7

2.8K 303 17
                                    




A las 7 de la mañana Freen salió de su casa rumbo al teatro. Al fin había llegado el día que llevaba casi un mes esperando y tal como Heng le había comentado, su coche la esperaba en la puerta. Era feliz porque por fin empezaba el trabajo: el trabajo duro de los inicios de todo proyecto era lo que le apasionaba por encima de todo. Sí, sentir el aplauso y el cariño de la gente cada noche debía ser algo maravilloso y se moría por comprobarlo, pero disfrutaba casi más con la idea de realizar todo el proceso creativo necesario para llegar a ese nivel.

El primer día de trabajo se había planificado en el teatro donde estrenarían el musical tres meses después para sentir las tablas y el espacio; para presentarse y hacer piña... era importantísimo el buen ambiente para que todo fuera sobre ruedas. Después de ese día ensayarían en las instalaciones del propio teatro, que en la parte trasera contaba con una serie de inmensas salas preparadas para llevar a cabo todo el trabajo necesario. El teatro estaba a casi una hora de su casa, más por lo caótico del tráfico de la ciudad que por la distancia. A pesar de ello el trayecto no se le hizo nada pesado.

En la entrada la esperaba uno de los directores de la obra, que ya había trabajado con Freen y al que consideraba un buen amigo.

− ¡Por fin estás aquí!, eso sólo puede significar que este proyecto es una realidad – le dijo abriendo los brazos para recibirla con un cálido abrazo.

− ¡Saint!, no sabes las ganas que tenía de verte y empezar – respondió a su afectuoso amigo correspondiendo al pequeño abrazo y mostrando una de sus sonrisas más genuinas. El calor de alguien que quieres siempre viene bien para soltar nervios.

− Vamos, te enseñaré este edificio tan fabuloso y te presentaré al equipo, ¿te parece?. Por cierto, estás guapísima, radiante – dijo mientras echaba un vistazo a todo el conjunto.

Ciertamente, Freen esa mañana estaba espectacular. Cualquier otro ser humano con un chándal gris modelo oversize, el pelo suelto y sin apenas maquillaje a primera hora de la mañana podría parecer un politoxicómano, pero ella irradiaba esa elegancia innata que hacía que cualquiera envidiara la facilidad con la que andaba por el mundo.

Le enseñó los salones de ensayos y los camerinos mientras le contaba cómo se habían tomado los medios de comunicación el estreno. La repercusión estaba siendo muy buena ya que contar con ella en el elenco causaba una enorme expectación e incluso estaban pensando hacer una pequeña presentación del musical al aire libre, con prensa y entrada libre cuando ya estuvieran cerca del estreno. Freen se sentía afortunada. No quería que pensaran que tomar este trabajo en teatro era una excentricidad de la actriz o algo parecido. Realmente le hacía mucha ilusión el proyecto.

Dieron la vuelta al teatro para entrar por la entrada principal en el patio de butacas. El personal de la obra estaba reunido en pequeños corrillos y no notaron su entrada. Freen miraba a su alrededor, le gustaba la energía que podía sentir.

Encima del escenario, uno de los músicos tocaba al piano lo que Freen describió como algo parecido al jazz cubano. Por su altura y cuerpo desgarbado, Freen adivinó que era Heng el que bailaba con una mujer bastante más baja que él. Hacían muy buena pareja: reían divertidos mientras Heng la llevaba como alguien que dominaba esos ritmos caribeños. Ella movía sus caderas al ritmo de "calabazas" imaginarias y resultaba terriblemente sexy.

Era ella.

Freen podía sentir que alguien le hablaba, estaba segura de ello, pero su cerebro no procesaba la información porque no podía quitar los ojos de aquel cuerpo en movimiento. Se veía preciosa, naturalmente feliz y despreocupada, y por un momento sintió celos de no ser Heng. Intentaba sacar ese tipo de pensamientos invasivos y completamente fuera de lugar cada vez que la recordaba desde el instante en que la conoció, pero era imposible viéndola así, riendo mientras un flequillo se colocaba travieso delante de aquellos ojos que tanto la habían embriagado cuando los descubrió. En ese momento habría dado cualquier cosa por colocar ese pequeño mechón de pelo detrás de su oreja.

