Capitulo 10: Una varita (diferente) para cada uno.

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Una varita mágica… Eso era lo que Hermione y Pollux realmente habían estado esperando durante todo el tiempo que se mantuvieron en el callejón Diagon.

Si bien ambos habían disfrutado la compañía tanto de Regulus como de Sirius y sus amigos, la razón por la que realmente estaban allí siempre fue obtener una varita.

—¿Están emocionados, niños? —Alphard cuestionó, dando un vistazo a sus hijos.

Pollux apenas llegaba a sus hombros y Hermione, a su vez, era incluso más pequeña que eso. Los sanadores aseguraban que ambos poseían una estatura normal y promedio para chicos saludables de su edad, Pollux era incluso un poco más grande que el promedio de niños de quince años, pero ante los ojos de Alphard—que medía cerca de un metro con ochenta y cinco centímetros— ellos eran bastante pequeños.

Todo apuntaba a que Pollux sería de su estatura, Hermione, por otra parte... La niña parecía que no crecería demasiado. Y ella apenas media un metro con sesenta y dos centímetros. ¿Eso no era demasiado pequeño para una niña de la familia Black? Alphard estaba seguro que su sobrina, Bella, fue incluso un poco más alta que Hermione a esa edad. No estaba seguro si era normal que su hija fuera tan pequeña a los catorce años, por el momento no importaba, pero preguntaría a su hermano Cygnus para estar seguro. Su hermano menor podía ser un imbécil pomposo, pero él tenía tres hijas y, por ende, debería saber bastante sobre ellas y la forma en que se suponía que se desarrollaban.

—Siempre quise una varita. —Pollux dijo, mirando con emoción a su alrededor. Su mano derecha sosteniendo la de su hermana menor con firmeza, pareciendo ignorar completamente la etiqueta apropiado para un niño y una niña de sus edades.

Hermanos o no, no deberían estar tomados de la mano. Lo común era que estuviesen caminando lado a lado, Hermione tomando el brazo de su hermano y siendo escoltada por él. Sin embargo, Alphard pensó mirando a sus hijos, a mí realmente no me importa la etiqueta mientras no estemos en algún lugar que realmente importe.

—Espero que encontremos la adecuada. —Hermione parecía simplemente inexpresiva, pero Alphard fue capaz de detectar la preocupación en su tono.

Los niños compartieron una mirada, Pollux le dirigió una sonrisa tranquilizadora a Hermione y la niña le enseñó una sonrisa tensa en respuesta.

El cuerpo de Hermione se tensó completamente al ver la tienda. Era estrecha y de mal aspecto. Sobre la puerta, en letras doradas, se leía: «Ollivander: fabricantes de excelentes varitas desde el 382 a.C.» En el polvoriento escaparate, sobre un cojín de desteñido color púrpura, se veía una única varita.

Pollux y Hermione se detuvieron en la entrada.

Él chico se tomó unos segundos antes de entrar, sonriendo animadamente y haciendo resonar una campanilla en el fondo de la tienda. La niña, por otra parte, se quedó unos segundos contemplando la entrada, inhaló hondo y luego entró, exhalando suavemente una vez que estuvo allí.

Hermione escaneó con la mirada el interior de la tienda. Era un lugar pequeño y vacío, salvo por una silla larguirucha en un lado. Era tal y como lo recordaba, pero no se sintió aliviada. En realidad, eso le produjo más ansiedad.

Ella paseó su mirada por las miles de estrechas cajas, amontonadas cuidadosamente hasta el techo.

—Buenas tardes. —dijo una voz amable.

Hermione se sobresalto, provocando que Pollux de forma instantánea reaccionara colocándose por delante de ella, como si buscara protegerla de cualquier amenaza. Alphard lo notó y si Ollivander lo hizo también, entonces no dijo nada.

Ollivander era él mismo que Pollux y Hermione recordaban, unos años menos viejo, pero era él mismo. Sus ojos, que eran grandes y pálidos, brillaban como lunas en la penumbra del local.

Ad Finitum: Reborn (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora