2. JeongIn

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No pudo ir con sus amigos al siguiente día, ni siquiera en toda la semana. La madre de JeongIn lo regañó duramente cuando lo encontró durmiendo en su habitación, completamente sucio y con las zapatillas embarradas sobre el edredón blanco. Estuvo castigado semana y media. Tuvo que limpiar su habitación, el ático, el sótano y el galpón de los perros y las vacas. Se cansó de apalear caca y heno, pero cada dos días, su madre le daba veinticinco centavos de recompensa por su arduo trabajo. También porque no se escapaba y la ayudaba con la siembra.

No pudo contactarse con SeungMin.  JeongIn asumió que JiSung no querría hablar con él, además, vivía en las colinas, demasiado lejos de su casa como para que mamá se diera cuenta de su ausencia.

El último día de su lento castigo, JeongIn vio a lo lejos que Felix venía en la bicicleta de su hermana, llevando tres botellas de mermelada de calabaza para venderle a la madre de su amigo. Automáticamente dejó los cubos de agua para las vacas y corrió hacia su casa. Su madre le dio un billete para la compra.

Al salir, Felix ya estaba esperándolo en las puertas de la entrada.

—Felix —saludó, golpeando puños, muy animado al verlo sonriente y amable como siempre. Traía su overol de siempre, con botas de goma sucias y una remera vieja color verde. La bicicleta parecía enorme a su lado—. ¿Cómo estás? ¿Hablaste con los chicos?

—Sí, claro que estamos todos castigados por lo de la otra vez, por eso estoy trabajando. ¿Cuántos quieres? —habló, JeongIn le pidió dos botellas, tendiéndole el dinero. El rubiecito guardó el billete en un pequeño bolso de cuero viejo, sacando algunas monedas como vuelto. JeongIn lo miró ansioso—. ¿Tu mamá te paga el trabajo?

—Con lo de hoy, tendré setenta y cinco centavos.

—Yo llevo cinco billetes —sonrió el Omega, JeongIn abrió los ojos. Hacia dos años el padre de Felix le había dado una pequeña porción de tierra para que sembrara lo que quisiera. Buscaron ideas en revistas, decidiendo plantar calabazas y frutillas. Hacia un año, SeungMin le regaló un árbol de durazno a Felix por su cumpleaños. La mayoría de las mermeladas de su amigo tenían incluso mejores ventas que las del mercado. El rubio nunca les pasó la receta.

—¿Tanto? —JeongIn guardó las botellas en los bolsillos de su overol de trabajo, recostándose en el portón de madera. Felix se aferró a su bicicleta, sonriendo tímido.

—En realidad... estuve vendiendo un poco en el pueblo vecino —comentó, JeongIn notó el leve rubor en sus mejillas.

—Pero... está muy lejos, ¿caminas tanto por eso?

—Un amigo de Minho me ayuda, se llama Christopher. Su padre es mercader y tienen un negocio.

JeongIn se aferró más a la madera del portón. No había pasado tantos días de aquella tarde en que los conocieron. ¿Cómo podía confiarle tan rápido su negocio a un desconocido? Sintió la necesidad de decirle que no lo hiciera, que siquiera sabía si lo vendía al precio original o si le daba todas las ganancias del producto. Sin embargo, el azabache se mordió la lengua. Ya se había peleado con JiSung, no podía hacerlo con Felix.

Además, su relación con el rubio era diferente. Felix era muy sensible.

—Me alegra. ¿Son buenas personas? —preguntó. Los ojos mieles de Felix lo observaron y luego sonrió apenas.

—Sí, muy divertidos. Chris tiene dieciséis y cumplirá diecisiete en octubre... —JeongIn no pudo evitar pensar en Minho, su ceño se frunció levemente—. Los otros dos, HyunJin y ChangBin, tienen quince. Son buenos, JeongIn. Nos invitaron a un festival que se da en su pueblo el fin de semana, dijeron que vinieras si querías. El rubio que te sonrió me preguntó por ti.

HADO • HyunInWhere stories live. Discover now