como sostiene su cigarro, un emparedado y un arma. Puedo sentir su odio encima porque le dañe lo que posiblemente era su desayuno a esta hora

— Busco a Nayla, traiganla.— ordenó, Linda le quita el seguro a su arma.

— Estamos en territorio frío, lejos del tuyo y tu no tienes poder aquí. Así que no me vengas a ordenar, maldito idiota. — habla de mala gana, bostezo mientras camino hasta llegar a su cara, en ningún momento me mira con miedo.

— Yo tengo poder en todo el mundo, Linda. Y más aún, cuando tu líder tiene mi apellido.— atacó, le doy una sonrisa para pasar por su lado y empezar a subir las escaleras. Llego hasta la última habitación que tiene la puerta más grande, la abro sin tocar observando algo que me deja ciertamente congelado.

Observo el cuerpo desnudo de Nayla enfrente de mi mientras se coloca crema hidratante por él, sus tatuajes detallados siguen en su piel mientras la cicatriz del embarazo de mi hijo ya no se encuentra en su cuerpo. La veo ponerse su ropa interior negra, mismo color que tiene en sus muñecas y otras partes de su cuerpo, cada parte de mi cuerpo vibra en cierto calor pero la ignoro para cerrar la puerta detrás de mi. Me quito mi chaqueta dejando al descubierto mis brazos tatuados.

— Por qué tienes las venas así?— pregunto sin rodeos, ella no responde. Solo termina de vestirse y caminar hasta el borde de su cama tomando un vaso de whisky. Alzo mi ceja escaneando como no hace mueca al beberlo, mi pecho se ablanda al recordar cuando no podía ni beberlo por lo fuerte que era.

— Este no es tu territorio Morreti, dime a que viniste y vete. — su tono seco me hace hacer una mueca divertida, me acerco a ella notando como me mantiene la mirada.

— Por qué tan seca? No eras tu la que me estuvo llamando por meses para hablar? Aquí estoy, Nayla.— digo alzando mis brazos. Como es de esperar, ataca.

Su mano golpea mi abdomen sacándome el aire. Su mano impacta directo contra mí mejilla mientras que usa su pie descalzo para pegarle a mi pecho y tirarme a la cama. La forma en la que se sube sobre mi y coloca el arma que estaba debajo de su cama me hace sentir demasiado hipnotizado.

— Te lo repito otra vez por si tus neuronas arrogantes no entendieron, este es MI reino y TU no tienes el poder aquí. Dime que quieres o tu nueva mujer solo tendrá tus malditos sesos. — trago saliva mientras veo como le quita el seguro al arma. Sonrió de lado.

— Estas celosa, Belladona? — pregunto, sus ojos vacíos demuestran un brillo al escuchar ese apodo.

Ay Dios.

— Cuanto te extrañe— mencionó, ella solo alza su ceja y pega el arma más fuerte a mi cabeza.

— Me extrañaste tanto que estas con otra mujer?— pregunta, junto mis cejas hasta que recuerdo porque lo dice.

— Nayla, Nayla, Nayla. Mi pequeña niña  y mi más hermosa perdición. Llevo años enamorado de ti, tantos años que ya no miro a otras mujeres. Eres mi mujer, mi vida, mi amor, la dueña de mi vida y de mi alma, solamente tú.— digo.

Aprieta más.

— Ella solo era una estrategia, un pequeño movimiento si los números no salían como quería. Pero nunca, toque a otra mujer desde que estas en mi vida.—  sonrió inocente, la tomo de sus caderas para presionarla contra mi entrepierna que perdió el control desde que me apunto con el arma.

Le doy una sonrisa hasta que la veo, sus ojos dilatados y su sonrisa. Sus rodillas descansan en la cama por lo que empieza a mover su cadera de poco en poco, paso mi lengua por entre mis labios mientras cambia su movimiento de arriba a bajo. Retira el arma de mi cabeza para sacar el cartucho y enseñar que no tenía balas.

— Tu mismo me enseñaste este truco.— habla, yo solo sonrió para alzarla y dejarla debajo de mi. Tomo sus manos entre una de mis manos mientras la miro, la veo mirar por sobre mi notando que hay un espejo sobre la cama.

Suelto sus manos mientras la veo deslizar el cierre de su vestido quedando en su ropa interior, su mirada me analiza y yo solo quito mis botas, deslizo la camisa por sobre mis hombros y ella misma se encarga de quitar el seguro a mis pantalones. No pierdo el tiempo en romper sus bragas, observo su intimidad húmeda con diversión, eso mientras abro un poco sus piernas y me coloco en el medio de ellas viéndola. Sus ojos me observan con determinación, por lo cual dejo caer mi lengua caliente por entre sus pliegues recogiendo cada uno de sus fluidos con mi lengua, observo como pone su cabeza hacia atrás por lo que decido ir directo a lo que la hace agarrar mi cabello. Un pequeño gemido sale de mi cuando sus uñas se clavan en mis hombros, doy algunas vueltas con la punta de mi lengua provocando sus gemidos. Humecto uno de mis dedos para adentrarlo a su cuerpo viendo como sus piernas intentan juntarse pero las abro más, la miro con seriedad mientras sigo moviendo mi dedo y mi lengua a la vez. Con el pasar del momento y su humedad introduzco otro dedo logrando que tenga mis dedos del medio dentro de ella.

El sonido de mi teléfono se empieza a escuchar pero lo ignoro, ella lo toma observando algo con su ceja alzada. La fuerza con la que cierra sus piernas me hace retirar mis dedos y mi lengua. La miro confundido hasta que me enseña el mensaje que se empieza a repetir.

Se uso su autorización para abrir la bobeda de armas y bombas.

Se uso su autorización para abrir su colección de autos brindados.

Nombre de la persona que autorizó: Caeli Morreti/ Malick Morreti.




Hijos de la gran madre.

— Tenemos que irnos.— digo empezando a vestirme viendo como ella se levanta dejando ver un tatuaje en su espalda con el nombre de toda su familia.

La hija del Rey #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora