_02.1

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No sabía en qué momento dejó que esto sucediera.

¿En qué momento dejó que el celo de su destinado lo controlara?

Había sido débil, había bajado la guardia ante esos ojos fieros carmesí que resaltaban entre la penumbra. Lo observaban siempre, con cariño, dulzura...deseo, y por supuesto, todo eso era mutuo.

Pero a pesar de que sus labios picaran por tener los del contrario encima, no quería aceptarlo. No quería caer ante los gruñidos y ceños fruncidos del mandón de su jefe. Sin embargo, nunca se dio cuenta de lo tarde que era ya.

Ya no pudo alejarse de él, ni negarse a él.

¿Cómo es que había terminado seminconsciente por el placer en el suelo de ese enorme pent-house?, bajo ese mexicano.

El castaño lo estaba embistiendo contra la pared, con una mano sostenía ambos brazos del puertorriqueño por sobre su cabeza y la otra lo cargaba con una facilidad impresionante, manejando su moreno cuerpo a su antojo. Miles disfrutaba de la forma en que su Alfa dominaba la situación, porque esto lo hacia sentir amado, deseado, protegido.

Miguel lo giró lentamente para cambiar de posición, quería estampar el pecho de Morales contra la pared y llegar hasta el punto dulce del menor desde esa perspectiva.

Aún no había salido de su interior y las embestidas jamás cesaron, ante esta lluvia de estímulos, las piernas de Miles fallaron al dar la vuelta y terminó cayendo al piso.

O'Hara jamás lo soltó, bajó con él quedando sobre el pequeño cuerpo. La diferencia de proporciones le facilitó el control completo. Inclinó la cabeza del latino menor y alzó su trasero sin dejar de golpear una y otra vez su polla en ese agujero dilatado.

Miles conocía las consecuencias de provocar al mayor, y le gustaría conservar su habilidad para caminar, pero en verdad quería saber que tan lejos podía llegar su Alfa.

El Omega en su interior sacó su voz más seductora en un jadeo difícil de ignorar: "aaaah morenooo...mmgh aaah...no pares", pronunció en el idioma que Miguel le había ayudado perfeccionar.
El español era su propio lenguaje de amor.

Ya no se reconoció para nada, la necesidad lo estaba cegando.

Juró escuchar un aullido de parte de Miguel mientras sentía como la velocidad y la fuerza de sus embestidas aumentaban. Mantener ese ritmo debería ser casi imposible de lograr, pero era Miguel y su Alfa podía hacer hasta lo imposible por complacerlo.

~AAGHH M-MIGUEL~

Había llegado a su punto dulce.

Miguel sonrió y no dejó de golpear esa parte. En tanto, Miles reía entre jadeos y sus ojos se ponían casi en blanco ante la sensación de llegar a ser partido en dos a causa del Spiderman 2099.

Sus pies se estiraban reaccionando a los espasmos y sus manos buscaban a algo que aferrarse y desquitar esa ola de éxtasis.

Podía percibir las garras del mayor querer salir para sujetar mejor su cadera. —Hermoso, mi Omega— gruñía Miguel ya muy cerca de la glándula del menor.

Su pecho ronroneó feliz ante el alago. —T-tuyo, Alfa— susurró en la única oración lógica que podía recitar entre los sonidos de placer.

Miles mostró su cuello con gusto y afianzó el miembro del Alfa en su interior para asegurar el nudo.

Aún era muy pronto, sí.

Se estaban dejando guiar por la tensión acumulada durante ese mes, sí.

Y más tarde se preocuparían por ello, tal vez.

•caos in the spiderverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora