Se Termino Mi Bebida, Sana

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El crepúsculo se hacía presente

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El crepúsculo se hacía presente. El cielo estaba exuberante en tonos rojos y purpura. Tzuyu estaba recostada a la puerta del dormitorio de Sana. Esperaba a que la chica se alistara para compartir la noche con fogata y bebidas. Ella miraba las nubes blancas y suaves, yéndose lentamente con el viento, contrarrestando con los colores majestuosos sobre ellas. Pero la única cosa que realmente veía, era un amontonado de cabello negro húmedo, bajando por la espalda hasta la curva de un hermoso trasero. Una cintura fina, vientre liso y suave. Veía labios entreabiertos elevados junto a la cabeza, un cuello expuesto y pechos pequeños y redondos, con senos rosados y tentadores, que ella deseaba saborear.

Tzuyu sacudió la cabeza para sacar esos pensamientos, como si estuviera mal pensar en Sana de esa forma. Ella repasaba en su memoria cada pequeño minuto en que admiró a Sana en cámara lenta. Y toda vez que se acordaba, una pequeña sonrisa se formaba en sus labios, aunque ella no sabía explicar el por qué. Ya había admirado a tipos antes, estaba con algunos, incluso. Pero no fue como lo fue con Sana. Cuando la besó, fue como si hubiese explotado por dentro. Su mente y su corazón comenzaban a trabajar de una forma rápida y constante, confundiéndola. Cuando la vio desnuda, la deseo más que todo. Dios, la chica era hermosa, y ahora, cada vez que estaba cerca, erizaba su piel.

Sana abrió la puerta sacándola de sus pensamientos. Vestía un short y una sudadera, en sus pies un par de converse.

— ¿Nos vamos? – Preguntó Tzuyu alejándose de la pared.

Sana volvió su mirada hacia ella y le sonrió, una sonrisa tan feliz e inocente, que los labios de Tzuyu reflejaron la acción.

—Vamos – Respondió la mayor, levantando el brazo y ofreciéndolo en dirección a Tzuyu.

La menor lo tomó y la dirigió hacia afuera del pequeño balcón. Caminaron por el pasto y se detuvieron cerca del lago, en donde había varias tiendas de campaña, personas acostadas en cobertores o al lado de sus sacos de dormir. Sana usaba su bastón. Caminar en terrenos así era imprevisible, y con el caer de la noche, temía que Tzuyu no viera algún obstáculo.

—Sana, Tzuyu – Saludó Jackson animado, tocando los hombros de cada una desde atrás.

Sana esquivó su toque y le hizo un gesto. El chico se fue hacia el lado de Tzuyu.

—Hola – Respondió la menor, aun siguiendo su camino.

—Tu cabello está hermoso, Tzuyu – Elogió él, tomando una mecha y acariciándolo.

—Gracias.

Sana rodó los ojos y se sujetó aún más a Tzuyu.

— ¿Y entonces? ¿Están animadas?

—Tengo un poco de sueño – Se quejó Sana.

—Ah, detente. Hoy veremos el amanecer – Dijo él con alegría.

Los hombros de Sana cayeron en desánimo.

—Tú verás el amanecer, Jackson. Yo no voy a ver nada – Dijo ella.

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