Capítulo 3: Ojos hermosos.

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A lo largo de mi vida, he presenciado muchas cosas, y experimentado otras

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A lo largo de mi vida, he presenciado muchas cosas, y experimentado otras. He sido buena, y otras veces no tanto. Pero había algo de lo que sí estaba segura, y era de la capacidad de la mente de hacernos saber que estamos en peligro, o no. O incluso, de mantenernos cuerdos bajo nuestros propios miedos. Para eso estamos diseñados; es nuestro mayor método de supervivencia ante las malas situaciones. De eso estaba más que segura. Ahora, estaba en peligro. Lo sabía desde lo más profundo de mis entrañas, y aunque quería salir huyendo, había una parte de mí que gritaba que esto no era del todo una equivocación.

No estaba del todo inconsciente, porque podía escuchar un par de voces que hablaban a mi alrededor. También pude sentir los brazos fuertes que me cubrieron la espalda y el interior de las rodillas apretando mi cuerpo contra un pecho sólido, al igual que escuche los pasos que avanzaban conmigo en brazos. Escuché el sonido de puertas abriéndose y cerrándose una tras otra pero aun así, seguía sintiendo los párpados pesados, causando la  incapacidad de abrir mis ojos.

Sentí como mi espalda chocó contra una superficie suave mientras comenzaba a salir de mi estado de semiinconsciencia. A pesar de que ya me sentía un poco más estable, no me atreví a abrir los ojos mientras seguían hablando sin parar varias voces a mi alrededor, desde masculinas hasta femeninas en un idioma tan extraño que ni siquiera me tomé la molestia de tratar de identificarlo. No abrí los ojos hasta después de percibir que las personas extrañas que me rodeaban como buitres cazando su cena se marcharan de donde fuera que me hubieran encerrado.  Escuche una puerta cerrándose acompañado del chirrido de su engranaje a causa del óxido de la misma.

Contando hasta diez, respire profundo, y me atreví a abrir los ojos mientras me erguía con lentitud y me sentaba sobre una cama.

Para mi sorpresa, estaba en una habitación corriente. No en un calabozo o una celda como estuve imaginando desde que puse un pie dentro del castillo, tomando en cuenta el recuerdo de los grilletes rodeando mis manos que mi captor utilizó para traerme hasta aquí. Al menos, era un completo alivio no estar encadenada y sin un solo rasguño más que el que la bestia me hizo en la barbilla en mi departamento con una de sus garras. Aún tenía puestas cada una de las prendas de ropa con las que llegué. Puse los pies descalzos sobre una alfombra afelpada; me sentía agradecida que el espacio se sintiera caliente en comparación con el frío helado al que estaba enfrentándome durante todo el camino hasta aquí.

De lo único que estaba segura en estos momentos; era que la cabeza me daba vueltas, por al menos haber estado inconsciente un par de horas. Me sentía peor que cuando consumía las hierbas extrañas que vendían en los callejones del pueblo de Minsh junto con Lucille. Pensar en el nombre de la que fue mi mejor amiga solo me hizo preguntarme si ya alguien de mi círculo de amigos pudo haber notado que me encontraba desaparecida. Aunque pensándolo bien, no conocía a nadie lo suficiente interesado en mí, como para notar que no estaba en mi departamento o siquiera en la ciudad. Así que, estaba sola en esto.

Sobando mi sien con mi índice para aligerar la jaqueca que comenzaba a irritar mis ojos, empecé a detallar el dormitorio. No veía ningún reloj, tampoco alguna ventana para determinar si ya había anochecido o para tomarlo como opción para intentar escapar.

Entre Uniones de SangreWhere stories live. Discover now