2 - SKATEDIOTA

21 2 3
                                    

VIOLETTE LACROIX

Fue duro para mi orgullo. Verme en el suelo sin poder subir a la silla por mí misma y darme cuenta de que realmente necesitaba a mis amigas en ese momento, dolió más que el golpe. Cuando levanté la cabeza del suelo, noté el terrible dolor y escozor que emanaba de mi mejilla y la palma de mis manos. La sensación de vergüenza e impotencia de no poder incorporarme completamente me estaba enfadando.

A través de mi cabello rojizo dirigí la mirada hacia mis amigas que estaban en shock y eso las hizo salir de su asombro para correr a ayudarme al darse cuenta de que estáticas junto a mí no hacían nada. La verdad es que se tardaron un ratito y mi enfado aumentó considerablemente.

—Gracias. —solté seca en cuanto me sentaron de nuevo en mí, ahora toda magullada, silla.

Lo más "gracioso" fue cuando dirigí mi mirada hacia Alissa. Su cara de espanto mientras me observaba me hizo recordar que tal vez, tras tremendo golpe, algo no iba bien con mi cara, quizás había algo más que solo las molestas pecas ahora. Me toqueteé un poco y mis dedos se tiñeron de rojo, no era nada exagerado así que no me asusté como parecían haberlo hecho con ellas, pero sabía que lo más probable era que estaba hecha un cuadro, y no precisamente uno bonito.

—Eh, a ver... bueno, lo siento. —cuando escuché esa voz raspada, grave y carente del sentimiento de culpa que obviamente debería tener, me golpeé mentalmente porque había olvidado que alguien más había caído al suelo conmigo y que, pese a que era su jodida culpa, mi madre me había enseñado a ser educada y a preocuparme por si estaba muy herido o si se había roto su skate.

Con toda la rabia contenida, giré mi cabeza hacia él y me encontré con un chico que jamás había visto en el pueblo, bastante extraño teniendo en cuenta que no había tantos habitantes y la mayoría nos conocíamos. Tenía los ojos castaños (o a lo mejor eran verdes, pero estaba tan ofuscada en mis emociones que no me fijé en esa tontería) y el pelo negro bastante alocado y largo cayéndole por los hombros con ese royo skater que me quita el aliento desde que tengo uso de razón.

Ni queriendo podría haber visto mucho más porque el grito de Paulinne me sacó de mi pequeña y oscura nube de pensamientos, pero resumiendo su apariencia lo definiría como: es lindo, pero no un Adonis.

—Pero... ¿¡Y a ti qué diablos te pasa en la cabeza!? —gritaba Paulinne cuando logró salir de su larguísimo trance mientras trataba de darme algo con que limpiar la herida de mi cara, estaba graciosa rebuscando en su bolso a gritos—, ¿¡es que acaso pretendías matarla!? —y ahí estaba la exageración. Típico de Linne cuando se trataba de mí.

—Estoy viva, ¿sabes? —contesté sin apartar mi expresión de mala leche del chico moreno, descubriendo que este tenía el brazo bastante raspado. — Aunque quizás usar los

ojos te iría de perlas, ¿no crees? —yo no solía hablar de esa forma, pero no estaba gustando la situación y mi actitud estaba más que justificada.

—Y tú las piernas para no tener que ir por la carretera o depender de tus amigas ¿no crees? —me contestó fríamente, con una falsa sonrisa, mientras limpiaba su ropa con la mano derecha y agarraba el skate para irse.

—¿Qué acaba de decir? —oí a Alissa a lo lejos porque mi mente se había bloqueado justo en el momento en que él había mencionado mis piernas.

Depender de la gente... mis piernas están siendo inútiles... Hasta el momento de la caída no había pensado mucho en eso, la inutilidad de mis extremidades inferiores era realmente cierta. Me había quejado antes de mi suerte muchas veces, pero nunca había llegado a verlas como algo realmente inútil en mí. Un dolor se me instaló en el pecho al darme cuenta de toda la situación: no podía evitar lo que me había ocurrido, pero tampoco había aprendido a sentirme bien con ello, solo lo estaba tapando.

ROUESWhere stories live. Discover now