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A la mañana siguiente no desperté a Bill. Lo dejé dormir hasta que él se levantara.

Me acordé de las cosas cosas de Bill... Seguían en la otra casa.

Me levanté decidida y me cambié para ir a por sus cosas.

La casa no quedaba muy lejos, por lo que fuí a pie. Deje solo a Bill unos minutos, no tardaría mucho, sería coger sus cosas e irme.

Llegué después de unos minutos... Al mirar la puerta, recordé todo lo que Bill sufrió detrás de aquella puerta.

Sin tardar más, alejé esos pensamientos y toqué la puerta, pero me abrió alguien que no conocía...

— Oh... Buenos días... Disculpe las molestias. Aquí antes vivía una mujer con un niño... y... Me preguntaba si podría llevarme las cosas del niño....

— Por supuesto, las iba a tirar, están todas arriba en la misma habitación, todo en bolsas. Me acabé de mudar y solo quería desocupar.

— Claro, la entiendo, muchas gracias.

Subí rápidamente las escaleras y agarré todas las bolsas, revisé en los muebles por si quedaba algo de ropa, pero estaba todo en las bolsas.

Bajé rápidamente y le volví a pedir disculpas a esa señora tan amable.

Me fuí y camine rápido por las calles.

Por el rabillo del ojo vi como varias personas me miraban mal.

No iba tan mal vestida... No lo entendía, pero no le di importancia...

Fuí algo más deprisa por si mi Bill se había despertado.
Abrí la puerta y dejé todo encima de una silla, no eran muchas cosas, solo dos bolsas.

A los segundos pude escuchar claramente varias arcadas.

Era Bill.

Subí rápidamente para ver qué es lo que estaba pasando.

Miré en la habitación pero no había nadie, por lo que rápidamente miré en el baño.

Allí estaba, arrodillado frente al baño.

Fuí con él y lo puse en pie, el seguía vomitando y yo lo que hacía era cargar su peso y quitarle el pelo que le pegaba a la cara por el sudor.

Me incliné con él para poder cargar su peso mejor.

Cuando acabó lo guíe al lavabo y le lavé la cara con agua fría y le enjuagué la boca para que se le quitara el mal sabor.

— Lo siento... — me dijo sin fuerzas.

— No te disculpes conmigo... No hiciste nada malo, mi amor.— le dije con calidez.

Bill se dió la vuelta y me abrazó.

— Vamos a abajo... Recogí todas tus cosas de la otra casa...

Bill asintió y me agarró de la mano.

Cuando estábamos abajo, el agarró una bolsa y sacó un viejo peluche.

— ¡Gustav!— Dijo mientras abrazaba al peluche...

Yo solo le sonreí al verlo tan feliz con su peluche.

— Bill... Ahora que vas a estar conmigo siempre... ¿Que prefieres? Una habitación para tí... O dormir conmigo...

— ¿Podría dormir contigo...?— me dijo apenado.

— ¡Por supuesto que sí!

— ¿Por qué no eres como los demás...?— Dijo soltando el peluche.

— ¿A qué te refieres, Bill?

— No me tratas mal, no me pegas, duermes conmigo, me ayudaste a vomitar... No lo entiendo... — Dijo con tristeza.

Lo miré con anhelo.

— Bill... Nunca debiste pasar por eso...

— Ya, pero lo pasé...— Dijo agachando la cabeza.

— ¿Necesitas hablar de algo?

Bill asintió.

Sin decir nada más, lo cargué en brazos y me lo llevé a la habitación.

Me senté en el borde de la cama y puse a Bill en mi regazo, quedando Bill frente a mí.

— El día que llegaste golpeado de la escuela... ¿Qué ocurrió?

— Llegué a la escuela, como normalmente lo hago, y entre a clases, ahí no pasó nada... — hizo una pequeña pausa. — Luego en la hora de descanso, empecé a comer y un niño llegó, y me tiró de mi silla y me comenzaron a dar patadas en la espalda, barriga, en las piernas y en la cara... Cuando volví a entrar a clases, me dolía todo, apenas me pude concentrar. A la salida, intenté irme rápido, pero un niño mayor empezó a insultarme, me decía cosas realmente feas. Le pedí que porfavor parara... Y me pegó un puñetazo en la boca...

No sabía que decir, la boca se me secó y tenía un horrible nudo en la garganta.

— Mi niño... Mañana hablaré con los profesores...

— Tenía mucho miedo mami, todos me miraban... Cuando intenté irme... Alguien me pegó un tirón de la bolsa y se me rompió toda.— dijo entre algunos sollozos.

Hice mi mayor esfuerzo para no echarme a llorar con él...

Lo abracé con fuerza y el me rodeó el cuello con sus brazos, devolviéndome el abrazo, mientras yo le acariciaba la espalda.

Escuché como varios sollozos comenzaban a salir de Bill, por lo que lo abracé con más fuerza...

— Ya, mi niño... Todo esto acabará muy pronto...

Él asintió contra mí desesperadamente.

— ¿Me quieres contar lo que te hacía tu mamá?

Él negó mientras respiraba sin control alguno abrazado a mi todavía.

Lo separé de mi para poder ver lo que le ocurría.

Él seguía sin poder controlar su respiración.

— ¿Te encuentras bien?— pregunté con preocupación.

— No puedo respirar...

— Bill, Bill, mírame a los ojos, no pienses en nada, ¿Vale? Solo concéntrate en mi respiración e imítala... — le dije rápidamente.

Después de unos minutos, Bill consiguió calmarse, por lo que me abrazó algo asustado.

— Gracias, gracias, gracias...— me dijo abrazándome de nuevo.

— No me des las gracias... Procura tranquilizarte... ¿Vale? Hagamos algo juntos.

— ¿La comida? — me preguntó con emoción.

— ¡Me parece genial! ¡Venga, vamos!

Autora
Gracias a todas las personas que votan, gracias en serio, y gracias por todo el apoyo. Corríjanme las faltas de ortografía, realmente las odio.

La niñera | Bill y Tom Kaulitz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora