La conversación

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Casi quince minutos después, apareció Olivia, con cara de pocos amigos. Magnus la observó y con un gesto pidió a la mucama que también estaba allí, que llevara la sopa a calentar. Luego puso la servilleta blanca sobre sus piernas y levantó la vista hacia su cuñada.

-Pensaba dejarme esperando.

-Sí. No creí prudente que estemos dentro de la misma habitación después de lo ocurrido -repuso ella con humildad. Algo poco habitual en ella. Al escucharla, Magnus rompió a reír con sonoras carcajadas. -¿Qué le parece tan gracioso, lord Barrington?

-Que usted habla como si hubiera sucedido algo entre nosotros.

-¿Le parece poco haber expulsado a mi madre? -repuso ella con las mejillas rojas por la ira.

-No había más remedio después de lo que hizo. Para serle sincero, no soporto a su madre, ni siquiera a usted.

-¡¿Por qué?! ¡Qué le hemos hecho!

-¿Lo ignora? -preguntó él con tranquilidad, al tiempo que se llevaba una cucharada de sopa a la boca.

-¿Por qué no se deja de medias palabras y habla claro? Desde que llegamos ha estado lanzando acusaciones soterradas, pero nunca ha dicho nada claro. Se ve que nos odia, sin embargo no sé el por qué.

-Está bien, la complaceré. Desde que me casé con su hermana su madre, y seguramente con la colaboración de usted han estado sobre mí como sanguijuelas, pero en vez de chupar mi sangre han estado sustrayendo mi dinero.

-¡Pero, si usted consintió en mantenernos!

-¿Me va a negar que no sabía que su madre me pedía dinero todas las semanas?

-¡¿To...?! ¡No! ¡No puede ser!

-Finge usted muy bien, Olivia.

-Le juro por el alma de Lilly que yo no lo sabía. Ella maneja el dinero. Siempre. A mí nunca me ha importado ese tema, gasto muy poco; solo compro libros y rara vez ropa. No tengo motivos para arreglarme tanto.

Magnus reconoció la amargura en la voz de Olivia y la miró con más detención. Es cierto, no era bella, pero seguro que con mejores atuendos, un peinado más elegante y algunas joyas, luciría realmente atractiva.

-Si es verdad que no sabe nada, ¿tampoco tiene idea de las verdaderas circunstancias de mi matrimonio con su hermana?

-Bueno, sí. Usted quiso aprovecharse de ella.

-Sí y no. Me gustó cuando la vi; creí que era mayor. Me quise retirar al percibir su juventud, pero ella se las arregló para llevarme a una posición comprometedora. Su madre fue quien nos descubrió y dio aviso a todo el salón. No podía más que casarme con ella.

Olivia se negaba a creer que Lilly había participado en aquella sucia maniobra, pero como era una joven soñadora, de seguro solo pensó en la apostura del conde. Sin embargo, objetó las palabras de Magnus.

-Es fácil culpar a alguien que ya no está para defenderse.

-¡Ella me lo confesó! -Magnus golpeó la mesa.

-¿No pensó en abandonarla después de saberlo? Si ella era culpable como usted dice.

—Entendí que la única culpable era su madre. Lilly solo tenía la cabeza llena de pajaritos. No teníamos mucho en común, pero estaba a gusto con ella. Se embarazó, después nació nuestro hijo y luego... Al final no fue tanto tiempo el que estuvimos juntos.

—¿Qué sentía por ella?

—La compadecía. Siempre estaba preocupada de ustedes, de que no les faltara nada, sin saber...

—Quiere usted decir, que nunca se enteró...

—Sí. Nunca se lo dije.

Cayó el silencio entre ambos. La charla había sido larga. Olivia se observaba las manos y Magnus tenía su vista fija en la ventana.

Después de varios minutos que parecieron una eternidad para Olivia, recién tuvo el valor de hablar, y lo hizo intentando escoger las palabras adecuadas para no enfurecerlo.

-Lo lamento. Lamento todo lo ocurrido. También lamento la actitud de mi madre, aunque no me disculparé por ella, puesto que repudio su forma de actuar. Creo que lo mejor es que me vaya de su casa. No quiero continuar imponiendo mi presencia, aunque haya sido mi hermana quien lo pidió.

Olivia se puso de pie con delicadeza y se dirigió a la puerta. Cuando tenía su mano izquierda sobre el pomo de la puerta para abrirla, otra mano grande se posó sobre la de ella. Olivia se sobresaltó y levantó la vista, solo para encontrarse con los ojos azul intenso del conde. Ella bajó la vista, porque estaba a punto de ruborizarse. Su mano ardió bajo el contacto de la de él.

-Espere -dijo él, al tiempo que quitaba su mano sobre la de ella.

-Pienso que es lo mejor dadas las circunstancias.

-No para Harry. Él ya esta habituado a usted.

-¿Cuánto tiempo más quiere que me quede?

-El que sea necesario. Además... Creo que ya es tiempo de que aprendamos a llevarnos mejor.

-¿Dice que confía en mí?

-Un poco más que ayer. Desde hoy la llamaré Olivia y usted me llamará Magnus.

-Eso está fuera de todo protocolo, milord.

-En casa no me importa el protocolo.

-Está bien..., Magnus. Cómo usted diga.

Desde ese momento ambos hicieron un acuerdo tácito para no agredirse. Comenzaron a comportarse, si bien no amistosamente, por lo menos con educación. Olivia desayunaba y cenaba con el conde, y poco a poco empezó a involucrarse en el manejo de la casa. En ocasiones coincidían en la biblioteca y ambos se sentaban a leer tranquilamente, pero sin dirigirse la palabra para no importunar la concentración del otro. Sin embargo, a pesar del ambiente de cordialidad, del buen manejo de la casa, de las flores frescas que alegraban los interiores, un buen día Magnus se sintió aburrido y se marchó. Estaba a punto de volver a las viejas costumbres a las que había renunciado por su hijo.

Insoportablemente enamoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora