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Mysie ya estaba lista con dos maletas, las que ella había traído de la casa grande y un bolso de mano.

—¿Ya lo sabías?— le preguntó cuándo entro en la habitación que había dormido la noche anterior.

—No, cuando volví me informaron— la joven doncella no hizo ninguna reverencia ni intento de llamarla alteza, lo que la alivió.

En la casa de campo nadie se le reverenciaba, ni la trataban con guantes blanco. Pese a que sentía que la tenían en una jaula de cristal  ella era libre a su manera. Ahora tenía en sus manos la vida de miles de personas, una nación en sus brazos,  una corona en su cabeza y el peso de destino y futuro incierto en sus hombros.

—¿Donde está la tiara?

—En el bolso de mano, esta envuelta en una bufanda azul que encontré, y la caja entra en una de mis maletas.

—¿Nadie te revisará?— preguntó  temerosa

—No, para nada, igualmente todo lo que llevo es ropa de calle y artículos personales— informó Mysie, orgullosa de sus capacidades—. El uniforme de las sirvientas en...

—No te llames sirvienta— le cortó Darius con la boca torcida—. No me gusta ese término.

—Esta bien, lo lamento— Mysie se sintió apenada, alguien tocó la puerta,  Darius dió permiso de que entrarán.
Un guardia entró, haciéndole uns reverencia. Darius suspiró.

—La esperan magestad— Darius y Mysie compartieron una mirada, Darius vio el reloj en la pared. Ni siquiera había desayunado aún y ya estaban con eso.

—¿El viaje es largo?— preguntó ella a Mysie.

— Doce horas de vuelo. Aterrizaremos a dentro del territorio del palacio de su magestad en Maxtrym,  a una hora del palacio— Darius asintió.

Riven estaba a dentro del auto, esperándola con cara de pocos amigos. Mysie entró en otro auto diferente al de ellos.

—¿Porqué ella va en otro auto?— el auto era largo con dos asientos uno frente al otro y un pequeño bar dentro.

—Ese coche esta dispuesto para ella y el equipaje— la puerta el lado de Riven se a abrió, un  perro de pelaje color ceniza  entró en el coche, un ayudante de servicio asomó la cabeza.

—¿Desea que coloquemos la cuna aquí?

¿Cuna? ¿El rey tenia un bebé?

—Creía que no me preguntarían semejante barbaridad...— le acarició la cabeza al perro que la miraba con malas pulgas—. Si. La cuna debe estar aquí conmigo.

Dos ayudante entraron en el coche y dejaron una cesta cuadrada de que  creyó que era oro y un almohadón de terciopelo rojo cubierto por una manta gruesa impecable, conectaron algo a un toma corriente y se fueron.
La puerta se cerró.

Luego de minutos en silencio incómodo para ella, se oyeron quejidos.  Darius miro al rey sin saber que pasaba, él tenía la vista clavada en la cama del perro.

—Opal, tu deber te llama— le palmeó el lomo.

Darius miró al perro. Oh bueno,  perra quien se bajó de su lado y corrió con la boca la manta. Cuatro cachorros recién nacidos estaban llorando pidiendo por su madre. Eran no más grandes que su puño.

—¿Puedo?— preguntó ella mirando a los cachorros.

—Si ella te deja, si.

Opal intuyó las intenciones de Darius, y le gruñó, los animales se parecen a sus dueños pensó.
El rey también le gruñía.

—No, parece que no— él sonrió para su interior—. Es sobreprotectora, aún son muy pequeños, cuando pasen unas semanas quizás te deje coger uno.

—¿Cuando nacieron?— miró a los perritos que buscaban el calor de su madre.

—Dos días. Yo llegué aquí hace dos días, pero el parto de Opal no estaba en mis planes. Y que me dejen de niñero tampoco.

Ella bajó la cabeza avergonzada.

—Lo lamento, no era mí intención ser una carga para usted magestad.

—Eres la espada que cuelga de mí cabeza desde que tengo diez años— le informo con desdé. Ella lo observó sin entender—. El consejo  firmó un acuerdo con Maxtrym, y con mí padre. Es un compromiso y si él no podía cumplir con lo pactado debería hacerlo yo. Eres mí responsabilidad.

—No lo sabía— él soltó una risa seca, irónica—. Tampoco sabia quién era yo hasta yer. No sabía que existían periódicos con fotos. No sabía nada. Mí vida es una mentira.

—¿Que?— Riven no entendió lo de los periódico—. ¿Que tienen que ver los periódicos con tu vida y con las mentiras de Ión?

—En la casa grande no había periódicos con imágenes, solo palabras.

—¿Te refieres a...?

—Los periódicos que llegaban a la casa grande eran lisos, solo... Palabras.

—¿Y televisor o radios? ¿Comunicadores, pantallas? Electrónicos en general...—ella negó ¿que mierda había hecho Ión con esa chica?

—No se de qué me está hablando.

—¿En que clase de lugar te tuvieron?— ella suspiro y se encogió de hombros—. Esto tengo que verlo— apretó un del reposabrazos, el cristal que separaba la cabina del conductor de ellos empezó a bajar—. Krys.

—Magestad...

—Cambio de planes, vamos a la casa de campo de la princesa— el chófer asintió.

—¿Magestad, usted sabe dónde es?— preguntó ella.

Riven la miró, la miró... la miró, ella no lo recordaba.
Cuando aún era un niño,  la había empujado sin querer para quitarle una galleta.  Ella se había caído y roto las pantimedias blancas con puntos rosados. Lo recordaba como si fuera ayer porqué su madre le había dado el castigo del siglo...

—No quiero ir ahí.

—Yo si— Riven la miraba con intensidad, era atractiva. Más que eso, era hermosa para cualquiera que la viera, Milos tenía razón—. Tengo curiosidad de saber cómo te crío Velía— pero era una niña inútil, si sabía atarse los cordones era un milagro de los dioses...

—No quiero verla— Darius estaba dolida, enfadada, estaba..., furiosa—. Ella... Ella
...— no tenía palabras para describirla, o por lo menos palabras que pudiera usar delante de él, una señorita educada y respetable jamás diría lo que quería decir. O por lo menos no lo que pensaba.

—¿Ella que?— preguntó él, instadola seguir

—Nada, prefiero guardar mí pensamiento sobre ella.

—Sabes, ese comportamiento tuyo de remilgada me molesta. Toda tus me molesta— Darius suspiró y miró por la ventanilla, era mejor callarse y más aún teniendo en cuenta que ella estaría en el palacio con él.

—¿Cuánto tiempo deberé permanecer en Maxtrym?— Riven desvío la mirada, más interesado en ver el paisaje que ofrecía la zona que mirarla a ella.
Darius no insisto más.

Luego de una hora de trayectoria se detuvieron ante el portón de la casa   grande. Riven la evalúo con la mirada, era decente. Con un jardín amplio y espacioso, llenos de flores y césped. Una fuente delante de la entrada principal, la casa en si, era pequeña a comparación de lo que él acostumbraba, pero tenía cierto atractivo y suponía que para dos personas y algunos más del personal de servicio era suficientemente grande para que se sintieran cómodos.

Un guardia se acercó a él, habían inspeccionado la casa para asegurar el perímetro. Se acercó a el y le susurró algo que a Darius le heló la sangre. Estaba enfada.
Si.
Pero no quería eso, ella no quería que Velía sufriera, después de todo, ella ala había criado, le había dado cariño.

La última Princesa Onde histórias criam vida. Descubra agora