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~124 d.C~

Unos pequeños pasos se escuchaban por los pasillos del castillo, con cada paso, aceleraba su ritmo hasta llegar a la puerta deseada. El pequeño príncipe Daario se encontraba frente a la puerta de los aposentos de su padre.

Lentamente el niño abrió la puerta, buscando a su padre hasta encontrarlo sentado en la esquina de su gran cama, rápido el más pequeño ingreso a la habitación, tomando por sorpresa a su padre.

— Daario, ¿Que haces aquí? Deberías estar durmiendo. — Dijo con una sonrisa cansada al ver como su hijo hacía un leve puchero.

— No puedo dormir papi, quiero chocolate blanco para que se me quite el susto. — Comenzó a subirse a la cama, para estar al lado de Harwin.

— No debes tener miedo hijo mío, tu padre siempre va estar contigo. — Dicho eso lo atrajo hacia el, para darle un fuerte abrazo.

Pasaron unos minutos consolando a Daario, Harwin tomó fuerzas, todo el cuerpo le dolía, pero no podía mostrarse débil ante su hijo. Daario debía verlo siempre fuerte y dispuesto a estar para él siempre, tal como le hubiera encantado estar con Melek.

Baelon todavía era pequeño para compartir momentos así como los que compartía con Daario, pero esperaba que en algunos años también su pequeño hijo fuera a media noche a buscar protección en sus brazos.

— Vamos por ese chocolate y porque eres un niño tan bueno, mañana no tienes que asistir al entrenamiento, te quedarás conmigo y Baelon jugando todo el día. — Dijo el Strong intentando crearle una sonrisa a su hijo y en cuestión de segundos lo logró.

No es que Daenarya fuera la madre más estricta, pero era sabido que lo era en cuanto al entrenamiento de sus hijos y sus lecciones en el septo. La princesa quería inculcarles que no porque fueran un príncipe, obtendrían todo fácilmente.

— Y después me cantarás hasta dormirme, pero también quiero escuchar tus historias en todos los torneos que estuviste o cuando conociste a mamá. — Contó un feliz Daario, mientras caminaban a las cocinas.

Harwin sonrió disimulando su malestar, prometiéndole a su niño que le contaría cada historia que le pidiera y le cantaría hasta cansarse si Daario así lo quisiera.

[...]

La mañana había llegado, Criston y Daenarya se encontraban acostados en la cama que se encontraba en la cabaña, con la respiración agitada, después de una noche productiva esos eran los resultados.

— Ya veo que no solo eres bueno en combate, muy escondido lo tenias. — Dijo Daenarya quien se encontraba sobre Criston, acariciando el torso de este.

El abdomen trabajado del Sir se había vuelto una adición para la Targaryen, cada noche pedía más por él, sin duda era su amante favorito y se había vuelto el único.

El único que minutos antes podía dejarle las piernas temblando y a los segundos podía ser la persona más dulce, como si nunca la hubiera azotado o maltratado en un acto erótico.

— Se hace tarde, debemos irnos antes de que todos están despiertos. — Comentó el Sir, mientras dejaba pequeñas caricias en la espalda de la Targaryen.

— Un rato más, debo recuperar mis piernas. — Murmuró la Targaryen dejando un beso en el cuello de Criston.

— Me encanta tenerte encima, pero te ves más hermosa estando debajo de mi.

Lovers - HOTD Donde viven las historias. Descúbrelo ahora