3. Inseguridades

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Un debate intenso se daba a través de su mente; Bradley trató de asimilar lo que le esperaba. Si bien, consiguió un equipo como tanto deseaba, ahora debía asumir que la gran estrella del skate estaría del lado de los perdedores, en vez de estar con los suyos.

— Es una tragedia —posó su mano en su frente y se dejó caer en la cama—. Ojalá la tierra me tragara.

Suspiró con algo de frustración, no le quedaba de otra más que conformarse.

Ahora el siguiente paso es ganar, es lo último que falta completar y será nuevamente un Gamma. Y cuando eso suceda, dejará ese tonto grupo para dedicar su tiempo entero a la fama. Así de simple.

Pensó en silencio, su mente comenzaba a proyectar recuerdos de aquella competencia. A pesar de las trampas, el equipo conformado por los nuevos estudiantes alcanzó a estar en los finales; una meta completamente difícil al haber noventa y nueve participantes en total, y la creciente dificultad en los desafíos; confirmando que son muy hábiles en el deporte. Considerándolo de ese modo, el equipo de Max sí que puede dar mayor ventaja. Total, ya ganó una vez a los Gammas, entonces, ¿por qué no repetir el éxito?

Además, cuentan con el ex-líder de sus rivales; en pocas palabras, tienen la victoria asegurada.

Su molestia fue reemplazada por la tan deseada satisfacción. De haber sabido que lo conseguiría tan fácil, no se habría humillado con otros participantes. En todo su horario de clases la pasó mal por el patético sentimiento de la tristeza, provocado por el rechazo, y de allí su alocada decisión de patinar sin una protección. Sintió la derrota, se dejó llevar por ella y buscó desquitarse; si nadie quería escucharlo, entonces se desahogaría consigo mismo, dejando que su cuerpo sufra las consecuencias. Y como un milagro enviado del cielo, Max apareció. Estaba seguro que él sería el último quien se atrevería a darle una oportunidad, y resulta que lo convenció al instante. En definitiva, a ese chico le sobra la ingenuidad... igual que su padre.

Esa experiencia fue un maremoto de emociones. Por un lado, se sintió un ganador al haber convencido a Goofy de ser parte de los Gammas, para lastimar a Max de la peor forma; su propio padre participando con su equipo enemigo, y que éste lo ganara, debió ser tan doloroso. Por supuesto, el viejo tonto no habría ganado nunca de no ser por los cohetes; aplicó lo mismo que a Max, con la diferencia de que nadie se dio cuenta en ese momento.

Después se enojó con el señor Goof, él se atrevió a renunciar a los Gammas, pero se vengó diciéndole que: "Tú no renuncias a los Gammas, los Gammas te echan a ti"; tenía que aclararle su posición. No contó con que participaría en la gran final de los Juegos Extremos, arruinando sus planes con tal de ayudar a su hijo. No lo entendía para nada, si el novato se la pasó despreciándolo, ¿cómo es que no lo odiaba o, mínimo, le decía que está decepcionado? Esas palabras son tan potentes que hasta un corazón frío como el suyo puede ser herido.

Si Bradley hubiese tenido las mismas agallas de Max, pues... mejor, ni pensarlo. Su futuro como ser el siguiente heredero de la familia estaría en riesgo. Solo podía envidiar su rebeldía en secreto.

Hablando de su padre, el señor Uppercrust II, no le ha llamado desde el día de los Juegos Extremos. Se acercaban las finales y era la única persona que hacía sonar su celular en las madrugadas, charlando acerca de su predecible triunfo. Y cuando sucedió la catástrofe... a decir verdad, se descuidó tanto que hasta olvidó un gran detalle; su padre habrá estado de espectador, viendo su derrota contra el novato.

Eso significa que estarán en malos términos, seguramente. O quiere torturarlo con su silencio por la idiotez que cometió en su descuido. Sea como sea su castigo, le invadió una gran sensación de miedo, temblando por su imaginación, que no hacía otra cosa más de asegurarle que pasará lo peor.

Avanzando a un futuro mejorWo Geschichten leben. Entdecke jetzt