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~123 d.C~

Los últimos jadeos se escuchaban por toda la habitación, el hombre tumbado al otro lado de la gran cama no podía recobrar del todo la respiración.

— Te dije que no estarías en condiciones para hacer esto. — Dijo una Daenarya de tan solo 21 años.

Esta se levantó de la cama envuelta en una sábana, la rubia no era de mentir, le dejaba en claro que había quedado insatisfecha.

— Ya no soy tan joven como antes. — Expresó el Strong. — Últimamente me siento fatal.

— El maestre ya dijo que no estás enfermo, solo debes cuidar lo que comes y tomar el tónico que te dio. — Respondió, mientras buscaba su ropaje.

En este último año el quebrantahuesos había sufrido de múltiples malestares, alegando que se trataba de alguna enfermedad, pero esta se descartó cuando varios maestres vieron su caso.

No había vuelto a participar en torneos desde el último en donde se enfrentó a Ser Criston, el cual desquitó todo su enojo en el Strong, dejándolo en un estado deplorable del cual no pudo recuperarse del todo.

— Hoy no vendré a dormir. — Comunicó el hombre.

— Igual no te esperaba, estaré con los niños y Sir Criston, hoy comienzan sus lecciones. — Mencionó al último, esperando una reacción negativa de p

La cual recibió, causándole una sonrisa burlona.

— Deja de jugar con fuego, eres tan patética al intentar que sienta celos por un simple guardia. — Dijo tomando el vino que le tendió su esposa, el cual contenía el tónico.

— Deberías, ese guardia sí que dura más que tú y es bueno con las manos. — Se dio la vuelta en busca de arreglar su cabello.

Claro que era mentira lo mencionado, Ser Criston y la princesa Daenarya no habían pasado de los dulces besos a escondidas que le regalaba el mayor.

Pero eso no tenía que saberlo Harwin, era más placentero para Daenarya ver como su esposo se moría de rabia cada que hacía ese tipo de comentarios.

Está demás decir que este matrimonio estaba en ruinas, no era un secreto para ninguno de los dos que ambos no se eran fiel el uno al otro. Harwin sin duda era un cínico de primera, hablaba y halagaba sin pudor a su cuñada, claro que no enfrente de los niños.

Por parte de Daenarya, ya le daba igual su matrimonio, lo único que importaba era la educación de sus hijos, convivir con sus hermanos y pasar momentos agradables con cierto Sir.

¿Le dolía? Un poco, ver como en algún momento su persona favorita se convertía en un completo extraño si que dolía.

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