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Luego de pasar una buena porción de la tarde con su amiga, Melisa, una vecina que conocía desde pequeño; logró desvanecer un poco el pesar mental que llevaba aquejándolo de hacía días. Algo tenía ella que le alegraba su presencia.

Pero ninguna felicidad se compararía como volver a su casa y ver a Claudio esperándole en la puerta con una flor amarilla.

[...]

Estaban solos, en la habitación, callados. Demasiado. Jorge en su cama y Claudio en una sillita frente a él, con cierta distancia.

La sintonía que alguna vez estuvo entre ellos desapareció como si nunca hubiese existido. Jorge tocaba entre sus manos la pequeña gazania amarilla que aquel moreno le entregó sin dirigirle la mirada. Le daba una emoción fantástica como ninguna y a la vez, el peor asco recordar de donde salió el moreno con su pareja hacía tan solo unos días.

– Somos unos weones muy raros.  –dijo Claudio, atreviéndose a verle a los ojos

Eso confundió a Jorge. Pero le respondió en un tono cómico:

– Nunca pensé que aceptarías que tú también eres raro. O bueno, mínimo que lo eres más que un gamulán.

Claudio se rió suavemente. Nunca se imaginaría el alivio que le dio a su amigo el romper un poco la tensión.

– He pensado lo extraño que somos. –siguió diciendo el moreno

– Gracias por pensar en mí. –coqueteó el vocalista con una sonrisa pícara

No sabía de donde sacó esa repentina seguridad, pero no deseaba perderla. Algo había en la habitación además de tensión y silencios prolongados. Alguna cosa tenía que funcionar, más en la coincidencia de tenerlo frente a él, cosa que le tenía vastamente sorprendido.

– Aunque me pregunto qué tanto lo haces que me traes esta flor tan peculiar. –agregó a su labia

El guitarrista se quedó enmudecido. Estaba helado al no pensar en qué grosería iría a decirle Jorge por haber hecho algo que no es común entre hombres.

– L-La ví de camino... y no sé, no sabía donde guardarla. –se excusó torpemente

– ¿La conseguiste en el jardín de una señora o en una florería? –preguntó entretenido

– Da lo mismo. Si no la quieres dámela y ya. –quejándose, Claudio dejó su postura tensa para quitarle la delicada planta a su amigo

Jorge se levantó de la cama y la alzó, riéndose. Claudio por unos pocos centímetros no la alcanzaba con ella. Se dijeron cortos insultos, aprovechando ambos de estar juntos aunque se jalaran o pegaran juguetonamente. En un empujón derivado del corto ajetreo, Claudio cayó sobre Jorge. Estaban demasiado cerca, descolocados y atónitos.

Aunque esto pasara, el líder de la banda se preocupó porque no se maltratara ni una hoja de la flor. Alegremente para él, fue así.

Disponiéndose a dejarla en su mesita de noche, el moreno le quitó la flor y la dejó a un lado. Esa mano delicada en trato, le alborotó el cuerpo más de lo que ya lo tenía como respuesta a la poca distancia de sus caras; porque de cuerpos no quedaba ni un milímetro. Ambos se deleitaban al apreciar sus complexiones distintas y firmes como nunca pensaron posible.

Las respiraciones de ambos eran muy inseguras, estaban algo contenidas. Ambos esperaban un primer paso del otro ya fuera para separarse o unirse más. No sabían qué hacer.

Todo era nuevo para hacer y deshacer.

– Tú... tú... –en un hilo de susurros, Jorge sentía sobre sus labios el aliento suave del contrario, quien dedicaba una suave mirada a su rostro– ¿Alguna vez alguien te ha dicho lo hermoso que eres, Claudio? –preguntó desviando la mirada cada tanto a los labios de su amigo o a cualquier otra cosa

El aludido no sabía qué decir. Sabía cuánto quería hacerlo pero tenía tanta inseguridad sobre todo. Se preguntaba como su contrario parecía tranquilo sin reconocer que en los gestos se le notaban los nervios.

Y cómo no, si se iba a soltar. No quería más trabas si ya estaban ahí para quitarlas.

– Si no lo han hecho –siguió Jorge– permíteme ser el primero en decirte que definitivamente lo eres.

Por meses quiso esta escena hecha realidad: escuchar a Jorge dedicándole unas palabras tiernas.

– No sé qué tienes que cuando te tengo cerca me volteas el mundo. –expresó el ojiverde, abrazando nerviosamente la espalda de su amigo– Pero cuando lo haces no quiero que dejes de hacerlo, porque me emocionas tanto, me das una energía que no comprendo pero me encanta. Al final sí somos weones raros pero yo más, ¿no? –una risa suave y algo triste preocupó a Claudio, no podía permitirle pensar eso– Creo que es porque... porque... ¡!

Jorge no pudo seguir hablando debido a unos suaves labios fueron posados sobre los suyos. Esa húmeda cálidez, delicada y tierna, le hizo pensar que iba desfallecer ahí mismo. Correspondió con tanto amor como pudo, aferrándose al abrazo con el cariño que deseó expresarle por mucho tiempo a su amigo. Claudio no le era indiferente, pues las yemas de sus dedos tanteaban el rostro de Jorge, analizando la textura algo áspera de su piel, típica de una barba recién afeitada. Deseaba memorizar cada uno de los poros de ese hombre, atesorando en su memoria esa primera vez.

Los besos tiernos, los roces de sus duras barbillas y esos toqueteos duraron su buen rato, ambos se analizaban, conociendo mutuamente ese lado romántico que no pensaban sería dedicado al otro, pues se suponía verían esas actitudes de forma superficial cuando alguno de ellos estuviera pololeando. ¿Quién se creería este enredo amoroso, donde Claudio comenzaba a dominar al terco de Jorge usando de arma las más amorosas de las caricias?

Pasado un rato la pasión entre los dos iba aumentando como la temperatura de los dos. El guitarrista clamaba ansioso a su líder, quien no podría estar más feliz de encontrarse siendo reclamado.

El vocalista exhaló con fuerza cuando una suave mordida se posó en su cuello. Mordía los labios para que no sonaran sus tentativos gemidos, era demasiada la tímidez. Mientras, el guitarrista se paseaba por esa zona sensible, encontrándose con la prominencia en su cuello.

– Esta es la causante de tu linda voz. –musitó Claudio dándole más besos a la zona

– Saliste lindo tú con esas palabras. –susurró Jorge

– Lo dices como si no hubiese sido bonito lo que me dijiste. –respondió contento el moreno

– Claudio... disculpa si te incomodaré.

Jorge se separó de su amigo. Esta respuesta repentina le asustó mucho al aludido. Solo pudo verle con detenimiento.

Era para dejar la flor en la mesita de noche.

– Pero no podía dejar que la lastimaramos.

Al guitarrista le volvió el alma al cuerpo y se levantó para abrazar con fuerza a su amigo. En instantes eternos para él, se dio cuenta de lo importante que era lo que acababa de pasar.

Después de mucho pavor y valor por parte de ambos, se correspondieron mutuamente. Después de muchos malos entendidos, enojos y actos sin sentidos ambos pudieron conectar lo menos evidente.

my love letter 【Jlaudio】// Los PrisionerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora