Cuando compro mi boleto de ida y vuelta en el tren hacia Boston me siento tan contenta que me pongo a llorar. Armo mi maleta con mi mamá, que ve mi ropa interior con ojos sorprendidos y yo me avergüenzo quitándosela de las manos y poniéndola en la maleta.
—Parecen hilos sueltos de tela—se ríe.
—Tengo más normales pero... bueno... Boston—me rio y ella asiente divertida.
Al otro día ambas vamos a la estación de trenes en la ciudad más cercana.
—Tienes que salir e ir con tus amigas, no te quiero encerrada. Quiero fotos y fotos de ti divirtiéndote y saliendo con un muchacho—me advierte mientras conduce. Yo me rio.
—¿Y qué le dirás a Nathaniel? Porque ese es el único muchacho que me importa—admito y ella bufa.
—Le diré que vino un chico increíble en un ferrari a recogerte para irte por siempre a Boston, para ver si se espabila.
Me rio y ella también. Ni siquiera se escandaliza con el hecho de que Nathaniel sea un sacerdote, ella parece creer, como yo, que él es un ser humano con deseos y sentimientos tan carnales y terrenales como cualquiera y que se los limite no está nada bien.
Al llegar a la estación la abrazo con fuerza y ella me devuelve el abrazo mientras me da besos en las mejillas y nariz. Me despido y subo al tren, busco mi asiento, sintiéndome contenta hasta que avanza y quiero llorar. No dejo de pensar en que acabo de dejar sola a mi madre y que esta semana tiene cita con el médico y dos sesiones de quimioterapia. No debería de conducir ni acompañar a nadie a otra ciudad para dejarla en una estación de tren. Me siento culpable, ¿Y si Archie y mi padre no saben qué medicamentos darle?
Entonces ella me manda un mensaje con una foto regresando en la camioneta: "Todo bien, no te preocupes. ¡DISFRUTA!" con mil emojis y me siento mejor y menos culpable.
Me pongo a leer y escuchar música. El tren se detiene en algunas estaciones y en una de ellas se sienta al lado de mí un hombre alto. Yo no lo miro y sigo leyendo hasta que el hombre me toca la rodilla y yo, dispuesta a sacar mi gas pimienta lo miro mientras me quito los audífonos y veo a Bill, mi ex, lo que me hace saltar algo asustada de la coincidencia que es topármelo en este momento:
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EL FATÍDICO AÑO EN EL QUE ME ENAMORÉ DE UN SACERDOTE
RomanceAgnes se ve forzada a vivir de vuelta en su pueblo natal, en donde sigue viviendo su increíble y atractivo ex novio y ahora sacerdote llamado Nathaniel. Él no quiere ni puede permitirse caer en tentación. Ella no puede ni quiere darle paz y alivio...