14 | Absurdo jueguito

403 27 16
                                    

Abro los ojos de golpe en cuanto un cálido aire me rosa la mejilla

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Abro los ojos de golpe en cuanto un cálido aire me rosa la mejilla. Y entonces lo veo. A Iván, durmiendo plácidamente a mi lado.

Y entonces, mi cabeza se llena de recuerdos.

Los dos abandonando la casa de Austin después de haberle mandado un mensaje a Sebastián avisándole que nos marchábamos. Caminamos con nuestras ropas aún empapadas y llenos de arena.

Veríamos rápidos y furiosos en casa. Una buena excusa para sentarnos frente al televisor, en silencio y sin tener por qué mencionar lo ocurrido. Lo que estuvimos a punto de hacer en la playa. Él inclinándose a mis labios, y yo cediendo.

Fue una tontería. No íbamos a hacerlo. ¿Cierto?

¿¡Cierto!?

Como decía, al llegar a casa nos dimos cuenta de que nuestros padres estaban dormidos, así que cada uno nos dirigimos a nuestra respectiva habitación para quitarnos la ropa mojada. Y al volver a encontrarnos en el pasillo no pude evitar reírme al verlo con sus pantaloncillos de dormir con estampado de controles de video juegos. Este me dio un almohadazo a forma de venganza y terminamos riendo como locos. Pero entonces nos forzamos a guardar silencio, o de lo contrario despertaríamos a nuestros padres.

Bajamos a la sala, él con su almohada y yo con mi manta. Puso la película, y bueno, lo último que recuerdo fue no haber pasado de la mitad de esta antes comenzar a sentir el peso en los ojos. Recuerdo haberme girado y haber visto a Iván luchando contra lo mismo. En ese momento me sentí incapaz de mirar en otra dirección. Mis ojos se negaban a mirar la película teniendo aquella imagen a mi lado. La de él quedándose dormido.

Pero no pasó nada más que no fuera el como terminamos cubiertos con mi manta, yo recostando mi cabeza en su hombro para después rendirme ante el cansancio y la seguridad que el castaño me transmitía. Poco después, Iván se rindió de la misma forma, y lo último que sentí fue su cabeza caer sobre la mía.

Sacudo la cabeza, apartando los recuerdos.

Mierda.

Mierda.

Mierda.

Retiro la manta de mi cuerpo y salgo del sofá, luchando por no hacer un movimiento que pueda despertarlo. Una vez de pie me doy un momento para mirarlo. Sus rizos alborotados, sus largas pestañas que quedan en evidencia con sus ojos cerrados, la forma en que su pecho sube y baja con calma. Se ve tan tierno y relajado que me cuesta creer que despierto puede llegar a ser todo un cabeza de chorlito.

En ese instante me percato de mi enorme sonrisa, y me fuerzo a borrarla.

Mierda.

Tengo que salir de aquí antes de que alguien despierte y se de cuenta de que pasamos la noche aquí.

Salgo disparada en dirección a las escaleras, esta vez no solo consiente de que cualquier ruido puede despertar a Iván, si no también a mi padre y a Julia, quienes comparten la habitación de la primera planta, la que está junto a las escaleras, precisamente.

NUESTROS MIEDOS | IVÁN BUHAJERUKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora