13. JeongIn

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—¿Puedo sentarme contigo hoy?

—Creí que habías estudiado con HyunJin el fin de semana —comentó Felix, arrastrando los pies por la grama del estrecho sendero. JeongIn se encogió de hombros, alzando la mirada a los altos árboles que rodeaban el camino. Vio de reojo a los estudiantes de cursos más grandes, saltando entre las piedras, adentrándose por el bosque que el alcalde había prohibido pasar. Ambos Omegas observaron a lo lejos la vieja escuela. Había sido la casa de una viuda cien años atrás, enorme, húmeda, en medio del campo y los árboles. No era para nada pintoresca, aunque notó que la habían arreglado un poco más desde el techo de la biblioteca se vino abajo.

—Sí estudiamos, pero... —mencionó, justo cuando Felix se detenía en el árbol de siempre. Era un álamo plateado retorcido, grueso, que tenía a dos metros una malformación provocada por la cantidad de estudiantes que lo usaron de columpio. El rubiecito se sentó allí, dejando a un lado su bolso. JeongIn arrojó el suyo al suelo y se sentó en una raíz—. Siento que no me quedó nada.

—No lo sé, el profesor ya sabe que SeungMin se copia de mí. Seguramente me sentará a parte como siempre hace —Felix se removió sobre el árbol. Traía un grueso abrigo y una bufanda enorme que le cubría hasta la barbilla. Sus guantes eran de cuerina vieja, los que había usado su papá casi treinta años atrás. JeongIn lo miró. Los ojitos de Felix lucían cansados, lagrimosos. Tenía las mejillas rojizas, al igual que su nariz. No era un secreto que Lee Felix había sido bendecido con una belleza sublime, adorada, como tampoco lo era su inestable salud física. Lo vio tomar una larga y pesada respiración.

—¿Estás bien? —preguntó, olisqueando el aire. Las feromonas lavanda del Omega se sintieron fuertemente. JeongIn frunció el ceño, poniéndose de pie. Rápidamente, de un salto, se subió al árbol y colocó una mano sobre la frente del Omega—. Estás ardiendo, ¿enfermaste? ¿cuándo es tu celo?

—A fin de mes —susurró Felix, sus dedos suavemente rodearon la mano del azabache. Lo vio cerrar los ojos, pasando la mano ajena por sus mejillas calientes. JeongIn frunció el ceño—. Apenas es la segunda semana... creo que es un resfrío. Me quedé mucho tiempo estudiando estos días, anoche no dormí mucho.

—¿Por qué...? Eres bueno en Matemáticas, no necesitas estudiar mucho —aclaró, alzando su otra mano para rodear el rostro del rubio. Felix lo miró, agradeciendo el frío toque.

—Si no apruebo, papá no me dejará ver a Chris. Ya me advirtió, no quiere que mis notas bajen —JeongIn presionó los labios, suavemente lo acurrucó a su lado. No dijo nada al respecto. El señor Lee venía de una familia de Alfas dominantes, era el menor de siete hermanos y el único de todos que no tuvo hijos Alfas. Dentro de todo, sabía que Felix era su favorito, el que tomaba toda su atención. Tal vez por la fragilidad de su salud y porque la mayoría de los chicos lo buscaban. No había cosa en la tierra que disgustara tanto al Señor Lee como los Alfas jóvenes, sin sueños, crueles, que buscaban llamar a su cachorro para probarlo. Desconfiaba tanto de su propia jerarquía que muchas veces se preguntó si el regalo de tres Omegas en su hogar no había sido a propósito.

—Te acompañaré a casa a la vuelta —murmuró. A lo lejos observó que JiSung venía de la mano con Minho. JeongIn desvió la mirada. No hablaba con el castaño hace mucho, mucho tiempo. Aunque se sentaban juntos en clase, JiSung tendía a darse la vuelta para hablar con SeungMin y Felix o simplemente prestaba total atención a la clase. De alguna manera, había perdido la confianza que juraba su unión. El pensamiento se esfumó cuando el auto negro de la familia Kim apareció en la entrada, a varios metros. SeungMin salió de la puerta trasera, saludando a su tutor de seguridad. Lo vio golpear en la cabeza a JiSung con una mano y correr por su vida cuando Minho quiso perseguirlo.

Nadie decía nada sobre Kim SeungMin. Pasaba desapercibido, a pesar de lo ruidoso y problemático que podía ser. Tampoco entendían por qué un chico de su clase iba a una escuela de campo, viniendo en su propio auto, con su propio chofer de seguridad. Traía un grueso abrigo color crema, pantalones anchos y zapatillas comunes. SeungMin nunca llevaba mochila porque guardaba sus cosas en una caja de cartón al fondo del salón, con claras letras rojas que decían El locker de SeungMin.

HADO • HyunInWhere stories live. Discover now