XXXI Un largo camino por delante pt. 3

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Una mano se enredó en su cabello y con un doloroso tirón, lo forzó a mirar al bastardo frente a él.

--- Oh, no erudito, aun es pronto para eso --- con manos duras, el ministro obligó a la boca del erudito a soltar el maltratado labio, limpiando, con más fuerza de la necesaria, la gota de sangre que bajó del inflamado borde --- por ahora será un bocado rápido, pero una vez fuera, nos quedan suficientes días de camino para tomarnos nuestro tiempo.

Jiang Cheng no pudo escuchar más que algunas palabras al azar, pero fue suficiente para que se sintiera palidecer. Fue entonces que se dio cuenta que no solo Yue Lan se había ido, sino que las puertas estaban cerradas con solo ellos tres adentro.

Mierda.

Mierda, mierda, mierda.

Maldito infierno.

Jiang Cheng sacó una de sus dagas con la intensión de cortar la garganta del bastardo, pero sus movimientos eran torpes, lentos y débiles por la droga. No fue una sorpresa que su muñeca fuera sostenida con facilidad, se miraron el uno al otro mientas la presión del agarre aumentaba. La articulación se torció hasta que su mano se abrió en un reflejo, soltando el arma.

Jiang Cheng bajó la vista al mismo tiempo.

--- Tan resistente como siempre, ¿eh? --- el bastardo sonrió con deleite --- me encanta, pero ahora no tenemos tiempo para ese juego en particular.

Sin advertencia, el ministro golpeó a Jiang Cheng en el rostro, justo donde la vez anterior. Esta vez, sin embargo, no pudo moverse o contraatacar después de golpear el suelo. Se quedó ahí, con la mitad de su pómulo latiendo por el dolor y su boca tan entumecida que no podía articular palabra alguna.

El ministro pisó su muñeca ya maltratada cuando le vio mirar la daga, retorciendo la suela de la bota hasta que un gruñido de dolor escapó de la garganta del antiguo cultivador.

Solo entonces se detuvo y únicamente para patear el arma lejos del alcance.

Piensa, mierda, piensa.

Viendo cómo su única defensa era arrojada lejos, trató de sostenerse de algún mueble o muesca en el piso cuando fue tomado de las piernas y arrastrado hasta el centro de la sala, pero sus dedos seguían perdiendo el agarre.

--- A falta de algo mejor, --- reía el ministro --- el general será un buen testigo.

Cuando llegó donde quería, levantó al erudito lo suficiente para asestar un segundo golpe, satisfecho cuando no hubo ninguna represalia.

Esa droga sí que era increíble, pensó.

--- Bueno, el comandante esta dormido, pero seguro algo podrá escuchar en sueños. --- el ministro miró al caído hombre --- será mi agradecimiento por la humillación que me hicieron pasar en aquella estúpida audiencia.

Todavía aturdido por los golpes, Jiang Cheng fue obligado boca arriba, sus miembros cayendo sin orden, la vista del techo fluctuando y torciéndose hasta que apenas podía encontrar algún sentido.

Al poco, algo pesado presionó contra sus caderas.

A través del cabello que cubría parcialmente su rostro, vio que el ministro estaba sentado sobre él y se estaba quitando la faja.

La túnica exterior le siguió al poco, la tela levantada en la entrepierna como una señal que gritaba una amenaza fuerte y clara.

Jiang Cheng palideció, comprendiendo que aquella lasciva en el ministro no había sido solo sadismo.

¡Era un maldito enfermo de mierda!

Aun sabiendo que era completamente inútil, se resistió cuando el ministro comenzó a quitarle su propio cinturón y fajín con tirones bruscos pero cortos, como quien arranca las plumas de un ave.

Renacimiento del loto blancoHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin