II. desesperante consuelo

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La clase B fue muy sencilla de ubicar y ordenar. El único inconveniente fue uno de sus pacientes como Izuku prefirió llamarlos en su cabeza. Era un rubio cuyo único propósito en la vida parecía ser engreído, presumido y caer mal.

Aunque por supuesto, Izuku no se dejó engañar. De un solo vistazo (habiendo leído los libros de psicología media y analítica) pudo deducir que tenía un más que evidente complejo de inferioridad, un ego muy alto junto a una autoestima por los suelos. Al parecer el chico creía que, diciendo que era un chingón (de forma intermitente) las demás personas no verían sus cualidades negativas...

Probablemente el hecho de que su quirk copie los demás quirks sin permitirle tener uno propio infringió en su padecimiento. Como si un espejismo hubiera logrado que el espectro de la realidad de Monoma se viera afectado debido a su misma psique.

Después de psicoanalizar a Monoma Neito, Izuku empezó con la entrevista. Fueron preguntas bastantes básicas, el niño se comportó bastante neutral con él, sin soltar comentarios extraños ni nada por el estilo. Izuku llegó a la conclusión de que lo hacía sólo con las personas que consideraba superiores para, de alguna forma, no sentirse inferior.

No paró de hacer anotaciones rápidas en su cuaderno mientras el rubio respondía en voz algo altanera (sin llegar a ser irritante) las preguntas. Sus demás compañeros tomaron a los demás que eligieron de la clase B y pronto terminaron con la clase. Al terminar, Monoma lo miró intensamente antes de darle un sonrisa suave y despedirse.

Izuku, perdiendo por la práctica ese tipo de lenguaje meramente humano, no entendió en absoluto la indirecta del tipo.

Lo único que atinó a hacer fue ver el reloj y darse cuenta que debía de comer. La mayoría de sus compañeros se quejaba de que sentían mucha hambre. Izuku, desde hacía mucho tiempo, dejó de sentirla. Aunque jamás dejó de comer (no quería preocupar a su mamá) así que se ponía alarmas en el teléfono para no olvidarlo. Últimamente la comida le daba algo de repulsión, (cosa extraña, se supone que no podía sentir) pero era... Desfavorable el tener que sentir la masa viscosa en su paladar y tener que tragar.

Lo único que parecía no perder el sabor era el café, en cualquier presentación. Tal vez era un sabor tan fuerte que ni siquiera las raíces muertas del Hanahaki podían eludir. No lo sabía, pero el café era lo único que estaba acostumbrando a comer, que podía comer.

Se compró un paquete de leche sabor capuchino y se sentó en la mesa en la cual vió que la mayoría de sus compañeros estaban. Sin perder tiempo empezó a avanzar con su persona: Monoma Neito. Su espectro era bastante extraño. Le gustaba hacer aquello... ¿Era la forma correcta de decirlo...?  Izuku de buenas a primeras sólo disfrutaba meter las narices en sus libros y olvidarse del mundo exterior.

¿Qué más daba ya, si la persona que espera jamás le.diera la espalda, lo mandó al hospital?

No era culpa de Kacchan, él estaba muy bien así, antes de que un maldito maricón le regalara un bento y le dijera que le gustaba. ¡A su bully, maldita sea! Pero en ese momento Kacchan no era tan cruel... Aunque sin duda que lo haya humillado frente a su pequeña pandilla para luego mandarlo a golpear hasta dejarlo inconsciente fue la prueba fehaciente de que, de hecho, Katsuki  Bakugou era cruel.







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