Capítulo 1: La carrera

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Rebecca Black

Las personas son malas por naturaleza, o al menos eso es lo que Maquiavelo creía; yo por mi aparte, me aferro a la ferviente creencia de Rousseau, que el hombre es bueno por naturaleza, y es la sociedad quien lo corrompe. ¿Por qué estoy a favor de esa posición?
Porque de no haber nacido en un deshuesadero, rodeada de personas cuyas vidas se basaban en lo único que sabían hacer, ser asesinos a sueldo; entonces jamás habría escogido esa vida, no habría aprendido a disparar un revólver, o a cambiar el cartucho a gran velocidad, para asegurarme de que fuera yo quien apretara el gatillo y no mi víctima; o como a mi familia les gusta llamarlos, el encargo, como si aquel sustantivo aliviara su culpa, por arrebatar una vida, por arrancar a un hijo de los brazos de su madre, por eliminar al amor de la vida de una persona, por desaparecer a un alma gemela. La realidad, es que a mi clan o como me gusta llamarlos, mi familia, no les interesa eso. Y habría asegurado que a mi tampoco, hasta que te conocí, y fuiste mi objetivo y yo el tuyo.
- Prepara las armas, salimos a las ocho - le espetó mi padre con voz firme, como el líder que es, a Drummer, un sobrenombre claro está, para Dean, la mano derecha de mi padre, quien tiene apenas un par de años más que yo, 23 para ser exacta. Y quien es también mi mejor amigo; no puedo negar que envidio su relación con mi padre, a veces pareciera que él confía más en mi amigo de la infancia que en mí.
- Hecho jefe - pronunció Drummer al mismo tiempo en que hacía un saludo militar.
- Rebecca, tenemos que hablar - pronunció William, mi padre, con un tono que alarmaría a cualquiera; después se dirigió a un pequeño tráiler, que es utilizado para asambleas, almacenado de armas, y en pocas ocasiones, como celda.
- ¿Qué sucede? - pregunté en cuanto ambos entramos al tráiler.
- Irás a la carrera - Mis ojos se abrieron con estupor, no es como que antes no hubiera ido, es una tradición de los Bullets organizar aquellas carreras en los callejones de Lake View, Chicago, dónde vivimos; pero todas las veces que había asistido, había sido a escondidas de mis padres.
- ¿Haré el encargo con Drummer y contigo? - Pregunté con ilusión, ya que yo ya sabía que irían a la carrera, cuando terminaran el trabajo.
- No - dice tan pronto, como menciono la posibilidad - Pero tu madre cree que ya es hora de que te involucres más en el negocio familiar - a mi parecer ya estaba bastante involucrada; pero no podía negar que una parte de mi quería más, esa oscuridad en el interior de mi cuerpo, aclamaba más poder y necesitaba sentirse más útil dentro del clan. - Así que tienes un trabajo, lo conocerás en la carrera - Lo miré con incredulidad, era claro que aquellas carreras se hacían solo entre el clan, entre familia; excepto en algunas ocasiones, cuando otros grupos como los nuestros, nos retaban o nosotros a ellos; y ya que una de las reglas, era nunca atentar contra un miembro del clan, no podía creer que mi padre acabará de sugerirlo; sin mencionar que aquella acción atentaba contra el código ético que me quedaba, y que se había desgastado con los años, algo que ya no permitiría más.
- ¡Estás loco! No lo haré - Hablé con voz firme. Y él me miró un minuto sin comprender, hasta que un semblante de entendimiento se expandió por su rostro.
- No contra alguien del clan, ¡Dios no! Eso está prohibido - Me miró como si yo no conociese las reglas de los Bullets - Tu encargo es Collin Hunter - mi cuerpo tembló al escuchar su nombre, no conocía nada de él, más que rumores, y una verdad que me aterraba hasta los huesos, que era el hijo de Duncan Hunter, líder de los Red Dragons.
- No podría reconocerlo ni aunque lo tuviera enfrente - le expliqué, como si aquello me librará de hacer el encargo - No lo conozco
- Y no tienes que hacerlo - malentendió mis palabras - Para ti, ya es hombre muerto - tragué grueso.
- ¿Y dónde puedo encontrarlo? - pregunté temerosa.
- Irá a la carrera - anunció con impaciencia. Por segunda vez en el día mi semblante se inundó de sorpresa, lo que mi padre acababa de mencionar, significaba que habría un enfrentamiento entre los Bullets y los Red Dragons.
- ¿Y quién es el cliente? - Intenté indagar, como si aquello me permitiría conocer más sobre el misterioso Collin Hunter.
- Anónimo - fruncí el ceño, repudiaba a los cobardes, y para mí, alguien que no se atrevía a dar su nombre, cuando literalmente se había encargado de acabar con la vida de alguien, no era más que un cobarde. Aún más, considerando que nombrar a nuestros clientes, va en contra de cualquier código de honor de un pistolero.
- Está bien - suspiré, aun cuando no conocía a Collin Hunter, y aquello me ponía nerviosa; mi padre tenía razón, él se convirtió en un cadáver desde que el cliente compró su muerte. - Acabaré con él esta noche - él me miro dudoso, casi como si me creyera incapaz de hacer el trabajo, lo cual solo sumaba una razón más, para querer enterrar a Collin Hunter mil metros bajo tierra.
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Collin Hunter

Cerré la puerta de mi clásico cadillac negro de un azotón; estaba malhumorado, mi padre me había hecho enfadar con el objetivo que me había dado. Nunca tuve una buena relación con mi progenitor, por lo que en cuánto tuvo la intención de arrastrarme al negocio familiar, me negué. No me malinterpreten, ser un justiciero no me molesta, creo es mi vocación, o al menos es lo único en lo que me considero suficientemente bueno, sin mencionar el billar. Pero desde pequeño, me propuse trabajar por mi cuenta, por ello, a pesar de ser un miembro de los Red Dragons, mis servicios eran contratados de forma independiente a los controles de mi padre; lo que me daba un mayor grado de libertad, y me permitía llevar un manejo sobre mi propio dinero, con el que logré rentar un apartamento, un espacio muy pequeño en un edificio propiedad de los Red Dragons; no muy lejos de la cede de mi gente, donde vive mi padre y hasta hace poco mi hermana, quién se mudó a la habitación libre de mi departamento.
El callejón ya estaba lleno cuando me inscribí en la carrera. Para suerte mía, al estacionar mi auto sobre la línea de salida, me encontré justo al lado de mi objetivo; a quien había reconocido, por el nombre que había pronunciado el chico que estaba a su lado, "Rebecca"; tenía que admitir que era linda, si no fuera el trabajo especial de mi padre, probablemente me acercaría a ella con otras intenciones; pero lo era, así que cuanto más rápido pudiera terminar con ella, mejor.

Me recargué sobre el capote de mi auto, encendiendo un cigarrillo, y aprovechando el tiempo que faltaba para que la carrera comenzará, observando a mi víctima, hasta que su mirada conectó con la mía. Me mantuve varios segundos manteniendo contacto visual con ella, hasta que desvió la mirada, con un rubor decorando sus mejillas. El árbitro anunció que debíamos subir a nuestros autos, y en cuánto todos los competidores lo hicieron, una mujer que suponía era una Bullet, alzó las banderas. Yo coloqué mi pie sobre el acelerador, y lo pisé a penas las banderas fueran bajadas. La adrenalina corría por mis venas mientras dirigía mi auto a través de la pista, y notaba como a mi lado izquierdo, un carro de mi clan, estaba siendo empujado por otro, perteneciente a los Bullets. Esta no había sido mi primera carrera, así que estaba acostumbrado a los juegos sucios, y usualmente no era partícipe de ellos, o al menos no era quien los iniciaba, pero el conductor de ese carro, era un Red Dragon, así que no dude, al sacar del camino al otro automóvil, mi auto a su vez, obteniendo un par de ralladuras en el proceso. Lo que no esperaba, era que el auto a mi lado derecho, chocará contra el mío, llevándose consigo el espejo retrovisor; miré con rabia al conductor responsable y solo me encontré con esos enormes ojos marrones, que me devolvían el mismo enfado que yo le había dado en un principio. La dueña de esa mirada matadora, era Rebecca.

Sin RemordimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora