5.Convicción de acero

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El grupo comenzó a adentrarse en la lujosa calle central del reino, ya que esa era por la que más rápido podían llegar al castillo. Según se iban adentrando más y más, notaban como todo se volvía mas lujoso, con jardines bien cuidados y adornos dorados o de mármol por la mayoría de sitios a los que miraban.

Cuando iban más o menos por la mitad de la calle se fijaron en una multitud reunida al rededor de un hombre, al que se les escuchaba gritar algo desde hace unos metros. Decidieron acercarse por pura curiosidad.
La gente reunida llevaban trajes lujosos, exponiendo que vivían por la zona, sin embargo cuando se fijaron el hombre que estaba gritando, vieron un hombre delgado, de avanzada edad, vistiendo una sotana con una cruz amarilla en la espalda rodeada por un círculo, el cual desentonaba que no vivía allí.

- ¡Todos recemos a los dioses, pues ellos nos dieron la vida, nos dieron estos lujos y nunca dejarían que nos pasara nada malo!

Parecía ser que el hombre estaba promulgando algún tipo de mensaje religioso. Ante la escena Clanmo y Olester comenzaron a reanudar su camino mientras Nereida y Claudia les seguían un poco mas atrás. Pero cuando los gritos del hombre se empezaron a escuchar más a la lejanía, Nereida comenzó a hablarle al grupo.

- ¿Vosotros que creéis de lo que decía el hombre? ¿Creéis en los dioses?

Clanmo fue el primero en contestar mientras seguían caminando.

- Sinceramente no podría afirmar que los dioses existan o no, pero ya había escuchado lo que estaba gritando el hombre, del cura que venía a la aldea, a veces se ponía en la plaza por las tardes a rezar y promulgar la supuesta palabra de los dioses.

Olester continuó justo después de Clanmo.

- Si de verdad existen son muy crueles, a nosotros no nos ayudaron en nada, dioses así no merecen mi respeto o mi fé, así que no me lo cuestiono, para mi no son más que patrañas.

Claudia exclamó su opinión después de Olester.

- Yo sinceramente creo que mi don debe ser proveniente de la benevolencia de algún ser divino, así que creo que deben existir.

El grupo se frenó cuando llegaron a una gran plaza, la cual estaba situada justo enfrente de las puertas del castillo. Básicamente era casi igual que la de la entrada de la ciudad, pero con algunos adornos más, se notaba que estaban frente a un sitio importante, además al lado del castillo parecía haber una pequeña iglesia, ya que tenía una vidriera con la imagen de una cruz amarilla, como en la sotana del hombre de antes.
El grupo decidió sentarse a descansar un momento en los bancos ubicados alrededor de fuente de la plaza, así también podían discutir que hacer y decir. El primero en hablar fue Olester.

- Creo que no deberíamos entrar todos juntos.

Clanmo le tomó la palabra.

- Tienes razón, con dos representantes debería bastar para pedir ayuda y avisar del peligro.

Claudia habló.

- Entonces, ¿quién va a entrar?

Clanmo le contestó.

- Yo y Olester.

- Básicamente Nereida y yo nos quedamos fuera.

- Dicho así suena mal, pero seria lo mejor.

- Bueno supongo que por mi está bien, ¿qué hay de ti Nere?

Nereida le contestó a la pregunta luego de soltar un suspiro.

- Por mi también está bien, pero me gustaría estar por si pasa algo. Por cierto, ¿no dirán nada por las túnicas? Se supone que normalmente las usan ladrones y asesinos.

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