4- ¿TÚ DE NUEVO?

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VIOLETTE LACROIX

Llevaba unos días bastante enfadada; durante toda la semana mamá no me había dejado salir fuera de casa mucho y todo por culpa del idiota del skate así que, evidentemente, mi rabia se canalizaba en odiarle con toda mi alma.

Tras la charla con mi madre, decidí que no estaba dispuesta a discutir con ella a diario y la única manera de no estallar en su contra era hacerlo contra él aunque fuese solo en mi mente, así que me dediqué a eso hora tras hora.

Ya era viernes, y sinceramente no soportaba ni un poquito más estar entre las 4 bonitas paredes gris perla de mi habitación, así que tras meditarlo y hacer una lista de pros y contras en mi libreta verde de sociales, salí de la habitación con cautela y en silencio y fui directa a la salida pasando con muchísimo cuidado por la puerta de la cocina, que era dónde mamá trabajaba diariamente en sus pasteles. Teniendo en cuenta que las ruedas hacían ruido... era una misión suicida.

Para mi desgracia, gasté toda mi buena suerte en cuanto abrí la puerta de la entrada: tengo unas amigas bastante pesadas y gracias al cielo (o no) estaban en la puerta apunto de picar para convencer a mi madre de nuevo, como hicieron durante toda la semana.

—Gracias a diosito. —pronuncié en un susurro, sin ellas habría hecho demasiado ruido al bajar la silla por el escalón y todo el plan se habría ido por el desagüe en tan solo 1 segundo.

—¡Flo! —gritó Paulinne con su enorme y linda sonrisa en cuanto abrí la puerta, abrazándome como podía y poniéndome nerviosa al instante por sus gritos. Siempre era "tan oportuna" mi rubia favorita...

—Baja la voz, por Dios... —suspiré suplicando a los cielos por que mi madre no la hubiera oído pero cuando pasaron unos segundos en los cuales nos mantuvimos estáticas como si eso fuese a evitar el desastre, le sonreí correspondiendo el abrazo y Ali rodó los ojos divertida para luego empezar a empujar mi silla hacia quién sabe dónde. Eso sí, con mucho cuidado de no hacer ruido, por si acaso despertábamos a la no deseada (y amada) bestia.

En esos momentos agradecía más que nunca tener a Ali porque si dependiera de Paulinne o de mi, ya habríamos sido descubiertas justo en el momento en que mi silla tocase el suelo de la calle. Me habrían empujado para dentro de nuevo y el castigo habría sido más grande aún sin haber disfrutado de la calle ni ese mísero día.

Cruzarnos con ese tío de nuevo era algo altamente improbable pero yo ya había gastado toda la suerte que tenía al escabullirme, así que estaba totalmente segura de que iba a ocurrir, habría apostado hasta mi casa y no me equivocaría: segundos después de girar la calle ya lo teníamos frente a nosotras y pese a que traté de suplicar a Ali con la mirada para que nos alejásemos de él, ellas habían decidido sin mi que querían discutir.

—El otro día fuiste un idiota con mi amiga, seguimos esperando tu gigantesca y sincera disculpa. —espetó Paulinne con los brazos cruzados, tratando de demostrar su molestía.
Claramente mi amiga era una pésima actriz pero se veía divertida así que Ali, que no aguantaba la risa, tuvo que mirar a otro lado mientras se tapaba la boca. La situación era bastante graciosa pero yo deseaba huir cual cervatillo, no era el momento de escuchar otro comentario feo sobre mí.

—Sí, bueno... en realidad venía a eso. A disculparme con Violette.— le contestó el idiota sin mirar a la cara a Paulinne.

Su rostro estaba puesto en mí, mirándome directamente a los ojos y dejándome ver con claridad el color de los suyos. El tono verde que decoraba sus pupilas era precioso y parecido al color de las esmeraldas, unos ojos brillantes y atrayentes pero aún así, ni siquiera siendo la segunda vez que me pedía perdón, se le veía realmente arrepentido y su actuación tenía toda la pinta de ser peor que la de Paulinne. Definitivamente nadie pagaría por verles actuar en ningún teatro.

Cuando pronunció mi nombre yo estallé en risas por lo ridículo que me había parecido su triste y falso intento de disculparse.

—Amigo... ¿Quién te ha pedido que vengas? Que tengas que disculparte conmigo por obligación... ¿No te parece triste? —él me miró incrédulo y al segundo su enfado se hizo presente. Por un momento sentí el brillo de sus ojos desaparecer por completo y me encogí levemente en mi asiento tratando de que él no se diera cuenta de mi pequeño movimiento cobarde.

—Sinceramente no sé cómo mi hermano puede creer que eres tan buena chica y que estás tan indefensa —rió sin ganas y me arrepentí un poco de mi actitud, ¿quién demonios es su hermano y por qué cree que soy una indefensa?—, he venido a disculparme de verdad y por iniciativa propia pero, parece ser que a le has cogido el gusto a tocarme los huevos. —escupió con rabia y se dió la vuelta dispuesto a irse.

Seguramente me había pasado un poco pero en mi defensa diré que nadie se había creido que esa disculpa era sincera y menos teniendo en cuenta lo mencionado del hermano, seguramente ese chico que tanto se compadecia de mí se lo había pedido y, por eso el idiota hasta se sabía mi nombre.

—¡Eh! Si vas a usar la boca para mentir mejor mantenla cerrada. —respondí cuando creí que había logrado crear una frase aceptable en mi mente y sonreí un poco orgullosa. Yo misma moví mi silla, alejándome en dirección contraria mientras le oía quejarse por mi actitud y mis comentarios.

A diferencia de lo que probablemente parecía, a mí no me gustaba meterme en líos y no solía tener esa actitud con nadie pero ese chico me había hecho volver a reconocer mi problema, obviamente no había sido mi plan recibir ese golpe de realidad y no quería ni verle.

Paulinne y Alissa hicieron una mueca sonriente por lo que le había dicho pero yo sabía que había quedado en ridículo, esto no iba por buen camino. Siendo sinceras lo más correcto era dejar que se disculpase conmigo y seguir con nuestras calmadas vidas, unas vidas sin ningún tipo de problema, pero yo veía en la situación una oportunidad de alejarme de la cansada "tranquilidad" y monotonía que me perseguía siempre y quizás por eso no estaba intentando arreglarlo aunque había tenido la oportunidad dos veces.

—¿Creéis que mamá tardará mucho en darse cuenta de mi ausencia?— pregunté cuando ya estábamos alejadas de mi casa, en realidad temía un poquito la reacción de mi madre. Quizás había cavado mi propia tumba o más bien construido mi próxima prisión.

—No pienses mucho en ella, estarás castigada de todas formas en cuanto entres a casa. Disfruta del día. —Ali dijo eso tan sería que me hirvió hasta la sangre, iba a responder algo enfadada porque aunque tenía razón yo quería ánimos como...

—¡Qué va! Seguramente lo entenderá —Linne, eso era exactamente lo que necesitaba, pensé agradecida.

Por el camino Paulinne me contó que estos días el parque había empezado a ser propiedad de los skatediotas y como siempre exageró con que seguramente no íbamos a tenerlo libre nunca más. No sabía si debía exteriorizar el hecho de que deseaba ir a ese parque, estar con esa gente, conocerles y salir de mi rutina aunque me asustaban las consecuencias que eso podría traer.

—Podríamos tratar de compartir el parque con...— susurré para tantear el terreno y Ali detuvo la marcha de golpe, haciéndome mover hacia delante bruscamente, no hizo falta ni una palabra porque ya había entendido el claro "no" al segundo.

—Bueno... si tú quieres probar...— Linne tiernamente siempre trataba de contentar a todo el mundo y aunque se notaba su inconformidad con el plan, no iba a negarme algo que yo quisiera hacer porque solía amoldarse a la mayoría de decisiones que tomábamos, sobre todo las de Ali. Además ella entendía que me privaban mucha libertad y a veces lo necesitaba.

Le sonreí levemente pero sabía que si Ali se negaba tan rotundamente iba a ser muy complicado convencerle, y para añadir Paulinne no iba a ningún sitio que Alissa no aprobase. No las culpaba, no les gustaba la actitud de ese grupito desde que las conocí, no se acercaban a los chicos del skate y cambiarlo era prácticamente imposible.

Tuve claro que si ellas no querían ir, lo haría sola. Estaba segura de que era capaz de hacerlo, pero quizás las necesitaba más de lo que imaginaba.

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