Capítulo uno: mastermind (carolina's versión)

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06/12/2022

Desde que tengo memoria me ha costado muchísimo vivir en el presente, siempre estoy en el futuro, en otros lugares y con otras personas, siendo alguien más.

Mi nombre es Carolina Zárate, tengo 21 años y aunque recuerdo cada detalle de mi vida, no recuerdo cómo fue vivir hasta hoy. Sentí que estuve todo este tiempo bajo el agua y finalmente he sacado la cabeza para respirar.

Soy una persona muy íntima. Me gusta hablar de intimidades, sobre lo que nos duele, tocarnos las heridas y luego sanarlas poco a poco.

Siento que existen dos versiones de mí misma que están constantemente luchando por destacar y yo no puedo decidir quién es la ganadora. Es como si tuviera dos miniaturas mías y tengo que escoger cuál voy a meter en mi cabeza.

Cuando Taylor Swift dijo: 

"no one wanted to play with me as a little kid, so I've been scheming like a criminal ever since, to make them love me and make it seem effortless."

Nunca me había sentido tan identificada con algo, hasta que escuché por primera vez esta línea de su canción Mastermind. Me impresionó tanto que me quedé quieta, como si mi mayor secreto se hubiera escabullido entre mis labios por accidente y ahora tuviera que afrontar la vida sin ese peso en mi espalda. Llevaba 21 años cargando este dolor, esta soledad y miedo.

Cuando pensé en comenzar a comentar mis traumas sin filtro a través de internet, sentí mucha libertad, siempre la idea de hablar mis problemas y dolores se me hizo algo muy liberador. Por distintas razones crecí siendo todo lo contrario y se me hace más fácil ahogarme con mi propia saliva, que hablar. De hecho, prefiero mil veces decir que morí a tener que afrontar una situación donde debo expresar mi descontento. La primera vez que me di cuenta de esto, fue cuando tuve que enviar un correo a mi ex psiquiatra para decirle que no quería continuar con su tratamiento y me encontré diciéndole a mi pareja que prefería que le mandara un correo expresándole condolencias porque me había muerto y así fingir mi muerte. La mayor parte del tiempo deseo estar muerta para no tener que afrontar la vida. No me da miedo hablar sobre la muerte, ni sobre la idea del suicidio, porque si nadie las hablara crecerían en silencio y siento que cada vez que lo expreso, expulso un poco de la maleza que tengo dentro.

En uno de mis libros favoritos, El mundo Amarillo de Albert Espinosa, el autor nos cuenta su vida a través del cáncer. He leído este libro al menos unas 6 veces. En un momento de la historia, tienen que amputarle la pierna, y Albert nos cuenta que le hizo una fiesta de despedida y bailó con una enfermera la noche antes de su operación. Gracias a eso, dice que nunca tuvo un fantasma en su pierna (o sea, sentir que su pierna todavía estaba luego de su operación), porque la pudo despedir con el amor y cariño que correspondía. La primera vez que leí esto yo tenía 11 años y a veces todavía me siento como a esa edad. A mis 21, tengo muchos fantasmas de mí misma persiguiéndome y creo que es porque nunca me di una despedida adecuada y esto se debe a que nunca estuve realmente presente en mi propia vida. 

Este año al cumplir 21, me abracé a mi yo de hoy, a mi yo de 20, de 17, de 15, de 7 y de 3 años. Entendí que al momento de soplar las velas, también las estaba soplando mi yo de 10 años. El no poder vivir en el presente me hizo acumular años de pena, rabia y decepciones, para dejarlas ir me debo despedir como se lo merecen cada una de las situaciones.

Tengo un secreto que nunca le he dicho a nadie. En mi adolescencia crecí en un pequeño pueblo en el sur de Chile. Ahora me da nostalgia recordarlo, pero en su momento lo único que quería hacer era irme. La terrible sensación de no encajar en la vida que te toca vivir es un poco frustrante a cualquier edad, pero creo que cuando no puedes valerte por ti mismo es aún peor. Siempre fui bien dramática para mis cosas (mi psicólogo no estaría de acuerdo con mi uso de palabras, pero digamos las cosas como son), igual podemos decir que cuando sentía, sentía más de lo que mi cuerpo podía aguantar. Cuando era muy pequeña y algo me hacía sentir más de lo que podía soportar, solía echar unos chocapic en una mochila y partía por la puerta principal hacía la calle. Creo que siempre he tenido la idea de escapar de mis problemas. A los 14 o 15 años, no recuerdo bien, lo pensaba todos los días. Un día, después del colegio lo hice. Tomé un colectivo para que me llevara a la carretera y tomar un bus hacía Valdivia. Tenía un par de lucas ahorradas y había empacado ropa interior (full preparada para la vida). Llegué al paradero de buses al lado de la carretera y me devolví. En ese tiempo tenía que ir a la oficina donde trabajaba mi mamá para esperarla ya que vivíamos lejos del pueblo. Es impresionante lo que el dolor nos puede provocar, como nos cambia la forma de pensar. Por mucho tiempo pensé que esto me hacía una persona "defectuosa", hasta que entendí (ahora) que esto son llamados de atención, tanto para el resto como para nosotros mismos.

Mastermind (carolina's version)Where stories live. Discover now