❥ Capítulo 9

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Desde aquella noche, donde Mina lloró en brazos de Mina y después de haber escuchado que lo necesitaba, cambió, los pensamientos de Mina cambiaron. Ahora más que nada, aunque fuera demasiado tarde, no quería alejarse de su amada. Así que esa misma mañana, volvió a la monotonía que tanto extrañaba la castaña, Mina le hizo el desayuno, y le propuso irse de viaje, con la excusa de que sería la despedida de soltera, tan repentinamente al faltar unos días antes de la boda.

Se fueron sin saber que tal vez sería la verdadera despedida entre las dos.

—Ya tengo todo listo, Minari — dijo Nayeon con su maleta hecha y con una gran sonrisa.

—Muy bien, bajemos el taxi no tarda en llegar —respondió verificando la hora en su teléfono celular.

Todos estaba listo, la reservacion del vuelo, la del hotel donde se hospedarán y tomaron de libre elección recorrer el lugar por si mismas.

Antes de todo, Mina habló con Momo, explicándole todo lo planeado. La joven fotógrafa se había convertido en la persona más cercana que tenía, a excepción de Nayeon, pero esta no sabía de su condición o eso creía.

—Vamos, Nay, o te perderás— dijo la pelinegra, el aeropuerto estaba lleno por la fecha, y apenas si se podía caminar.

Nayeon asintió, y le agarró una mano a Mina, está al sentir la calidez y suavidad de la mano contraria, la miró, y le dio una sonrisa. Terminaron entrelazando sus dedos. Myoui no quería soltarla nunca más, se dió cuenta que había desperdiciado su valioso tiempo, tratando de complacer a su amada, para que sonriera, para no verla triste, se dió cuenta que lo único que tenía que hacer es estar a su lado. Y lo supo porque desde que salieron de casa Nayeon no había borrado su característica sonrisa de su rostro.

Todo el transcurso del viaje no se soltaron las manos, Nayeon sonreía y eso hacía feliz a Mina. La castaña hablaba de como le había ido en su última composición, pero Mina no la escuchó del todo, sus pensamientos se desviaron a decirle a su compañera sobre su hereditaria enfermedad. Entonces imágenes de su amada, donde las lágrimas y sollozos sustituyen la risa de la castaña llegaron, trató de desvanecer todo aquello aunque fuese difícil, y se planteó que disfrutaría hasta el último día que le permitan estar con Nayeon.

—¿Mina, me escuchas?— la nombrada prestó atención al sentir aquella calidez alejarse de su mano.

—Sí, si Nayeon, te escucho— la miró.

—¿Te sientes mal? Estás pálida — dijo Nayeon llevando su mano a una mejilla de la contraria.

—Estoy bien. Es solo el viaje, no estoy acostumbrada, son muchas horas— se excusó.

En total el vuelo duró nueve horas, directo, a la isla Honolulu capital de Hawaii. Al llegar a el hotel, Mina demostró su habilidad en el idioma inglés, sorprendiendo a Mina, y esa no sería la única sorpresa.

—Es increíble, todo esto es hermoso— dijo Nayeon volviendo del balcón de la habitación —Gracias Minari, siempre quise venir a este hermoso lugar.

—No hay de que, ahora ponte más guapa de lo que eres, porque saldremos a recorrer el área— el brillo en los ojos de Nayeon causó en Mina una sonrisa, le encantaba, le gustaba mucho cuando la castaña no podía aguantarse su emoción.

Salieron de su habitación directo al área de la piscina, visitaron los restaurantes probando la exótica comida, pasaron a la discoteca dónde tomaron unos tragos para finalizar caminando descalzas por la orilla de la playa. Sus pies mojados por las tranquilas olas, las brisas era algo fría a esas horas de la noche. Pero sus manos estaban cálidas al igual que sus corazones cuando estan juntas.

—Mina, ¿serás feliz si yo me caso?— preguntó Nayeon.

—Si tu eres feliz, yo soy feliz— respondió.

