Capítulo 3: Tus ojos en el callejón

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Collin Hunter

Me fui de la carrera en cuanto mi conversación con Rebecca terminó. Tenía que aceptar que su invitación me tomó por sorpresa, pero al tener la oportunidad de terminar con este trabajo, la tomé. Ella creía que la Cantina Shaw era un lugar seguro; sin embargo, recientemente mi padre había hecho una alianza con el líder de los Greenish, y de aquello solo tenían conocimiento hasta ahora un par de personas de confianza, incluyéndome. Así que me fui a dormir satisfecho, sabiendo que mi trabajo ya estaba prácticamente hecho.

El sábado a las 10 pm en punto ya estaba en el bar, esperando a Black; odiaba la impuntualidad, así que cuando ella llegó veinte minutos tarde, no pude evitar recriminárselo.

- Llegas veinte minutos tarde - le reclamé en cuanto se acercó a mí, sin voltear a mirarla, a la vez que me llevaba la cerveza a la boca.

- ¿Qué? ¿tienes otros planes?

- No, pero mi tiempo es valioso.

- Lástima que ya no tengas mucho - creí escuchar que susurró.

- ¿Qué?

- Nada - se apresuró a decir, y tras un breve instante de silencio, su voz volvió a escucharse - Así que eres hijo de Duncan Hunter - pronunció el nombre con suavidad, como si decirlo de forma brusca le costara la vida.

- Y tú de William Black - nombré al bastardo; la verdad era que no lo conocía, pero mi padre me había heredado el repudio que él sentía por los Bullets, en especial por William.

- ¿Eso es un problema? - cuestionó alzando la ceja, recargando su espalda en el filo de la barra.

- Lo sería - hice una pausa, mientras admiraba su cobrizo cabello cayendo por sus hombros - si yo fuera cualquier otro Red Dragon.

- ¿Por qué lo dices? - su tono de curiosidad no pasó desapercibido.

- Por que no le temo a nada, y sin ofender menos a tu padre.

- Pero debes tenerle miedo a algo, todos lo hacemos. - me mantuve en silencio unos segundos, pensativo.

- No, no en realidad - aunque podría recordar algunas cosas que me aterraban, no se lo confesaría a una extraña.

- ¿No tienes ningún miedo o te da vergüenza decírmelo? - preguntó, como si leyera mi mente; yo reí sin gracia, su impertinencia comenzaba a incomodarme.

- Supongo que... - me giré en el asiento, enfocando mi vista por completo en ella - me da miedo la idea de perderme. - una parte de mi confesó solo para que Black me dejara en paz; aun cuando sabía que de tratarse de alguien más, le habría dicho que cerrara la boca. Sin embargo, ya que era mi objetivo, necesitaba guardar las apariencias.

- ¿A qué te refieres? - su voz sonó más suave de lo que jamás la había escuchado hablar; ella se giró y clavó su mirada en la mía.

- Temo hacer cosas... - hago una pausa, intentando encontrar las palabras, o tal vez solo reuniendo valor para decirlas - que me hagan olvidar quien soy, que llegue el día en que no pueda reconocerme a mí mismo; con este trabajo eso es muy sencillo. - sonreí sin emoción.

¡Por Dios! ¿qué estaba diciendo?; mis cuerdas vocales parecieron negarse al filtro que mi mente siempre tiene, sobre lo que expreso y cómo lo hago. Y en esta ocasión el filtro parecía no estar funcionado; porque lo que acababa de decir, me hacía sentir débil y odiaba esa sensación. Antes de que pudiera retomar la compostura, y negarme a seguir hablando de esa forma, ella me respondió.

- A mí me da miedo hacer esto el resto de mi vida. - Mi semblante se suavizó, y me incliné ligeramente hacia ella, interesado en lo que me decía. - Es curioso, porque no quiero terminar como mi padre o mi madre... - miró al suelo - Pero tampoco quiero decepcionarlos. - regresó su mirada a la mía. Su respuesta me tomó por sorpresa, jamás esperé que la hija de William, negara su herencia.

Sin RemordimientosWhere stories live. Discover now