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A la mañana siguiente, me despertó la alarma, me levanté de la cama y preparé los desayunos, luego fui a despertar a mis gemelos favoritos.

— Bill...— le llamé mientras lo sacudía suavemente. Abrió los ojos lentamente y sonrió al verme.

— Buenos días, mami.— habló adormilado mientras se frotaba los ojos.

— Buenos días, mi vida... Ve a vestirte, ¿Si?— le dije, él asintió y se fue a agarrar la ropa que se pondría hoy y fue al baño a cambiarse.— Tom...— le llamé sacudiéndolo suavemente, al igual que a Bill. Tom abrió los ojos rápidamente, alarmado.

— ¿Qué pasó?— preguntó con la voz ronca.

— Nada, mi vida, solo tenéis colegio hoy...— le expliqué.

— Ah...— habló desanimado. Me abalancé y le di un corto abrazo, él me lo devolvió y se fue a cambiarse.

— ¡Os espero abajo!— dije alzando un poco la voz para que ambos pudieran escucharme. Bajé las escaleras y al llegar abajo me senté en una silla... Todo aquel sitio me recordaba a ese día. Me obligué a dejar de pensar, tengo que ser fuerte. Tengo que serlo para y por mis gemelos. En ese momento, Bill bajó.

— Tom está terminando.— me explicó. Yo asentí.

— Claro, no te preocupes...— le dije mientras me levantaba de mi lugar.— ¡Vas muy lindo hoy, Bill!— exclamé. Bill bajó la cabeza, sonriendo, diciéndome sin palabras que se avergonzó.

— Gracias, mami...— habló tímidamente. Yo me acerqué a él y lo envolví en un tierno abrazo, él me correspondió el abrazo rápidamente. En ese momento, Tom bajó, pero está vez no iba como siempre. Traía una una banda deportiva junto a una gorra, y, obviamente, su ropa toda ancha, realmente le quedaba muy bien.

— WoW.— dije al verlo.— Tom, realmente eso te favorece muchísimo.— le dije honestamente. Traía las rastas recogidas en una coleta.

— ¡Gracias!— exclamó orgulloso. Yo me reí por lo bajo.

— Venga, vamos a desayunar...— les dije mientras iba en dirección a la cocina. Escuché como ambos me seguían. Los tres nos sentamos en la mesa y comenzamos a desayunar.

Terminamos de desayunar y me levanté para darles sus mochilas. Miré a Tom de nuevo, realmente estaba muy lindo. Luego miré a Bill, siempre pensé que perecía una hadita, la hadita más linda del mundo, el negro le quedaba especialmente bien. Fuimos al coche y los llevé al colegio, no podía negarlo, la idea de que molestaran a mis gemelos me entristecía.

— ¡Exijo un besito de despedida!— exclamé. Ambos se rieron, pero me dieron un tierno beso en la mejilla antes de salir e irse. Lo vi entrar y cuando los perdí de vista, me fui.

(...)

La mañana transcurrió rápidamente, estuve pendiente de la hora en todo momento, por lo que fuí a recogerlos, estuve allí media hora antes de que salieran. Miré la salida una vez que comenzaban a salir niños. Tom venía con dos niños alrededor, mientras que Bill iba a su lado. Salí del coche para recibirlos adecuadamente. Bill al verme salió corriendo hacia mí.

— ¡Mami!— gritó felizmente.

— ¿Qué tal el día de hoy, cielo?— pregunté una vez que estaba conmigo.

— ¡Demasiado bien!— Exclamó mientras me abrazaba dulcemente.— ¡No me molestaron hoy, mami! ¡Y a Tom tampoco! ¡Es el mejor día de mi vida!— dijo dando mini saltitos de alegría. Le devolví el abrazo felizmente. Bill había tenido un buen día hoy, me bastaba eso para seguir feliz todo el día. Tom llegó minutos después.

La niñera | Bill y Tom Kaulitz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora