Capítulo 35: Cría de grifo.

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Los calabozos del castillo estaban bajo tierra

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Los calabozos del castillo estaban bajo tierra. Nos quitaron las vendas de los ojos una vez estuvimos en la parte más baja de la escalinata de piedra que conduce a un espacio algo reducido para la cantidad de cubículos con paredes de roca llenas de filtraciones por humedad. El olor era horrible, y al momento de bajar el último escalón de la escalera, extrañé de inmediato la calidez del salón de banquetes donde habíamos estado previamente. El frío de este lugar era demasiado fuerte. Dos guardias frente a mi tiraban de las cadenas que conectaban con los grilletes de mis manos, y otros dos sostenían las cadenas de los grilletes de mis pies desde atrás. Azucena venía a mi lado con la cabeza gacha mientras éramos arrastradas por la guardia real de Darok. Nevina coronaba el grupo, jugueteando con mi espada Cahya entre sus manos.

Nuestros pasos eran lentos, a causa de la deshidratación, los efectos de la gardenia que aún tenían totalmente dormidos mis poderes, y el agotamiento físico, me atrevía a decir que también mental. No tenía idea de donde estaba Cerberus, tampoco Cadell, quien ni siquiera me observó ni una sola vez mientras los guardias de Darok seguían las órdenes de sacarnos del salón de banquete a Azucena y a mi encadenadas en dirección a los calabozos. Yo tampoco me volteé a verlo cuando salí siendo empujada por Nevina.

Las rodillas me temblaban y sentía que en cualquier momento iba a desmayarme. Recordaba esta sensación de pesadez cuando consumía lo que creían eran drogas con Lucille; estuve de acuerdo conmigo misma que no extrañaba en absoluto la sensación. Nevina abrió una reja de barrotes gruesos con una especie de artefacto de hierro con forma de pinzas, cuando me empujaron dentro del cubículo que solo contaba con suelo y paredes de piedra llenos de polvo y moho, mi brazo rozó un poco con uno de los barrotes, causando que soltara un grito de dolor cuando me quemo una parte del antebrazo. Azucena gritó mi nombre cuando caí al suelo como un ovillo y los guardias comenzaron a quitarme las cadenas,junto con los grilletes, aun en el suelo. Comencé a temblar y a sudar como si estuviera encendida en fiebre ardiente. Sentí una mano cálida en mi frente.

— ¿Qué mierda tienen estos barrotes? — exigió saber Azucena gruñendo en dirección a Nevina mientras comenzaban a salir los guardias del espacio, y cerraban la reja con el mismo artefacto. Nevina sonrió.

— Darok maldijo cada una de las piedras de obsidiana con las que fueron forjados estos barrotes— dijo agachándose desde su posición para quedar a nuestra altura, Azucena le enseñó los dientes y yo solo volví a temblar— En un par de horas vendrá una doncella con mantas y algo de comida para ustedes. Portense bien, o quienes pagarán, serán sus machos. 

Sin decir nada más, se levantó y salió de nuestro campo de visión. Las luces mágicas amarillentas sobre nuestras cabezas no eran suficientes para ofrecernos buena iluminación, provocando así sombras con formas extrañas sobre nosotras, y la temperatura parecía descender con cada una de nuestras respiraciones, ocasionando nubes de humo con exhalación. Cuando deje de temblar, y ya no me sentía arropada por el dolor ardiente de la nueva herida sobre mi piel, me erguí sentandome, y arrastrando mis piernas hacia atrás con ayuda de mis manos hasta tener la espalda recostada a la pared, lo más lejos del hada que ahora me observaba buscando alguna palabra de mi parte. Al entender que no sucedería, se colocó en la misma posición al otro lado del cubículo, quedando frente a frente en completo silencio.

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