Nayeon miró el horizonte donde la luz de la luna se reflejaba en el mar.

—Yo quiero que tu seas feliz también— Nayeon se detuvo apretándole la mano — Q-Quiero que...— luchó para que su voz no se quebrara y terminara rompiendo en llanto.

Mina al darse cuenta la atrajo en un abrazo.

—Ya te lo dije, me hace feliz que tú lo seas.

—Pero me voy a casar, me iré... ¿cómo podrás ser feliz si no sabes cómo me siento?

Aquello puso en dudas a la pelinegra.

—Vayamos al hotel, está haciendo más frío— pasando su brazo por los hombros de Nayeon la guió a caminar de vuelta a su habitación.

Una vez dentro de la cálida habitación Nayeon soltó a llorar, alarmando a la pelinegra.

—¿Qué sucede?— preguntó Nayeon.

Nayeon se abalanzó a Mina, enterrando su rostro en su pecho.

—No quiero que te vayas— pronunció apenas entendible debido a las lágrimas. Y que el solo saber que no volvería a verla, sentir u oler a Mina le destrozaba el alma.

—Ya te dije que no me iré— trató de calmarla. Aunque sabía que era mentira, se iría quiera o no. Porque el ciclo de vida de Myoui Mina fue defectuoso y su hora de partida se había adelantado.

Nayeon dejó de llorar después de un rato en brazos de la pelinegra. Ambas terminaron por cambiarse de ropa para ir a dormir. Compartían una sola cama, como solían hacerlo.

A la castaña le gustaba estar apegada a Mina protegiéndola con sus brazos. Así que esperó a que la pelinegra se recostara en su pecho para rodearla con sus brazos, dejándola escuchar los latidos de su corazón.

—¿No puedes dormir?— preguntó Nayeon al sentir como la pelinegra se removía.

—No quiero cerrar los ojos— Nayeon se levantó un poco para mirarle el rostro que era iluminado por la luz de la luna que se colaba por la ventana.

—¿Tienes miedo?— cuestionó y vió a Mina asentir. Sus ojos brillaban como nunca antes.

—No quiero que tengas miedo, no cuando estés conmigo— dicho eso Nayeon se acercó a dar un beso en la mejilla.

Esa acción hizo que la piel de Mina se erizara. Llevó una mano a la mejilla de Nayeon mirando sus facciones.

—¿Quieres besarme?— se atrevió Nayeon a decir.

—Estás comprometida, eso sería malo— susurró Mina.

—Por favor, mientras estemos aquí olvida mi compromiso— habló bajo, como si no quisiera que alguien más la escuchara.

Mina solo pudo asentir antes de ver como Nayeon se acercó y tomaba sus labios en un beso. No correspondido al principio pero después se dejó llevar y movió sus labios, sus manos abrazaron los hombros de la pelinegra fuertemente.

—Quiero que hagamos el amor, aquí y ahora— la petición de Nayeon hizo latir desenfrenado el corazón de Mina.

La respuesta fue unir nuevamente sus labios ¿Hace cuánto no se besaban? no lo sabía exactamente pero ahora lo disfrutaría, los volvería a sentir y a grabar para nunca olvidarlos.

Los sentimientos salieron a flote. Cada una se entregó en cuerpo pero sobre todo en alma. Esa noche sería la primera y última vez que ambas podrían unirse en un solo ser.

Las manos y labios de Nayeon recorrían cada rincón de Mina. Tocando, saboreando, deleitándose con la persona a quien amará por siempre. Mina en cambio disfruto de las caricias de su único amor y así como le entregó amor quiso devolverle, no siendo la única que se sintiera verdaderamente querida.

Hicieron el amor una y otra vez, parecía que ninguna se cansaba, ninguna quería dejar de sentir a la otra. Lágrimas de felicidad como de tristeza se mezclaban. Sollozos y gemidos se unían en una sola habitación.

La luna fue el único testigo de su incondicional amor, unos que perdurará más allá de la muerte.

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