ONE SHORTS MULTIFANDOM

40: Ardeth Bay recopilación

Allah me dio a ti y me cambió

Descripción: Durante una tranquila mañana juntos, tú y Ardeth comparten un hermoso momento de amor.

Sonríes mientras te despiertas sintiendo un ligero toque en tu cintura volteándote para ver a tu esposo Ardeth recostado detrás de ti frotando tu cintura con su mano mientras giras acariciando su rostro. Él sonríe besando tu frente llevándote a su regazo sosteniéndote frotando tu espalda "Buenos días cariño" sonríes dulcemente apoyando tu cabeza en su hombro colocando un beso en su cuello pasando tus dedos por su cabello y cuero cabelludo. Ambos beben té mientras están parados uno al lado del otro afuera disfrutando del día tranquilo y sereno compartiendo un beso antes de ir a tomar algo de comida sobrante para los vecinos que regresan mientras ambos vuelven a entrar y se duchan juntos en agua tibia disfrutando el contacto piel con piel. contacto. Pronto, pequeños besos y caricias suaves conducen a besos intensos y exploran todo el cuerpo del otro con las manos que luego conducen a abrazarse con fuerza mientras se dicen gentilmente te amo, pero también lo más conmovedor y emotivo que jamás te haya dicho " Allah me dio a ti y me cambió, tú me cambiaste" te derretiste sosteniéndolo en un tierno abrazo y mostrando el amor que tenían el uno por el otro durante las próximas 2 horas hasta que estuvieron enredados y acostados en los brazos del otro. Frotaste su cadera hasta que te quedaste dormido con tu cabeza en su pecho él sonríe mirándote presionando un beso en tu párpado y frotando tu espalda hasta que se durmió no mucho después con su mano todavía en tu espalda, la otra en tu cadera , y su barbilla sobre tu cabeza sonriendo por el hecho de que te tenía y cuánto realmente impactaste su vida para mejor y verdaderamente maravilloso.

2- La Pluma de Dios

Un pájaro herido aleteó desesperadamente hacia el campamento Medjai antes de estrellarse en el desierto abrasador. Un hombre vestido de negro vio el pájaro en el horizonte antes de que se estrellara y corrió hacia él montado a caballo. El halcón yacía inmóvil, medio muerto en la arena mientras el calor del desierto abrasaba la espalda de la pobre criatura. Su ala estaba torcida en un ángulo antinatural, sus plumas se enredaron de color carmesí mientras la sangre se filtraba a través de su herida abierta. El guerrero Medjai recogió al frágil pájaro en sus brazos, montó rápidamente su caballo y galoparon a toda velocidad hacia el campamento, el halcón agarrado en sus brazos. sus brazos. El guerrero entró rápidamente en la tienda del jefe con el halcón en sus brazos, una expresión sombría en su rostro. Los jefes estaban reunidos alrededor de la mesa en la que el guerrero depositó el pájaro. Uno de los jefes tomó suavemente el mensaje ensangrentado del pie del halcón, estaba a punto de leerlo antes de que el pájaro graznara suavemente. Rápidamente se puso a trabajar, tapando el agujero en el ala del pájaro antes de colocar el ala en su lugar. Sobre su ala rota, colocó un palo antes de envolverlo en una tela para sostener el ala de la pobre criatura. Aunque se había detenido la hemorragia, el pájaro todavía no estaba fuera del bosque. La mujer alimentó minuciosamente al ave con agua, gota a gota, con un trozo de algodón.
La batalla había comenzado y los Medjai habían cabalgado hacia el campo de batalla, listos para enfrentar a su viejo enemigo, preparados para morir luchando, para proteger al mundo de la maldición de la que lo habían librado durante siglos. Estaba a punto de continuar comiendo cuando escuchó un sonido piar en la esquina de su tienda. El halcón que había curado asomaba la cabeza por la cesta de mimbre y le cantaba. Después de haber hecho todo lo posible para ayudar al pájaro, lo puso a descansar en un nido suave que había preparado en una cesta de mimbre dentro de la tienda. Luego dispuso varios frascos de ungüentos y ungüentos en preparación para los heridos que seguramente inundarían su tienda a medida que se acercaba la batalla. Era su responsabilidad como sanadora atender a los heridos, como lo habían hecho las mujeres de su familia antes que ella. Después de que finalmente revisó al último soldado herido, era casi medianoche. La pálida luna brillaba en el desierto mientras se dirigía a su tienda. Desplomándose en el asiento, observó el plato de comida colocado en su pequeña mesa. Su estómago rugió, recordándole que se había saltado la cena. Lentamente mordió el pan y el curry que le habían dado. Horas pasadas en anticipación mientras esperaba al Medjai. Observó ansiosamente el horizonte hasta que finalmente los vio, montados en sus caballos, trayendo consigo muertos y heridos. Rápidamente se puso a trabajar, limpiando y cosiendo heridas, aplicando ungüentos y consolando a los heridos. La adrenalina corría por sus venas mientras viajaba rápidamente de un catre a otro, revisando a los caídos. 'La pobre debe haberse estado muriendo de hambre', pensó tentativamente. Estaba a punto de seguir comiendo cuando escuchó un chirrido en la esquina de su tienda. El halcón que había curado asomaba la cabeza por la cesta de mimbre y le cantaba. Ella sonrió y se levantó con su plato antes de sentarse más cerca del halcón y alimentarlo con pequeños trozos de pan. Ardeth había oído el disparo en el aire y lo siguió. por el grito de dolor de su amado compañero. En ese momento, su corazón se detuvo. ¡Le habían disparado! ¡Le habían disparado a Horus! Había sido su compañero durante años, constantemente a su lado incluso en la batalla más dura y ahora, su querido amigo fue asesinado sin piedad. Abandonado a pudrirse en el bosque maldito entre criaturas que se darían un festín con su cuerpo, una muerte indigna y vergonzosa para un honorable compañero cuya valentía podría rivalizar con la de un tigre. Gritó su nombre es dolor, pero no hubo respuesta, nunca más volvería a responder de su mejor compañero. Aunque esta muerte le dolía profundamente, su pena tendría que esperar, sabía que sin su valiente compañero, los Medjai no podrían para llegar a luchar contra el ejército de Anubis. Tenía que encontrar una manera de hacer llegar el mensaje a los medjai. Etcétera.