La música se detuvo. Heng le dio una vuelta de más y Becky se fue de bruces contra él. Su risa llenó el teatro y Heng la abrazó separando sus pies del suelo.

− Ohhh, Bec, ¡qué ganas tenía de verte!. Estás increíble, yo incluso diría que estás muy buena, que viniendo de alguien como yo debería valer más, ¿verdad? - ambos rieron.

− Yo también estaba deseando verte, ya sabes que eres mi Adonis, no puedo vivir sin ti – le guiñó un ojo – me encanta este tema, ¡es genial Heng!.

Freen los observaba desde su posición. Se habría quedado allí igual hasta el mismo día del estreno, o quizás más.

− ¿Verdad que sí?, es de una artista medio española medio africana que no puedo quitarme de la cabeza. Mañana te traigo el CD y así seremos dos los colgados, que para estas cosas, siempre viene bien no estar solo – pasó su brazo por encima de sus hombros y se giraron hacia el patio de butacas.

Becky la vio y su cara de asombro no pasó desapercibida para Freen que le brindó una de sus sonrisas. Por un instante Becky pensó que sus rodillas flaqueaban. Ah, no, no era un pensamiento: sus rodillas le jugaron una mala pasada y Heng anduvo rápido para sujetarla y evitar la caída. La miró entre extrañado y confundido, pero no dijo nada.

− ¡Freen!. Buenos días, ¿Qué tal el fin de semana y la casa?, ¿todo bien? - Heng saltó al patio de butacas evitando las escaleras para encontrarse con ella.

− ¡Hola!, sí, todo muy bien – sonrió la morena sin quitar los ojos de Becky.

− ¡Bec!, mira, ella es Freen Chankimha, hace el papel protagonista – atrajo consigo a Becky que bajaba los escalones – y ella es Becky Armstrong, será la ayudante del director de escena. Verás qué talento tiene, no es porque sea una de mis personas favoritas, que también, ya sabes Bec que no puedo evitar decir lo buena que eres en tu trabajo – la verborrea de Heng amenazaba con volver y dejarlos a todos agotados.

Freen no pudo evitar sentir celos de Heng. Era encantador y sabía a ciencia cierta que no había hecho nada que pudiera molestarla, pero ver la relación que tenían esos dos hizo que por un momento tuviera envidia de no ser tan cercana a la chica como lo era él. Igual eran incluso ¿algo más?. Ese pensamiento se instaló por un instante en su mente y no le gustó nada. "¿Bec?, me gusta como suena, ¿podría llamarla así si nos conociéramos mejor?". Este baile de ideas la tenía desconcertada. Hizo una especie de mueca tocando con su lengua el lateral de su mejilla izquierda y se forzó a mantener la sonrisa.

− Tú... - Becky quería que su corazón dejara de latir de esa forma, pero no había manera de que hiciera caso – veo que no regresaste corriendo a Pai, – quiso disimular sus nervios detrás de una de sus fabulosas sonrisas, herencia Armstrong, sin duda.

Parecía conseguirlo. Heng no entendía nada, pero no pensaba moverse de allí hasta hacerlo.

− Al final pensé que era mejor quedarme y ya ves, aquí estoy – Freen había olvidado la última vez que había procesado con coherencia uno de sus pensamientos.

− Pero... ¿es que os conocéis? - preguntó el ayudante.

− Bueno, en realidad no. Becky hizo de buena samaritana el sábado conmigo y evitó que la deshidratación y un golpe de calor convirtieran mi estancia en una de las más breves de la historia de esta ciudad – dijo la actriz.

− Nada, te vi un poco cansada y creí te podría venirte bien el agua, sólo eso – contestó mientras se perdía en sus ojos negros.

Saint reclamó la atención de todos los presentes y la magia se desvaneció al girarse todos hacia él.

− Creo que tienes algo que contarme – le susurró divertido Heng a Becky al oído.

− Shhhhh, presta atención – se burló la castaña.

Otoño en Bangkok - FreenBeckyTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang